Como la ola que, al final, arroja elementos sólidos sobre la arena, el experimento electoral del domingo pasado dejó innumerables citas para entender qué está pasando en la política argentina: el macrismo suma y sigue, el peronismo continúa siendo un hormiguero zapateado. El radicalismo ata su destino a ser furgón de cola del PRO. El Frente Progresista, o cambia o se termina como instrumento de poder.
Con el valor de marca, Cambiemos derribó liderazgos territoriales de centro y de centroizquierda. En Santa Fe, Albor Cantard fue el más votado, con pico histórico e inédito de desconocimiento. Lo votaron aún sin conocerlo. Hay historias desparramadas de votantes de Cantard que ni siquiera saben hoy por quién sufragaron. El dirigente de la capital santafesina hizo bien las cosas: es prudente y no mete adentro del arco las que van afuera. Bien por Cantard.
Pero hay datos sorprendentes aún hoy, cuando pasaron siete días de las Paso. El gobernador Miguel Lifschitz no pudo traccionar nada de su imagen positiva, la que señalan las encuestas. Salvo que todos los sondeos estén contando una realidad paralela. O una ficción. El director de Isonomía, Juan Germano, una empresa cuyos trabajos son contratados por la Casa Rosada, no salía del asombro: "A nosotros nos daba bien Lifschitz como imagen de gestión, por eso sorprende que a su candidato no lo haya votado casi nadie".
En política, cuando viene la ola hay dos maneras de actuar: subiéndose arriba o sortearla por abajo. Si se le quiere poner el pecho, llega la debacle. El discurso repetitivo contra "la derecha", "los noventa", y fraseologías por el estilo que ensayó Contigiani ya era demasiado utilizada por la transitadísima avenida de peronistas y frentes de izquierda. Se olvidaron los socialistas y radicales progresistas de mostrar la aldea.
Al margen de eso, los oficialismos santafesino y provincial no terminan de aprehender un dato de la realidad. En lo único que coinciden todas las encuestas es en la demarcación de la inseguridad como el principal problema. El gobierno sale a decir que decayó la cantidad de homicidios, pero la sensación térmica respecto a robos y cuestiones por el estilo sigue preocupando a la mayoría.
En Rosario, la campaña del Frente Progresista fue un desastre. Y no se escribe esto con el diario del lunes. Una semana antes del comicio se dijo aquí que el oficialismo no estaba utilizando ni la gobernabilidad ni la experiencia de gestión como ventaja comparativa frente al resto de la oferta política, que no tenía acción ejecutiva para mostrar. La campaña oficialista prefirió ir por una consigna que nadie entendió: "El movimiento de Rosario" (¿?).
Aquí la ola amarilla se hizo sentir en todos los rincones. Los cruces y el clima de guerra interna entre Roy López Molina y Anita Martínez acicatearon la competencia y algo más de 150 mil rosarinos marcó a los candidatos de Cambiemos en la boleta única. Desde el domingo, López Molina empieza a ser visto como el candidato natural a intendente de Rosario por el PRO y aliados.
En el socialismo rápidamente deben salir del estado de aturdimiento, pero en paralelo tendrán que replantear el estado de las cosas. En ese colectivo no están para tirar manteca al techo ni seguir promoviendo internas. Si Lifschitz, Antonio Bonfatti, Hermes Binner (y siguen las firmas) no hacen una campaña intensa y conjunta, en octubre no habrá noticias nuevas y el alejamiento del poder estará al alcance de la mano.
A propósito de Bonfatti. Junto a José Manuel de la Sota advirtieron lo que se venía y decidieron no ser candidatos a nada. Cambiemos superó en Santa Fe al discurso opositor del Frente Progresista, pero arrasó en Córdoba a Juan Schiaretti, un gobernador peronista más macrista que Macri hasta una semana antes de la elecciones, cuando observó que iba a sufrir un papelón electoral a manos del ex árbitro de fútbol Coneja Baldassi.
Para que se entienda el valor de marca de Cambiemos: en Santa Fe ganó con un desconocido, en Córdoba con la Coneja Baldassi y en La Pampa (territorio del gobernador Carlos Verna) con la influencia del "Colorado" Mac Allister. En el territorio pampeano ya se habla de "'Colo' gobernador". Cambiamos.
Créase o no, el Frente Justicialista cantó victoria con referencias pertenecientes de modo pulimentado y empírico al kirchnerismo. Ni los ditirambos al cambio en provincia de Buenos Aires —aupados por una constelación mediática poderosísima—, ni las recurrentes apelaciones a que Agustín Rossi no superaría un umbral de votos en Santa Fe, pudieron evitar los triunfos K. Es verdad que ahora empieza otra historia
Al margen de lo que suceda en octubre, en el hormiguero zapateado del peronismo ganaron Cristina, Rossi, Gildo Insfrán y Jorge Capitanich. Los malos de la película peronista.
Ayer, en una buena decisión, se reunieron Rossi y Alejandra Rodenas para mantener competitivo al PJ santafesino en octubre y evitar un carancheo de votos de sectores antikirchneristas, representados en candidatos filoperonistas.
El mapeo general de las primarias deja un sabor de boca muy favorable a Cambiemos, que logró imponerse (además de Córdoba) en San Luis, Santa Cruz, Entre Ríos, Jujuy, Corrientes, Mendoza, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es verdad que en 14 provincias los resultados fueron negativos para la fuerza amarilla.
La política, ahora, está en otra historia. Los que perdieron y gobiernan provincias o ciudades (tal el caso del Frente Progresista) deberán mejorar sus gestiones, apostar a dar vuelta resultados imponiendo lo propio, lo comarcal. "La grieta", fabuloso negocio político de macristas y kirchneristas, seguirá por un tiempo más.