En ese marco, Cristina asoma como la única capaz de aglutinar, generar expectativas y construir una oferta electoral de cara a unas presidenciales donde el peronismo tiene como primera prioridad evitar la catástrofe que significaría salir tercero en las generales.
“Hoy el único ecosistema es ella”, reconoce un dirigente de un espacio que exploró nuevos rumbos pero volvió al redil.
Ni los gobernadores, que desdoblaron las elecciones para conservar sus parcelas de poder, ni la CGT, que trata de que el grupo cada vez más reducido de trabajadores registrados que representa no pierda por goleada ante la inflación, ni mucho menos el albertismo no nato quieren ni pueden ofrecer una opción electoral competitiva.
Más que a otros aniversarios del punto de partida del kirchnerismo, el acto se pareció al del 9 de diciembre de 2015. Al igual que en un show de despedida como presidenta, Cristina se paró la semana pasada como la principal referencia del peronismo ante un nuevo ciclo adverso. Sólo que esta vez al gobierno todavía le quedan seis meses.
https://twitter.com/CFKArgentina/status/1661800368945201158
Con la Casa Rosada a sus espaldas, la titular del Senado reafirmó ante la feligresía que no se cansa de pedirle el último regreso que podrá correrse del escenario principal pero no renuncia a imponer ni los actores ni el guión.
De cara a un mes decisivo Cristina dio más señales visuales que discursivas. En una disposición que nada tuvo de azarosa, la dos veces presidenta eligió que en las fotos y planos más cerrados aparecieran sus familiares y su núcleo más leal: Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Eduardo Wado de Pedro.
La excepción fue Sergio Massa. A una década de la ruptura que derivó en el fin del largo ciclo kirchnerista y el triunfo del primer Cambiemos, el cristinismo y el tigrense no despejaron del todo las desconfianzas recíprocas pero se necesitan mutuamente. Hoy más que nunca.
Después de la fallida experiencia con Alberto Fernández, ungido a través de un tuit un sábado a la mañana hace cuatro años, Cristina apela al dedazo implícito.
Rápido de reflejos, apenas terminó el discurso de Pedro tomó la posta y se lanzó con un video en redes sociales y afiches en la vía pública. Una movida que le sirve para posicionarse. Tanto para presidente como para vice. En una fórmula de síntesis o en la Paso que piden desde el menguado eje albertista Daniel Scioli y Agustin Rossi.
Se verá hasta donde le alcanza la nafta al ministro del Interior, un personaje lejos de ser unidimensional. Hijo de desaparecidos durante la última dictadura militar, detenido durante el estallido de diciembre de 2001, productor agropecuario y de vínculo fluido con la cúpula empresaria que pulseó políticamente con el kirchnerismo pero que, como dijo Cristina, la levantó con pala durante sus años en el poder, Wado aparece como una figura dialoguista dentro de una organización como La Cámpora que tiene halcones y palomas pero ambos construyeron sus nidos en las alturas del Estado.
https://twitter.com/wadodecorrido/status/1661885600524382208
El lugar que ocupe Wado en la boleta también dará una pista de cómo lee Cristina el escenario. Si va de vice de Massa, parecía buscar una alquimia entre un kirchnerista paladar negro y un candidato de centro, que sirva para pescar votos en un balotaje.
En cambio, que de Pedro encabece la fórmula podría indicar que Cristina interpreta que la derrota es inevitable y que sólo queda posicionar a un referente propio ante el disperso mundo peronista.
Las primeras horas mostraron a ambos ministros juntos. Ayer compartieron una actividad junto al ministro de Transporte Diego Giuliano, el hombre de Massa en Santa Fe, y mostraron buena química.
Más allá de las sonrisas, Massa está frente al mayor desafío de su vertiginosa, y llena de altibajos, carrera política. Dispuesto a todo para conseguir el oxígeno financiero necesario para llegar con vida a las Paso de agosto, Massa tendrá que actuar un truco extremadamente difícil: convencer al electorado de que la inflación —que se aceleró desde diciembre y en abril llegó al 8,4% mensual y 108,8% interanual— hubiera sido peor si él no se hubiera sentado en el quinto piso de Economía.
En el minuto a minuto de la crisis el ministro juega tanto hacia la interna del Frente de Todos como hacia el empresariado y los grandes centros del poder mundial con la idea de que es el último disyuntor de un gobierno que, como dijo su esposa Malena Galmarini, se termina cuando él se vaya.
https://twitter.com/SergioMassa/status/1662542594440679424
Pese a la licuación de los salarios y el dato demoledor de que diez de las últimas elecciones presidenciales en América del Sur fueron ganadas por la oposición —las únicas dos excepciones pertenecen a Paraguay— en el peronismo aseguran que todavía hay chances.
“La idea de que Juntos por el Cambio nos llevaba puestos no corre más. El peronismo tiene que empatizar con la gente que está caliente, reconocer los errores, generar la idea que la gente va a estar mejor de lo que está y plantear el debate de quién es el mejor para administrar el crecimiento. El año que viene vamos a tener superávit energético y no vamos a tener sequía, ¿la economía la va a manejar Juntos, que ya la chocó? ¿Se la vamos a dar a Milei?”, pregunta un dirigente peronista que encabeza este año una boleta en la provincia.
Cualquiera sea el candidato del peronismo, una de sus tareas será trazar una vuelta de página respecto al gobierno de Fernández, quien se marchó solo con su guitarra a pasar el fin de semana largo a Chapadmalal. Una brutal postal de despoder.
Con cero margen para un nuevo delegado o mero administrador de poder ajeno, Cristina y quien encabece la boleta del peronismo tendrán que encontrar un equilibrio entre apoyos mutuos pero donde el protagonismo tendrá que asumirlo la fórmula oficial.
Por otro lado, la capacidad de movilización intacta de Cristina y la resiliencia del kirchnerismo podría inducir al peronismo a subestimar el hecho de que representa una identidad potente, pero minoritaria, dentro de una sociedad donde cada vez más personas ven al movimiento como parte del establishment.
La capacidad de Cristina y, como contracara, la incapacidad de sus adversarios internos, puede llevar al justicialismo a un usucapión político, donde el kirchnerismo se apropia por el paso del tiempo de unos veinte puntos que impiden una reconstrucción del peronismo con otras figuras y otras bases.
https://twitter.com/omarperotti/status/1661770662942330883
Con ese panorama por delante, Omar Perotti y Marcelo Lewandowski se mantuvieron al margen de la movida de Cristina y sólo recordaron el aniversario de la Revolución de Mayo. “Estaba más cantado que Despacito”, ironizan desde una tribu peronista.
Confiados en que ganarán con holgura la interna y luego retendrán los votos de sus rivales, el gobernador y el senador nacional no quieren irritar a un electorado refractario al kirchnerismo y que puede aportar votos clave para tornar la elección competitiva o, al menos, que la diferencia con Unidos para Cambiar Santa Fe no se estire demasiado.
Cómodos en el santafesinismo, Perotti y Lewandowski compartieron una foto en la capital provincial. Una señal de apoyo hacia la estructura provincial encabezada por el gobernador pero que recorta los márgenes de autonomía que el senador nacional quería mostrar en la campaña, justo cuando la violencia recrudece en Rosario y socava las chances de un peronismo que se enfrenta a unas elecciones donde todo se hace cuesta arriba.