Varios fueron los formadores de periodistas que más de una vez me advirtieron que escribir en primera persona suele ser sinónimo de un mal uso. Las advertencias fueron claras. También los argumentos. Pero hay casos en los que hacer oídos sordos se justifica. Porque es de carácter testimonial. Ya que "contar" desde el protagonismo en ciertas oportunidades es compartir riquezas. Porque cuando uno está involucrado, no hay que sacar los pies del plato. Principalmente cuando el título contiene la palabra "gracias". Sí. En este caso son algunas líneas testimoniales que tienen como objetivo agradecer y resaltar el prácticamente inverosímil trabajo que realiza un grupo de ex jugadores y entrenadores de rugby de distintos clubes de la ciudad. Pusieron en marcha el proyecto inclusivo San Agustín XV, y generaron un espacio de contención y vinculación que, siempre desde la primera persona, no tiene precedentes. Y quizás ni siquiera ellos, que lo hacen pensando en los demás, sepan lo que realmente significan para chicos con discapacidad.
Estas líneas son en primera persona. Pero seguramente representen las voces de muchos. Y se escriben con la misma emoción que me hizo entrecortar la voz y realizar un esfuerzo profundo para no quebrar en llanto mientras caminaba por la pista de atletismo del Estadio Municipal "Jorge Newbery".
—Dale. Vamos. Decile chau a papá.
Así de simple. Fueron menos de cinco segundos los que San Agustín XV tardó en abrazar a mi hijo. Para mi fue un cimbronazo absolutamente movilizador. Para mi Joaco, la apertura de un espacio importantísimo.
Esos instantes fueron suficientes para entender de qué se trataba ese proyecto que varias veces me habían invitado a conocer.
De repente aparecieron risas y guiños cómplices tan naturales como sorprendentes. Un escenario armónico. Tierno y divertido donde la excusa era una pelota de rugby.
“Lo importante es que se sienta cómodo y que encuentre su lugar. Gracias por venir”. Con este tipo de frases San Agustín XV te descoloca y al mismo tiempo te invita a “un mundo” casi surrealista donde no hay otro interés que no sea construir a la inclusión. Sin ningún tipo de bandera ni de segundas intenciones. A veces es bueno remarcar esto.
¿Qué hacen en San Agustín XV? Eso, incluyen. La excusa es la pelota de rugby y algunos ejercicios referidos a ese deporte. Pero son la excusa. Ahí los chicos juegan, aprenden y se divierten. Hacen lo que necesitan, y en un entorno increíble. El que tanto necesitan y que es tan difícil de encontrar. Sin hablar de “chicos especiales” ni de ningún tipo de rótulo. Lejos de la palabra “terapia” y al aire libre. Con un grupo de personas que entendió que son muchísimos los chicos que lo necesitan. Y que tal vez resulte difícil demostrarles lo importante que es esto para los niños.
Posiblemente decirle “gracias” a San Agustín XV sea poco. Pero quizás se parezca un poco a ese abrazo que todos los viernes le da a mi hijo.