El gobierno nacional tiene 11 ministerios. Sólo dos mujeres a cargo de ellos: Carolina Stanley y Patricia Bullrich. Se debería mencionar en la estructura de poder nacional a Gabriela Michetti como vicepresidente aunque se trate de un órgano extra poder. En suma: apenas el 25 por ciento de los puestos de decisión en el gobierno de Mauricio Macri están ocupados por mujeres. En todo el muestreo que aquí se hace, se observa el cargo de ministro. No secretarios, ni direcciones, ni puestos que se pretenden homologar al mayor de la escala administrativo.
María Eugenia Vidal no tiene una sola ministra. Son todos varones sus 13 ministros.
Horacio Rodríguez Larreta gobierna con 11 ministerios. Tres mujeres. Soledad Acuña, en Educación; Guadalupe Tagliaferri en Desarrollo, y Ana Bou en Salud. Su esquema de decisión es ocupado en un 27 por ciento por mujeres.
Para los que necesitasen de la aritmética, el poder en la Argentina es machista. Punto. Aunque estar debatiendo hoy si hay machismo en la Argentina es un razonamiento machista de perogrullo. Puro y claro. El agua, moja. La Argentina, es machista.
En todo el país, salvo honrosas excepciones, ocurre lo mismo. Al azar: en la Formosa del eterno Insfrán, una ministra de 11; en la Salta de Urtubey, apenas 3. Y así.
Veamos la más notoria de las excepciones: Mendoza. El gobernador Cornejo tiene un gabinete de 5 ministros. Tres mujeres: María Paula Allasino, en Economía y Elisabet Crescitelli en Salud. Si sumamos a la vicegobernadora Laura Montero, podríamos decir paridad.
Miguel Lifschitz, en Santa Fe, por ver un último ejemplo, gobierna con 14 ministerios. Allí hay 5 mujeres. Un 35 por ciento. Chiqui González en Cultura; Alicia Ciciliani en Producción; Andrea Uboldi en Salud; Erica Heynes en Ciencia, y Claudia Balagué en Educación. El socialismo debe ser reconocido, sin dudas, por tener a la primera mujer intendenta en la historia de Rosario y una larga tradición de defensa de los principios de género. Ahí hay que recordar a la propia Mónica Fein y, especialmente a Silvia Augsburguer como referente de un gran colectivo, pionera en la defensa del derecho de educación sexual, la anticoncepción accesible y la interrupción voluntaria del embarazo. Rosario ha sido y es un lugar de respeto en materia de derechos de la mujer.
Porque no se trata apenas del cupo femenino, necesario como discriminación positiva para equilibrar la cancha. Además es imprescindible el concepto y las ideas de cada funcionaria. A nivel nacional, ni Stanley ni Bullrich se sienten tributarias de la menor mirada de género en términos modernos. Ni hablar de la vicepresidente que se manifestó abiertamente como "no feminista".
El caso Thelma Fardín es un antes y después, sin metáforas, en la defensa de los derechos de las mujeres en general y del combate al abuso sexual en particular. La conferencia de prensa de las Actrices Argentinas fue un huracán de lucha contra la impunidad. Como sucede en la historia, los cambios sociales que trascienden se hacen a los empujones, desprolijos, potentes, imposibles de asir con las categorías existentes hasta ese momento. Por eso, la proporcionalidad de los ataques.
"El caso de Thelma Fardin es un antes y un después en la defensa de los derechos de las mujeres y del combate contra el abuso sexual"
Así se puede explicar a los que vulgarizan y ofenden a la historia y a las mujeres usando expresiones como "feminazis". Ahí están los escandalizados porque las mujeres muestran las tetas para protestar y se aferran a la moral y buenas costumbres, engolando el tono de su voz para que suenen como en el medioevo. Minimizan lo que sucede acusando a un grupo de féminas que rompen alguna ventana de un templo o pintarrajean sus paredes sometiéndolas a la categoría de terroristas. Claro que el agravio o el daño material son repudiables. Claro que sí. Pero eso es la periferia del movimiento que no pinta el corazón de lo que se pide. Hay que ver lo puntillosos que son los enojados por las catedrales ensuciadas cuando se olvidan del ultraje de cientos de miles de mujeres violadas o manoseadas. Raro ábaco moral para ver la realidad.
El feminismo es hoy la corriente social (no sé qué categoría atribuirle: ¿ideológica?, ¿filosófica?, ¿todo junto?) más perturbadora del orden social injusto imperante. Porque digámoslo de una vez. La ausencia de igualdad de derechos entre la mujer y el hombre es una injusticia. Con el feminismo no sólo hemos aprendido esta irritante desigualdad sino que nos ha enseñado a entender que una víctima de un abuso (aquí va la solidaridad feminista con los varones violados) no denuncia enseguida porque no puede. Preguntarse por qué no hizo la denuncia enseguida es, además de ignorante, es una mala leche incalculable para el que no podía por la sumisión a la que había sido sometido y por el lugar común imperante de no ser atendido, creído o contenido. Entender que la única voz que debe ser escuchada masivamente (en los tribunales, es otra cosa) es la víctima. Y si habla el victimario, no es democrático darle el mismo estándar de oído que a la abusada, porque eso es legitimar al primero.
El episodio Thelma Fardín es extraordinario. Fuera de lo ordinario. ¿Cómo reaccionó la polítca, en general? De manera ordinaria. En algunos casos, con vocación periodística. Escuchar a los que ocupan la cumbre de los poderes decir que Thelma fue valiente y que gracias a ellas (y a tantas otras víctimas) se van a animar es un mal remate, de una pobreza inempardable, hecho por un conductor de tele luego de presentar el informe en su noticiero.
¿Cuántos recursos contantes y sonantes de dispusieron ayer, de forma extraordinaria por DNU ,para aumentar los 11 pesos anuales por mujer que se invierten en la lucha contra la violencia? ¿Cuántas abogadas con perspectivas de género puso el Estado a disposición para que asistan a las víctimas? ¿Cuántas mujeres más entraron, ahora sí, a los puestos ocupados solo por varones como se explicó al comienzo de esta crónica?
Si ya se vio que los cambios en la historia se dan por arremetimientos y no por decantaciones prolijas y lentas, sería bueno que el poder, representado por gobiernos de hombres, no se sienta convencido de que esto pasa y las cosas se van a ir "tamizando". Me sorprendí esta semana escuchar de boca de alguien que aprieta botones del poder todos los días (no importa quién, sinceramente) decirle a un colega: "Feminismo las pelotas! Esto es pura espuma que se va a acomodar". No hay nada que "acomodar". Lo que se viene es un ubicar en su lugar a un colectivo postergado, muchas veces abusado y humillado, que reclama igualdad, verdad y justicia. Ellas son las mujeres.