Alberto F, en más de un discurso, ha mostrado su admiración por el ex presidente Raúl Alfonsín. Tal vez porque, como el líder radical, también él enfrenta instancias más que difíciles para gobernar. Sus palabras de reconocimiento han permitido llevar una engañosa luz de esperanza a moderados antiK en la creencia de que si el elegido por CristinaF hace bien los deberes y sale airoso opacará para siempre a su vice. Se equivocan. Alberto F, por ahora, entre miles de bombitas que le llueven como si fuera la tercera guerra mundial, procura esquivarlas y acude a su diplomacia y sonrisa cordial de buen jugador de naipes. Por el modo en que lo ha reiterado, además de imponer su plan de equidad y solidaridad, su anhelo sería alejarse del default y charlar con el FMI. Sabe perfectamente que para dialogar hay que exhibir una billetera abultada. Más allá de los proyectos enviados al Congreso que podrá achicar las vacaciones acostumbradas de admiradores del domador de reposeras, la hora más difícil es el momento de decidir. Todo un dilema donde no faltan las dudas. Porque a la hora de ajustar hay que tener en cuenta con estratégica sabiduría a quien dejar afuera o postergados (palabra odiosa) de modo momentáneo o para siempre. Las medidas son, para la mayoría del pueblo, imprescindibles para que la economía, que ya rebotó en el fondo, vuelva a rebotar una y otra vez y se comience a crecer. Será lentamente. Pero el país tiene la posibilidad de renacer. Si la Argentina se empeña en honrar la deuda no deberá ser resignando una coma siquiera de la ley de solidaridad social y reactivación productiva. Las concesiones, para un entendimiento civilizado fueron oportunamente hechas. Por otra parte, los que se “arriesgaron” a otorgar el préstamo más grande de la historia del FMI deberán asumir que son corresponsables o cómplices del, probablemente, mayor latrocinio y desmanejo económico más vergonzante de la historia nacional. Y eso que hubo varios. Por estos días, entre los jubilados, hay quienes aplauden y otros no disimulan rostros enojados. Ya lo había anticipado el presidente al decir que algunos se contentarían y otros estarían más tristes. Quienes por ahora parecen haber quedado afuera del reparto deben saber que se trata de un primer paso en pos de la solidaridad con quienes menos tienen. Una lucha que no acaba. Aunque la realidad geopolítica cambie aceleradamente. Hoy los invasores apuntan a los recursos naturales y al rol de la Argentina en Latinoamérica, un bastión que USA no resigna ante el embate indetenible de China y Rusia. Pero las supremacías se modifican y preocupa más el medio ambiente. El neoliberalismo se revuelca ahogado por su propio veneno y sus cultores se mimetizan y buscan nuevos frentes. La crisis argentina es la crisis del modelo esclavista. Claro que, si como se ha dicho, el acreedor espera intervenir en lineamientos nuevos y cambios como inexorablemente ocurre, será menester recordar que en 1984, Bernardo Grinspun, ministro de Economía de Alfonsín, declaró que “los gobiernos de la Argentina, en la mayoría de los casos, aceptaron sumisamente cualquier imposición del FMI. Ahora no. Ahora no es así. Pero eso no es ser un país díscolo: es ser un país que afirma su independencia.” Apenas cinco meses después, dejaba de ser ministro.