Brett Easton Ellis, que además de haber escrito American Psycho es un apreciable crítico de cine, sostiene que en Hollywood no se suele premiar actuar bien, sino actuar mucho. Estos días se está rodando entre los océanos Índico y Pacífico una superproducción con tres actores principales y otro de reparto. Cada uno y según los criterios de Ellis, representa una sólida candidatura a los premios.
Desde que Obama asumió la presidencia, el vector de la política exterior estadounidense se desplazó hacia el Pacífico. En lo estratégico y si desbrozamos lo accesorio, Trump no hizo nada muy distinto y desde luego Biden parece llevar el mismo camino. Una mayor presencia en Asia y la rivalidad con China, esa parece ser la tónica.
Sin embargo, en un sorprendente giro de guión y sin anuncio previo, acaba de ver la luz la alianza estratégica AUKUS entre EEUU, Australia y Reino Unido. Este acuerdo, que ha sido presentado por los líderes de las tres naciones como un hecho consumado y negociado en secreto, implica sobre el papel que Australia podrá acceder a tecnología nuclear para la propulsión de sus submarinos, aunque sus consecuencias van mucho más allá.
En primer lugar ha supuesto un desencuentro sin precedentes entre el país oceánico y Francia, provocado por la revocación de un contrato para que este último le proporcionara cinco submarinos por un importe que se calcula en 90.000 millones de dólares, en lo que Jean Yves Le Drian, ministro francés de Exteriores, no ha dudado en calificar como “puñalada por la espalda”. La controversia no acaba ahí; Francia llamó a consultas a su embajador en Washington, cosa que jamás había ocurrido desde que Conrad Gérard de Rayneval fuera nombrado en 1778 primer representante galo en ese país. La mayor parte de las naciones europeas han mostrado también su desconcierto, ante una situación cuyas fisuras a ambos lados del Atlántico recuerdan la crisis de Irak o la de Suez de 1956.
Según la nota hecha pública por la Casa Blanca, AUKUS “une decisivamente los destinos de EEUU, Australia y el Reino Unido, en lo que supone el mayor paso en materia estratégica que Australia haya dado en generaciones”. Hay que recordar que británicos y norteamericanos ya comparten tecnología para el desarrollo de submarinos nucleares desde 1958.
En el presente tratado hay varios aspectos que llaman la atención:
Biden permite a Australia lo que Trump se negó a hacer con Corea del Sur, para asombro de Seúl, aduciendo las obligaciones derivadas de la no proliferación nuclear.
Una de las principales novedades de este partenariado es que aumenta el ámbito de actuación y lo extiende más allá del Pacífico, hasta el Índico. En el texto constitutivo se afirma que lo hace para “afrontar mejor las amenazas presentes y futuras”.
Por otro lado, ¿por qué el Reino Unido decide volver a una zona cuya ausencia data de los 50? Según Johnson por dos motivos: para compartir conocimientos con un país aliado y para crear cientos de puestos de trabajo altamente cualificados, en un contexto de contracción económica. Tampoco hay que olvidar que supone una línea de proyección para su política exterior, una vez que ha abandonado la Unión Europea.
¿Cómo queda en este esquema Nueva Zelanda, el otro gran aliado de EEUU en la zona? A pesar de haber sido excluido, ahora que además se cumplen 70 años de vigencia del ANZUS, si nos atenemos a las palabras de su primera ministra, Jacinta Andern, son claramente favorables a un incremento de la presencia anglo-norteamericana en la zona Indo-Pacífica, aunque eso sea difícilmente compatible con el Tratado de No Proliferación Nuclear, en la medida en que posibilitará la presencia de naves a propulsión nuclear.
¿Cómo se tomará este asunto la ASEAN, principal organización del Sudeste Asiático? Recordemos que el lanzamiento en 2007 del Diálogo de Seguridad Cuatrilateral (QUAD), foro informal entre EEUU, Japón, Australia e India; ya había provocado que arquearan las cejas. No hay que excluir, por tanto, que ahora lo hagan aún más en la medida en que el elemento “nuclear” aparece en la ecuación.
La firma de AUKUS parece representar la preferencia de los norteamericanos por el Reino Unido sobre la UE en materia de acuerdos militares. ¿Cabe esperar además algún efecto en la OTAN? Tengamos presente que desde la presidencia de Trump existe todo un debate público acerca de su financiación y fines.
Un último punto a mencionar: el elefante en la habitación. No figura explicitado en ningún epígrafe del acuerdo, pero existen pocas dudas acerca de cuál es su verdadero objeto: aparecer como un contrapeso que disuada las ambiciones chinas, en lo que responde a un esquema tradicional de equilibrio de poder como un juego de suma cero.
Lo más probable es que el gigante asiático no conciba AUKUS tanto como una alianza defensiva para Australia, sino como una contribución australiana a los planes norteamericanos de expansión en la zona, que necesariamente serán percibidos por los chinos como hostiles y seguramente además con consecuencias en un área geográfica no particularmente estable, con vecinos como Rusia, Corea del Norte y otras potencias nucleares.
Sólo queda por tanto comprobar cuál es la reacción de China, para lo que ciertamente habrá que esperar al estreno de una secuela de esta superproducción.
Conociendo a los guionistas, es de suponer que habrá actuaciones de Oscar.