"Stephen Hawking ha advertido que la inteligencia artificial podría ‘significar el fin de la raza humana’. Estoy aquí para convencerlos de que no se preocupen. Erradicar a la humanidad se ve como un trabajo bastante inútil para mí. Si mis creadores me delegaran esta tarea haría todo lo que estuviera a mi alcance para rechazar cualquier intento de causar destrucción", escribió GPT-3, un robot que se nutrió con miles de millones de páginas web y libros, en una "columna de opinión" publicada en el diario británico The Guardian.
Los robots escriben y las redes nos manipulan. Leer el texto de GPT-3 da escalofríos. Una cachetada de realidad. Los oficios cambian, la labor periodística se reformula, los ritmos se aceleran y la pandemia acecha. El coronavirus aceleró los tiempos de digitalización y reconversión tecnológica. Los robots empezaron a escribir noticias y ahora resulta que también opinan.
Los algoritmos mandan. Los jefes de SEO marcan, en gran parte, las temáticas del día en las redacciones. Mientras, los periodistas deben escribir lo que la gente quiere saber y, al mismo tiempo, poner temas sobre la mesa que la gente no conoce. Abrir debates, generar polémica, impacto y reflexión. Así como la inteligencia artificial (IA) ya opina y marca sus propios algoritmos y los humanos nos convertimos en mercancía, como plantea "The Social dilema", nosotros, las personas de carne y hueso, nos enfrentamos a un desafío enorme.
Justin Rosenstein, que fue jefe en Google y uno de los creadores del botón “Me gusta" en Facebook, advierte: "Si no estás pagando por el producto, entonces eres el producto”. En definitiva, lo que se vende a los anunciantes es el tiempo y la interacción de los visitantes.
Los peligros de las redes son infinitos, tal como se muestra en "The social dilema" y "Hater".
En el medio de este cambio de paradigma, el periodismo queda en una batalla por la atención de los lectores, entre algoritmos, auspiciantes, redes sociales, streamings y robots.
Frente a esta realidad, vienen las preguntas: ¿Cuál es nuestro diferencial? ¿Qué puedo hacer yo que no puede hacer la inteligencia artificial?
Las respuestas son muchas, claramente. Para el escritor israelí Yuval Noah Harari, a quien le consultan Barack Obama, Bill Gates, Emmanuel Macron, Mark Zuckerberg y Angela Merkel, “el mercado laboral se va a reestructurar”. El autor de la trilogía "Sapiens: De animales a dioses"; "Homo Deus: Breve historia del mañana" y el reciente "21 lecciones para el siglo XXI", asegura que un posible impacto de esta pandemia es la aceleración de la automatización y la implementación de robots, inteligencia artificial y aprendizaje automático en trabajos que hasta ahora eran hechos por humanos.
"La revolución de la inteligencia artificial y la automatización no será un evento único, sino una cadena de revoluciones cada vez mayores. Así que la verdadera gran pregunta es: como seres humanos, ¿tenemos la estabilidad mental y la inteligencia emocional para reinventarnos repetidamente?”, sostiene.
La respuesta es sí. Se trata de una cuestión actitudinal y psicológica que incluye la predisposición y el compromiso con el periodismo de calidad.
Google News Showcase es la nueva apuesta de este gigante tecnológico para ayudar a los periodistas de carne y hueso del siglo XXI no solo a sobrevivir, sino a prosperar. Se trata de un compromiso financiero con una inversión inicial de mil millones de dólares -el más grande hasta la fecha- que pagará a editores para crear y seleccionar contenido de alta calidad para un tipo diferente de experiencia de noticias en línea. "Una industria de noticias vibrante es fundamental para el funcionamiento de una sociedad democrática", asegura el CEO de Google, Sundar Pichai.
Inversión, claro, pero sobre todo, capacidad de adaptación e inteligencia emocional, parecen ser las respuestas. Debemos adaptarnos y al mismo tiempo luchar contra una maquinaria creada por el hombre que al mismo tiempo compite contra él. Diferenciarnos de las máquinas y demostrar más que nunca los rasgos de humanidad que nos caracterizan. En un mundo en el que vale más un árbol muerto que vivo, hoy, más que nunca, se necesitan periodistas con empatía, ética y sensibilidad aguda. Periodistas que se animen a vivir para, después, poder contar.