Sobre llovido, mojado. Alberto ya estaba fuera de la política, más allá de alguna que otra declaración pública. Su presidencia del PJ era solo una formalidad para alguien que ya no representaba nada para el conjunto. Había concluido mal la gestión, totalmente desdibujado al lado de Cristina Kirchner y Sergio Massa. Para la propia fuerza era “un cero a la izquierda”, alguien intrascendente, y para muchos despreciado.
Asemejarse a De la Rúa ya era un oprobio dentro del universo peronista. Que esté involucrado en un caso de corrupción mayúsculo, tampoco movía al amperímetro en una parcialidad política acostumbrada a esos trances. Qué le hace una mancha más al tigre. Sin embargo, la acusación de violencia de género superó todo lo tolerable en el pragmático mundo que lo ungió. Si se comprueban los hechos que trascendieron a la luz pública, además de muerto político, pasará a ser un muerto civil, sin posibilidad de circular por las calles de Argentina. Y si no estaba muerto del todo, políticamente, Fabiola lo terminó de enterrar.
La autorreferencia de Cristina Kirchner
La mayoría de la dirigencia calló o repudió. Muy pocas figuras aisladas defendieron lo indefendible. Cristina, en su clásica auto referencialidad, habló más de ella que de la situación, aludiendo no solo a Alberto, sino también al fallido atentado que se está juzgando en tribunales. Quiso politizar su causa como habitualmente, para echar un manto de duda sobre el sistema judicial.
“La jefa” ya no es la de antes. El país no se para por un tuit suyo, una declaración o un acto con sus clásicas clases magistrales. El tiempo pasa para todos y su liderazgo ha ido perdiendo brillo, no solo de cara a la opinión pública, sino también hacia dentro de la propia fuerza. Sus votantes la recuerdan positivamente, pero ya no piensan en ella como una figura electoral, lo cual hace que el desdibujamiento se agudice. La ven como alguien que empieza a pertenecer al pasado.
Dentro de Unión por la Patria tiene serias dificultades para conducir y contener a las partes, limitación severa para un líder. Al pensar ella y La Cámpora que a Milei le explotaba todo a los seis meses y se debía barajar y dar de vuelta, ahora están desconcertados y no logran encontrar el timing. Las consecuencias de aquella visión solo les permite esperar a que el tren libertario se descarrile, lo cual no parece que vaya a suceder ni fácil, ni rápido.
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Cristina Kirchner y un operativo despegue imposible del gobierno de Alberto Fernández.
Foto: gentileza Perfil
“Cris-pasión” hace mucho que no saca un conejo de la galera como fue la fórmula con Alberto en 2019. Hubiese querido hacer el trasvasamiento generacional –del que hablaba Perón- hacia sus soldados más fieles, pero esa organización se ha burocratizado y ha perdido épica. Ahora tienen que explicar por qué apoyaron a Alberto. La candidatura de Wado de Pedro, perteneciente a la “juventud maravillosa”, duró solo 24 horas. Un profesional de la política como Massa sí hizo un pase de magia al estilo David Copperfield, y se constituyó en el mal menor para muchos. Luego de eso, una interna del tigrense con Gabrois le dio un poco de atractivo al debate interno.
Errores consolidados
Las macanas de todo tipo de Alberto no ayudan, sin duda. Pero es solo una nota más de un cuaderno repleto de errores consolidados. El ocaso del kirchnerismo ya comenzó hace mucho, por eso perdieron en 2021 y 2023. No luce una idea superadora de CFK para remontar la caída. Ella reprende en público a sus chicos y chicas porque no agarran el bastón de mariscal, pero al mismo tiempo castiga al que se enfrenta a su hijo, desvalorizado interna y externamente.
Axel Kicillof (¿el hijo que hubiera querido tener?) al enfrentarse a Máximo, también sufre sus retos y le quita posibilidades de ser la renovación generacional necesaria. Al mismo tiempo, el gobernador bonaerense no está dando la talla. Los errores estratégicos respecto al tema inversión de YPF, dubitativo frente al caso Venezuela y shockeado ante el affaire Alberto, no lo distinguen en la mediocridad general.
Fuera de Massa, duro de matar, que siempre será un actor relevante (aunque tenga imagen negativa), el otro que llama la atención de la tribuna es Grabois, quien construyó su propio espacio, no está contaminado con el pejotismo, es frontal, luchador y fresco, según los votantes de UP. Tendrá que bregar mucho, pero es el que más está en la cabeza del espacio. Moreno es solo una figura pintoresca para el target.
Con una liga de gobernadores disminuida numéricamente –fueron derrotados en 7 provincias el año pasado- y sin que ninguno de los que queda tenga el suficiente atractivo para el segmento de independientes y clase media, están atrapados en un callejón sin salida. Dos que aspiraban a ocupar ese rol, perdieron en sus territorios: Perotti y Uñac.
Cristina esta semana fue a discursear en el juicio por su atentado. Pareció más un programa viejo del canal Volver, que la líder indiscutida que supo ser.