Si entrado el siglo XXI hay una situación global que puede calificarse de verdadera calamidad es la realidad de millones de niños alrededor del planeta que son utilizados o son víctimas en los conflictos armados de los adultos, mueren por desnutrición y enfermedades evitables o permanecen en la más absoluta miseria y sin instrucción escolar.
La foto del pequeño niño sirio Omran Daqneesh sentado adentro de una ambulancia, en Aleppo, con su rostro ensangrentado tras ser rescatado después de un bombardeo aéreo recorrió el mundo, pero rápidamente esa imagen se convirtió en una más de las tragedias en esa parte del planeta. El rostro aturdido y de confusión del chico, de cinco años, es el reflejo de la comunidad internacional, que no sabe cómo poner fin a este sufrimiento.
Hace un año, otra imagen con el mismo dramatismo, sacudió la conciencia colectiva internacional cuando otro chico sirio apareció ahogado boca abajo sobre la playa en las costas turcas tras haber intentado escapar con su familia de la zona de guerra. Son solo dos casos que visibilizan una realidad común en muchos países que están en guerra civil y donde los niños son víctimas más que indefensas o se las emplea directamente en el combate o en atentados terroristas.
El mal absoluto.. Si las conductas delirantes y perversas del ser humano parecen conocerse casi todas, lo ocurrido hace días en una población kurda de Turquía agregó un nuevo ingrediente. Un chico de entre doce y catorce años hizo estallar los explosivos que llevaba en su cuerpo en medio de una fiesta de casamiento. Fue el atentado más sangriento de los últimos años en Turquía, que acabó con la vida de 54 personas y obviamente la del propio niño, enviado por la banda criminal de Estado Islámico en nombre de Dios y de la Guerra Santa.
Un día después de esa barbarie, un chico de la misma edad del que se había hecho explotar en la boda de Turquía, fue interceptado a tiempo antes de que cumpliera su objetivo de hacer volar el chaleco explosivo que vestía en una mezquita de Irak. El niño tenía puesta una camiseta de fútbol del Barcelona con el nombre de Messi en la espalda. Estaba aterrado y tembloroso cuando fue descubierto y filmado por las cámaras de un canal de televisión. En lugar de estar jugando al fútbol con amigos, su paso por este mundo iba a terminar despedazado, sin seguramente entender muy bien por qué lo hacía.
En otros casos, según un informe de la Naciones Unidas, el papel de los niños no se limita a la participación directa en las acciones militares o terroristas, algo cada vez más común. Muchos menores se inician en funciones de apoyo, como servir de cargadores para trasladar municiones o soldados heridos. También se los emplea como vigías, correos o cocineros. De acuerdo con los datos recogidos por el organismo internacional, la niñas son aún más vulnerables porque se las usa como esclavas sexuales. Todos, en general, son sometidos a abusos, presencian asesinatos, atrocidades de todo tipo y violencia sexual de las más variadas.
Esta tenebrosa actividad que afecta a los niños no permanece oculta para nadie y quienes la fomentan se encargan de publicitarla. El año pasado Estado Islámico publicó un video por internet donde se veía a un niño ejecutar a tiros a supuestos espías rusos capturados por el grupo radical islámico.
Para Unicef, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia con sede en Nueva York, más del 80 por ciento de los niños sirios, unos 8,4 millones, se han visto afectados por la guerra civil que ya lleva cinco años y requieren urgente ayuda humanitaria. La organización, que provee ayuda a niños y madres de países en desarrollo, advierte del riesgo de lo que llama "una generación perdida" en Siria, donde siete millones de chicos viven en la pobreza, casi tres millones dejaron la escuela, muchos han comenzado a trabajar a los tres años de edad y algunos al cumplir el séptimo año de vida ya están siendo reclutados para combatir.
Las migraciones a causa de la guerra civil en Medio Oriente y la pobreza estructural en África impactan sensiblemente en los niños, que de a miles se lanzan sin sus padres ni familiares a largas travesías terrestres o marítimas que terminan matándolos, por lo duro de la situación y por el abuso de los mayores.
"Si tratas de escapar, te disparan y mueres. Si dejas de trabajar, te golpean. Después de trabajar nos encerraban. Era igual que la esclavitud", contó un adolescente de 16 años que trabajó durante dos meses en una granja de Libia para pagarles a los traficantes a cruzar el desierto, el Mediterráneo y llegar a Europa. En sólo el primer semestre del año, se calcula que unos siete mil menores no acompañados realizaron el viaje desde el norte de África hasta Italia. ¿Qué destino les aguarda a esos chicos?
No sólo la guerra. Unicef no sólo entiende en cuestiones humanitarias de los menores en conflictos armados, sino también en relación a su calidad de vida, tan dramática como las guerras en muchas partes del mundo. Hace apenas dos meses, la organización emitió un informe con un título lapidario: "A los niños más desfavorecidos del mundo les esperan la pobreza, el analfabetismo y la muerte prematura".
Según los datos que recogió a nivel global y a las tendencias actuales, 69 millones de niños menores de cinco años morirán debido a causas evitables, otros 167 millones vivirán en la pobreza y 750 millones de mujeres se habrán casado siendo niñas en 2030. Por eso, el director ejecutivo de la organización, Anthony Lake, fue terminante: "Negar a cientos de millones de niños una buena oportunidad en la vida significa algo más que amenazar su futuro: al exacerbar los ciclos intergeneracionales de desventaja se está poniendo en peligro el futuro de sus sociedades. Tenemos una opción: invertir ahora en estos niños o permitir que nuestro mundo sea aún más desigual y esté más dividido".
En Centroamérica, por ejemplo, ocurre una situación muy similar a las actuales migraciones en Europa. Miles de chicos inician una travesía hacia los Estados Unidos para escapar de la violencia y la miseria en sus países, pero sufren el riesgo de ser asesinados, violados o víctimas de trata durante el camino.
Según datos de Unicef, en los primeros seis meses de 2014 más de 44.500 niños no acompañados por adultos fueron detenidos en la frontera de los Estados Unidos. En 2015 el número se redujo a 18.500 y en 2016, siempre comparando el mismo período del año, la cifra trepó a 26.000. ¿Qué hará Donald Trump con esos chicos si llega a convertirse en presidente?
La Argentina. En medio de la permanente guerra de cifras, indicadores y encuestas que suelen ser objeto de disputas en un país acostumbrado a posicionar los números de acuerdo con la intención política, un reciente informe de Unicef sobre la pobreza infantil en el país quedó rápidamente opacado por los idiotizantes bailes televisivos, romances y peleas de la farándula o los goles de alguna estrella del fútbol. En este país, con más vacas que habitantes, que produce alimentos y bienes para una población mucho mayor a la que cuenta, el 30 por ciento de los chicos entre 0 y 17 años es pobre y un 8,4 por ciento es extremadamente pobre. También, casi el 20 por ciento sufre carencias alimentarias.
Unicef estableció una nueva categoría de medir la pobreza, a la que califica de "multidimensional", donde se combinan 28 indicadores de privaciones, desde la nutrición, la salud, el ambiente, la vivienda hasta la exposición de los niños a la violencia. "La pobreza multidimensional es una herramienta que permite analizar en detalles las privaciones que sufren los chicos, que son las causantes de la desigualdad. Esta información es vital para desarrollar políticas públicas que además de hacer transferencias monetarias directas, contemplen acciones focalizadas en otras dimensiones de la pobreza como el saneamiento o la exposición a la violencia", explicó Sebastián Waisgrais, especialista en el monitoreo de los programas de Unicef.
Los responsables. Los chicos sirios heridos y muertos por los bombardeos, los que pierden la vida en las travesías africanas y europeas para escapar del hambre, los que aspiran a llegar a la frontera norteamericana o los que apenas sobreviven en la Argentina, no son culpables de su terrible realidad. Es la comunidad internacional, con distinto grado de responsabilidad, que no acierta en casi nada y menos en evitar que la infancia para millones de niños en el mundo se convierta en una pesadilla mortal.