Tras el fallecimiento de su madre Thérèse, Marie Bertherat (nacida en 1963 en Savigny—Sur—Orge, una localidad a 19 kilómetros de la capital francesa) es quien hoy dirige el centro oficial de Antigimnasia con sede en París. Principal difusora del método y responsable de la formación de especialistas a lo largo del mundo, Marie es también licenciada en Ciencias Políticas y autora de numerosos libros.
Más se puso en contacto con ella para tener la palabra de quien lleva el estandarte de la Antigimnasia por el mundo. Desde el número 19 de la Rue Larrey, en París, la directora subrayó que el principal objetivo de la Antigimnasia es conocer el propio cuerpo, adueñarse de él y habitarlo plenamente para estar más sanos. "Es un trabajo de autonomía en el que cada uno aprende a desliar y flexibilizar por sí mismo sus músculos y a deshacerse de las rigideces y envaramientos con los que vivimos, a veces, desde hace tanto tiempo. Con este trabajo se descubre hasta qué punto la musculatura puede ser maleable y aspira a volver a su forma sana. Poco a poco el cuerpo se hace más fuerte, gana en confianza y serenidad. ¿La forma de lograrlo? Con una serie de movimientos sencillos, inhabituales, pero siempre fáciles de hacer", precisó Bertherat.
¿Qué pasa cuando observamos que estamos bloqueados a la hora de movernos? La instructora comentó que lo interesante es descubrir cómo movimientos, fáciles en apariencia, pueden resultar difíciles de realizar. Y en lugar de luchar para conseguirlo, se intenta comprender por qué esto no se logra. "Se trata de descubrir qué es lo que se bloquea, buscar dónde está el freno. Poco a poco, se aprende a desanudar los músculos retraídos, asustados o dormidos que limitan el movimiento. Se hace sin meter presión, sin culpabilizarse por no conseguirlo. En nuestros pequeños grupos de Antigimnasia no hay unos que triunfan y otros que fracasan. No existen los niveles y, sobre todo, no se compite. Nuestras rigideces y bloqueos tienen su razón de ser, de nada sirve violentar nuestra musculatura para querer obligarla a estirarse. Si no, el cuerpo se defenderá y fabricará una nueva protección, quizá más difícil de deshacer. El tiempo, la paciencia, el respeto a las defensas que cada uno ha podido crearse a lo largo de su vida, son la clave de un resultado duradero", aseguró la profesional.
—La Antigimnasia se diferencia de otros métodos como el Rolfing o la Eutonía. ¿Puede explicar cuáles son esas desigualdades?
—Fisioterapeuta de formación, mi madre se interesó por numerosas técnicas antes de crear su propio método: la Eutonía de Gerda Alexander, el método de Lily Ehrenfried, el de la norteamericana Ida Rolf, los trabajos de Wilhelm Reich, la medicina china y el psicoanálisis. Pero, sobre todo, se formó y trabajó con otra célebre fisioterapeuta, Françoise Mézières. Al hilo de sus investigaciones, Thérèse descubrió que una práctica puramente física, psicológica o psicoanalítica que no tuviera en cuenta la existencia del cuerpo, no podía verdaderamente liberarnos. Al mismo tiempo, comprendió que un trabajo que no considerara los pensamientos, los afectos y las emociones de cada uno, es decir, al ser humano en su conjunto, cuerpo y espíritu íntimamente ligados, no sería tampoco satisfactorio. Su labor al lado de Françoise Mézières le permitió descubrir que un método corporal que no respetara las leyes mecánicas del cuerpo, es decir, la integridad de la estructura corporal, no haría otra cosa que empeorar las dificultades. Todos los movimientos que proponemos en Antigimnasia tienen en cuenta estos tres grandes principios.
—¿Qué retos afronta la Antigimnasia actualmente?
—Nuestro método va a contracorriente y siempre ha sido así. Es un trabajo sobre uno mismo a través de su cuerpo. Una labor de conocimiento, una forma de exploración, de introspección, a través del movimiento. En cierto modo es bastante exigente. Pero al mismo tiempo es de una increíble riqueza. En un mundo que va tan rápido, en el que la exigencia de resultados es permanente, hay que atreverse a tomarse tiempo para uno mismo, para detenerse y escucharse, sin juzgarse.
—¿Qué recuerdos tiene de su madre?
— Debido a su trabajo, ella estaba a menudo expuesta a la luz pública y sin embargo era una mujer discreta, incluso secreta. Tenía los pies en la tierra, lo que no le impedía poseer una gran sensibilidad. Al mismo tiempo, era fuerte y libre. Jamás tuvo miedo de seguir su propio camino. Era también una mujer valiente, fue viuda muy joven, nos crió ella sola a mi hermano y a mí con un amor maravilloso. ¡Yo he tenido la suerte de tenerla como madre!