“Me levanto temprano sin ganas de ir al campo. Tengo miedo de encontrarme otra vez con un desastre y revivir la mala experiencia”, dijo Rodrigo Berta, un joven de 30 años apasionado por las tareas rurales, que hace poco más de un año decidió montar su propio tambo a fuerza de trabajo constante y sacrificio y hace una semana le robaron la ilusión. Llegó al amanecer al campo, ubicado a unos diez kilómetros al sudoeste de San Martín de las Escobas, en el departamento San Martín y encontró los restos de cinco de sus vacas lecheras faenadas y el tambo literalmente destruido.
El dinero inicial para comenzar con su pequeño emprendimiento había llegado también producto de su esfuerzo. “Comencé con la plata de un retiro voluntario de la fábrica láctea en la que trabajé 11 años”, dijo a La Capital y señaló que con ánimo de progresar, se retiró con la idea de empezar su propio establecimiento lechero.
Escaso de recursos, comenzó alimentando a su pequeño rodeo en los caminos rurales y fue invirtiendo su rédito para cumplir el objetivo. También sumó el apoyo de familiares y amigos que lo apuntalaron para acompañar el duro camino de emprender, en tiempos de economía inestable, inflación y sequía.
Abigeato San Martín de las Escobas
Un paso al frente lo dio al alquilar 12 hectáreas del campo de su padre y comprar más animales financiados. Llegó así a 11 vacas en producción que le rendían entre 280 y 300 litros diarios que entregaba a la firma local para la que trabajó antes de largarse a cumplir su sueño. Al mismo tiempo, fue comprando las herramientas necesarias mientras continuaba ordeñando a mano. La máquina de ordeñe también llegó con la ayuda de esa empresa.
También las herramientas
“Cuando estaba llegando al campo noté que algo andaba mal. Las vacas no estaban en el lugar en que las había dejado y a lo lejos y con la poca luz del amanecer vi unos bultos en el corral. Pensé que eran algunas vacas echadas, pero en realidad las habían faenado y solo quedaban los restos. Se llevaron la carne de los cuartos y los lomos”, detalló a este diario y añadió que “el que lo hizo era hábil con el cuchillo, conocía el oficio”.
También le robaron partes de la máquina ordeñadora, el sistema de pezoneras con los pulsadores, una bomba sumergible, los caños de agua y un grupo electrógeno que había comprado a plazos y aún no terminó de pagar. “Me llevaron hasta las botas de goma”, lamentó.
Muy compungido tuvo el reflejo de llamar a un amigo para contarle lo ocurrido. “El llamó a la Guardia Rural Los Pumas. Vinieron, trabajaron en el lugar y siguieron rastros. También pidieron a la comuna los registros de las cámaras del pueblo”, dijo y profundizó: “Identificaron el rastro de una camioneta, pero no tengo muchas esperanzas de que encuentre quién hizo esto”.
Amigos solidarios
El campo en el que se alimentaban las vacas de Rodrigo, tiene pasturas que un amigo sembró a pagar como pudiera. Es que el tesón y la seriedad en su trabajo lo hicieron merecedor del respaldo de sus familiares, amigos y vecinos. “Ahora, que se enteraron lo que me ocurrió, me ofrecen ayuda de todas partes. Me llaman por teléfono, vienen a mi casa a solidarizarse y ofrecerme lo que pueden para que me recupere”, señaló.
En consonancia, Laura, la mamá del joven emprendedor, contó que lo ve muy desilusionado. “Lo vi sufrir mucho. Y simplemente le pedí que no tome decisiones apresuradas, porque siente una profunda impotencia y sabe bien que le costará mucho volver a empezar”, lamentó.