Pese a la lluvia y los fuertes vientos que se abatieron sobre la región en la noche del sábado y que durante la madrugada del domingo lograron desalentar a muchos caminantes, a las 7 el interior del santuario nicoleño de la Virgen del Rosario aparecía literalmente cubierto con los cuerpos en reposo de los peregrinos que trataron de vencer la inclemencia climática y se adelantaron a la llegada del vehículo que trasladaba la imagen sagrada desde Rosario.
Definitivamente cansados, doloridos, rengueando algunos, intentado recomponer sus pies con masajes, fueron muchos los que luego del gigantesco esfuerzo sencillamente se recostaron en el piso y después cayeron en el más profundo sueño, incluso algunos hasta pasadas las ceremonias previstas.
Afortunadamente durante la llegada de la imagen de la Virgen, no se registraron precipitaciones. No obstante, el público que logró culminar la marcha e ingresó al templo fue está vez menos numeroso que en otras ocasiones.
Y ayer a la mañana, la prueba visible de las dificultades de la marcha nocturna era —además de los tradicionales cayados y bastones y las cantimploras y botellas de agua y jugos ya vacías— la gran cantidad de pilotos, capuchas, chalecos y delantales improvisados con bolsas de nilón, con los que se intentó menguar el efecto de la lluvia.
Descompensados
Como nunca en otras peregrinaciones similares, los camilleros del servicio sanitario de la organización debieron trasladar al dispensario montado en el lugar, a varias personas físicamente descompensadas.
Los peregrinos iban llegando al templo desperdigados, en pequeños grupos o individualmente. Puntualmente a las siete, por el ingreso norte del denominado "campito de la Virgen" a la vera de un río Paraná no del todo visible entró el móvil con la imagen de la Virgen procedente de Rosario, custodiado por personal de la Guardia Urbana Municipal.
Con cuidadas maniobras, la imagen fue ingresada al templo junto con otra de la Virgen del Rosario de San Nicolás y la del patrono nicoleño San Nicolás de Bari. Tras los cánticos religiosos que intentaban reanimar a los peregrinos más exhaustos, el arzobispo de Rosario, Eduardo Martín, comenzó la celebración de la Santa Misa.
Representantes de grupos juveniles parroquiales, personas que sufren alguna dolencia, hombres y mujeres agradecidos por algún don otorgado; todo cabe en la peregrinación y todo sirve para expresar la fe.
Testimonios de fe
Así fue que en la peregrinación participaron mayormente rosarinos, pero esta vez por ejemplo hubo también un grupo de mujeres nicoleñas, entre las que se encuentra Sandra Nastasinc. "Esta es la décima vez que lo hago y fue la más difícil; para cumplir una promesa, viajamos en ómnibus en sentido contrario hasta alcanzar la cabeza de la peregrinación a la salida de Rosario y desandamos el trayecto caminando con el resto de los creyentes para regresar a su ciudad.
Contra las 10 veces de la nicoleña Sandra, Malvina Baggi, estudiante secundaria de barrio Alberdi de Rosario, accedió por primera vez a la experiencia de peregrinar y pasar una noche caminando en la ruta. "Es difícil, pero muy lindo" señala junto a sus compañeros.
Para Jacqueline, de barrio Bella Vista, la experiencia reforzó su fe y su confianza. "Veníamos con otro grupo de gente que al llegar a Villa Constitución no resistió el frío y la lluvia y optó por quedarse. Yo seguí junto a una señora que estaba sola", explico orgullosa.
Rengueando
"Tengo un combo muy grande de motivos para participar de la peregrinación", dice María José, de barrio Empalme Graneros. María José expresa su fe en la Virgen mientras sale rengueando del templo para volver a Rosario en ómnibus. Monseñor Martín continuaba entonces oficiando la misa y el templo estaba repleto. En su homilía Martín hizo referencia "a la necesidad de unidad del pueblo argentino". Muchos peregrinos ya han visto entrar a la Virgen al templo y cumplieron su objetivo de posar su mano sobre la urna de vidrio.
El cansancio los vence y la promesa está cumplida. Es hora de persignarse, y volver a casa.
"Tengo un combo muy grande de motivos para participar", dijo María José, rengueando, a la salida del templo