El acceso al agua potable, la producción de alimentos a bajo costo para poblaciones vulnerables, así como de productos lácteos enriquecidos, y el aporte a la producción hortícola urbanos y periurbanos de las grandes ciudades del país son los cuatro proyectos de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) que recibirán 65 millones de pesos en subsidios en el marco de la convocatoria Ciencia y Tecnología contra el Hambre que llevó adelante el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. Proyectos que en más de un caso tienen muchos años de desarrollo y que con esta financiación podrán avanzar en la compra de equipamientos esenciales o en sacar los trabajos de los laboratorios para llevarlos "a escala".
Para el rector de la UNR, Franco Bartolacci, que haya cuatro iniciativas locales seleccionadas por Nación "pone en relevancia nuestras investigaciones en ciencia ligadas a la lucha contra el hambre”.
La convocatoria nacional cerró en diciembre de 2021 con 451 proyectos presentados de todo el país pertenecientes a investigadores de Conicet y otros institutos y grupos de investigación, como el INTA y el Instituto Nacional de Agua, universidades nacionales y privadas. Propuestas que en un 29 por ciento de los casos están vinculadas al desarrollo de tecnología y producción de alimentos, un 19 por ciento a tecnología para acceso al agua y saneamiento y en más de la mitad de los casos (52%) a la investigación y desarrollos orientados.
Entre las 241 iniciativas de las universidades nacionales, la UNR logró que cuatro de los proyectos de sus investigadores resultaran seleccionados. Entre ellas, la construcción de una planta pública de alimentos, una apuesta que encabeza el propio rector, en conjunto con el municipio y organizaciones que brindan asistencia alimentaria, y que recibirá casi 19 millones de pesos para su financiamiento. La meta: elaborar alimentos de alto valor nutricional a bajo costo.
“Un país que produce en materia alimentaria lo que produce Argentina, no puede permitirse que haya cada día gente que no tenga un plato de comida. Eso debe interpelar, pero sobre todo movilizar a todos los niveles del Estado y a la Universidad, poder hacer este puente entre el desarrollo científico tecnológico y el impacto de ese desarrollo en políticas concretas, en este caso, contra el hambre”, afirmó Bartolacci.
Equipos que cotizan en dólares
Patricia Risso lleva más de 20 años trabajando en la Facultad de Bioquímica y Farmacia en la investigación de productos lácteos funcionales, es decir enriquecidos o fortificados con nutracéuticos y minerales bioactivos. Sobre ese espacio, hoy integrado por investigadores de Conicet, de la UNR y la Universidad del Litoral, becarios y tesistas, recayó otro de los financiamientos, esta vez de 15,7 millones de pesos.
“Tiene que ver con adicionar a los productos compuestos con actividad biológica, lo que se conoce como alimentos funcionales que permiten aumentar los beneficios; o retirar lo que sea perjudicial, como puede ser el colesterol", detalló Risso. Si bien se promocionan este tipo de productos en los supermercados, la investigadora dejó en claro que "deben ser absorbidos y eso sucede si el compuesto que se añade está protegido", lo que hace que el proceso no sea tan sencillo.
"Para probar muchas de las ideas que tenemos necesitamos equipamiento, que siempre debe ser adquirido en dólares y que se nos hace muy difícil", señaló la coordinadora del equipo de investigadores que por estos días busca, entre otras cosas, cómo sustituir los colorantes artificiales por naturales. Y adelantó que el destino del aporte será la compra de un secador por atomización que permite "convertir en polvo una solución que después puede ser agregada a un alimento".
A ese se suma otro proyecto vinculado a la producción de alimentos, específicamente a la de tomates en sistemas de producción urbanos y periurbanos a través de la transferencia de conocimiento de los programas de mejoramiento genético de tomate ya existentes en instituciones públicas.
El agua, como necesidad primera
El agua segura es el objetivo de otras dos de las propuestas seleccionadas. Una es la que encabeza Natalia Gottig, biotecnóloga e investigadora del Instituto de Biología Molecular, que trabaja en su equipo para lograr la biofiltración de metales, sobre todo hierro y manganeso, presentes en el agua subterránea que consumen muchas de las poblaciones sobre todo del norte provincial, como Villa Ocampo, Florencia y Las Toscas.
El segundo lo encabeza Virginia Pacini, ingeniera civil e integrante del Centro de Ingeniería Sanitaria que busca llevar soluciones a los barrios rosarinos que aún no tienen resuelto no solo el acceso al agua potable para beber y agua segura para la higiene, sino el saneamiento, lo que implica además la disposición de las excretas, de los residuos sólidos y los desagües pluviales.
A Pacini, el subsidio de 17,3 millones de pesos le permitirá intervenir en dos barrios de la ciudad donde ya vienen trabajando para dar una respuesta a la escasez de agua, pero que va más allá de la técnica. “Lo que vamos a hacer es llevar las propuestas de laboratorio al barrio, con prototipos de intervención de infraestructura, pero además lo innovador tiene que ver con la gestión, porque se trata de armar con los vecinos mesas colaborativas que tengan la operación oficial de esos servicios como solución intermedia al problema", señalo´.
En el caso de Gottig, el aporte nacional de 9,5 millones de pesos también le permitirá sacar el proyecto del laboratorio. En este caso se trata de lograr sistemas de filtrado del hierro, pero sobre todo del manganeso a través de sistemas de filtros que se realizan con bacterias ambientales que son inocuas y que logran oxidar ese metal, un proceso que se hace a través de arena.
Con ensayos ya hechos en laboratorio y a diferentes temperaturas, ahora el desafío es construir una planta piloto que permita producir la bacteria de manera económica con la idea de hacerlas crecer en residuos orgánicos para luego disecarlas, de modo que sea más fácil su traslado y determinar si luego, nuevamente aplicadas al agua, funcionan como sistema filtro.
“Esa es una parte del proyecto, además de determinar si remueven otros metales, como plomo, mercurio y cadmio, lo que permitiría además aplicarlo en otros lugares", agregó la investigadora.