Con el cierre del Madre Cabrini se va el último cine de barrio de Rosario. Y no es un dato menor. Tiene que ver con esto de que el tiempo es veloz (Gracias David Lebón), que atravesamos la era de las pelis que se bajan por internet, de mucho Netflix y la elección de la comodidad antes de la calidad.
Esa cuestión de ver películas en casa porque ¿para qué vas a salir si la tenés con un clic? Bueno, el Madre Cabrini proponía eso, salir de tu casa a ver cine, pero no como un programa excepcional, sino como algo muy cercano, cotidiano, y de paso te codeabas con el séptimo arte de la mano de los clásicos.
Porque la película no empieza cuando uno llega, hay mucha historia del cine en esa pantalla. Del Kirk Douglas de "Espartaco" hasta Anthony Quinn con "Zorba el griego", algún western spaghetti de Giuliano Gemma, y en medio de los tiros y la nave que vuela en "Volver al futuro" aparecen Fred Astaire bailando con Ginger Rogers. Toda la magia se mezcla, se confunde y se ilumina en el repaso de los 35 años de pantalla grande.
Era ir a la avenida Pellegrini a tomar un helado, a comer una pizza o a ir al Madre Cabrini. Recuerdo haber ido un día a la sala con Jorge Debiazzi, en ocasión de una nota que se hizo para La Capital, en donde me mostró la cantidad de material fílmico que tenía. Hay un valor incalculable allí. Creo que Jorge no sólo ama el cine, sino que también fue un gran remador en esto de exhibir buenas películas para el disfrute de la gente. Incluso, siempre hubo una cuestión solidaria en él, por esto de proponer un poco de cultura desde una pantalla de cine y que esté al alcance de la mano, a la vuelta de tu casa y a precios accesibles.
Esa fue siempre la idea que esbozó Jorge en este proyecto de tantos años, cuando internet no estaba ni en la película más futurista de Spielberg.
Ojalá alguien tome la posta y surjan otros Madres Cabrinis en Rosario.