Stéfano, 21 años, estudiante de Diseño y Animación Digital, y tiktoker con 5 mil seguidores.
Llega con sus 46 kilos, vestido todo de negro y azul marino: aros, pulóver, zapatillas, tatuajes. Suelto, locuaz, seguro, contento, a tal punto que si no se lo frena hasta propone mostrar a la fotógrafa las cicatrices de su reciente cirugía de mamas que llevó tres horas de quirófano (toracoplastia masculinizante). No es necesario, se le dice, ya no tiene que demostrar más "qué es o quién es".
Aun así, saca orgulloso su nuevo documento nacional de identidad con su nueva imagen, nombre y sexo tal como lo habilita la ley. A un costado del plástico también está su nueva firma: cuidada, pequeña. "Stef P." se lee.
"Creí por mucho tiempo que era lesbiana", dice Stefano antes de agregar que a los 17 años estaba en pareja con una chica y empezó a sentir que era algo más "sin nombre" porque se sentía una tomboy: "Deseaba a las chicas, pero me gustaba vestir como varón".
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Decidió hablar el tema con su hermana, después con su papá y luego con su mamá. Con su hermana, cinco años más grande, dice que "todo, bien porque se lo veía venir". Su papá le dijo: "«Si no me vas a elegir a mi pareja, yo no elegiré las tuyas... si sos feliz» y después de eso me acompañó siempre, hasta el día de hoy, al punto que vivo con él. En cambio, mi mamá no me entendió".
Lo que es curioso, en cuestión de aceptación dada la brecha generacional, fueron las actitudes de sus abuelos y abuelas.
"Como lesbiana me apoyaron, sorprendentemente, mejor de lo que esperaba. A mi abuela materna le costó ahora este nuevo cambio, me decía «para mí vas a seguir siendo una nena» hasta que un día me pude enojar y le dije: «Soy Stéfano» y lo aceptó a sus 79 años. Y de mis abuelos paternos él siempre me dijo «Flaqui» y lo sigue haciendo, y ella también me banca a full. Si se les va el pronombre equivocado se corrigen, lo intentan".
Stefano encontró un lugar de contención inmediata en la ONG Varones Trans y No Binaries de Santa Fe. En Rosario su referente y presidente es Santiago Quizamas, trabajador del Concejo Municipal y papá de una chiquita. Soy Santiago Quizamas. La sede central está en la capital de Santa Fe, pero desde 2017 llegan a toda la provincia.
"Ahí dije por primera vez mi nombre en voz alta y cuando vi que chiquitos de 8 u 11 años venían a saludarme y estaba entre todo el grupo me relajé. Ellos gozan ahora de un lugar que nosotros no teníamos a su edad. En un año que estoy ahí comencé el tratamiento hormonal, me hice el DNI, cambié mi nombre en la obra social, me operé, tuve novia, pero quiero remarcar que eso es lo que necesité y pude hacer yo: no es necesario cumplir todos esos pasos para ser una persona trans, solo se necesita comprensión, afecto y respeto".
Día de las niñeces y adolescencias 28/04/23
Cuando habla de su tratamiento hormonal muestra los bellos de sus brazos. Explica que con un gel de testosterona consiguió que lentamente se hicieran más visibles en sus miembros superiores e inferiores, dejó de menstruar y le cambió algo la voz.
"El efecto del gel es más lento que los inyectables, pero lo usé hasta la cirugía, ahora comienzo con las inyecciones a sugerencia del cirujano". Se refiere al médico Aníbal Obaid, alguien quien, según dijo, lo contuvo y lo trató "de diez", en el Sanatorio de la Mujer.
Dice que nunca usó ropa "muy femenina" así que su último cambio no le complicó la indumentaria del placard. "Agregué los boxers y deseché los corpiños" se ríe, pero sabe que esta nueva vida es mucho más que eso.
"Me imagino una vida en pareja, con hijos y un perro Golden", ironiza al referirse a una estructura típica y hegemónica de familia. Agrega rápidamente que quiere seguir creciendo libre como persona y en su profesión, "trabajando", cosa que hasta ahora le cuesta por falta de oportunidades. "Tal vez siga dando charlas como activista", dice , porque lo hizo con alumnos de escuelas públicas, en el Concejo y en una empresa constructora. "Mi idea es seguir y aportar todo lo posible para que se respete a las niñeces trans, el cupo laboral y se termine el odio hacia nosotros. Lo intentaré", se propone.
Madeline, 20 años, estudiante de traductorado de inglés.
Le copió el nombre Madeline a una desarrolladora de un videojuego que lleva en la partida a sobreponerte de los demonios. "Cuando googlé sobre ella me enteré que era trans y no dudé, me súper identifiqué con ella, sentí que me hablaba a mí. Tramité mi DNI, hace dos meses que me lo deberían haber dado". Al igual que Stéfano, Madeline concurre a la "Aso", tal como llama al Colectivo de Varones Trans y No Binaries.
También sufre la incomprensión de su mamá, quien le dice que parió a un nene y así lo tratará "siempre". Pero cuenta con el esfuerzo de ser aceptada por su papá y su abuela. "Ella es súperabierta y súperacompaña". Súper. Y, además cuenta con el amor de su novio, quien la llevó a la Aso y la sacó de "una depre" que la tenía "a la deriva".
Madeline contó que con el tiempo se dio cuenta que no fue la primera ni única que la pasó mal en su familia por su sexualidad. "Tuve una tía gay que nunca pudo visibilizarse, mientras que yo desde los 8 años sentí que no encajaba en nada. Pasé por épocas que me decían que me hacía el gay para llamar la atención y bueno, llegué a la Aso donde me dijeron que me podían llamar como quería y vestirme como quería, y acá estoy".
De pequeñita, cuenta que nunca tuvo problemas con su sexualidad: "Me gustaban ambos, nenas y varones, porque a mí me gustan las personas no los géneros. El problema es que cuando jugaba me decían que tenía que ser «príncipe y no princesa» y no entendía por qué ni por qué tenían que gustarme los deportes o no gustarme los chicos por ser afeminado".
Dice que desea acceder a una feminización facial. "Quiero tener más pómulos", explica esta jovencita de bucles renegridos mientras se estira la piel suave y blanca de sus mejillas hacia arriba. "Y quiero tener pechos más grandes, pero no pude hasta ahora acceder gratuitamente a una cirugía y no tengo dinero para operarme por mi cuenta, vengo de una familia humilde".
Se atiende con la tocoginecóloga Nerina Mattio en el área de Salud Sexual y Reproductiva Transgénero del Sanatorio de la Mujer.
"Tomo unas pastillas de hormonas que ella me dio, y sigo paso a paso sus recomendaciones. Por la medicación logré tener una piel más suave, menos granitos y más pechos, pero quisiera aumentarlos", confiesa antes de aclarar que la voz la modificó reeducándola.
- ¿Cuál es la pregunta más ridícula o agresiva que te hicieron?
- ¿Qué tenés ahí abajo entre las piernas?
- ¿Qué contestaste?
Nada. Las moscas y la gente estúpida está en todos lados. Y yo solo quiero amarme. No sé si quiero hijos, no sé si me haré una vaginoplastía (construcción de vagina a través de tejidos del pene). Escribo poesía y estoy trabajando en una novela. Eso por ahora. Solo quiero disfrutar de mi juventud con mi género, todo lo que no pude disfrutar antes.
Jeffrey, 26 años, estudia Turismo y baila Kiki Ball.
"A los 18 años le dije a mi familia que era gay. Ya lo sabían, obvio, porque soy muy afeminado, pero yo sentí la necesidad de decírselos igual por WhatsApp y cerrar allí el tema: luego me emborraché.
Tiempo después viajó solo a Miami. "Viví experiencias que acá no había podido", dice Jeffrey, de cabello tan colorado como el de sus tres hermanos.
Se bautizó con este nombre hace poco tiempo al encontrar la traducción de "Jerónimo", en inglés. No se sometió a cirugía alguna ni tampoco tramitó su DNI porque no quiere aún definir sexualidad en sus documentos. Tampoco tiene apuro y así lo demostró a lo largo de su vida.
Aseguró que de pequeño pensaba que era hetero, luego se sintió género fluido (transiciona entre dos o más géneros de forma permanente o esporádica), más tarde no binario (ni de género masculino ni femenino) y chica trans.
Hoy se autopercibe como "disidente", baila como queer (rechaza los géneros hegemónicos) y dice que usa el pronombre masculino solo "para las cuestiones oficiales". Por todo eso asegura que vive en permanente "disforia "(incomodidad): "Este cuerpo que tengo no es el que siento mío", remarca.
Dice que militó hace un tiempo por la causa LGBT, pero que ahora los reclamos los canaliza desde el movimiento Kiki Ball Room, espacios que buscan visibilizar los derechos de todas las personas que conforman la comunidad LGBTI+ a través del baile.
Vive solo y no trabaja: cuenta con la ayuda de su familia. "Desde pequeño siempre en la escuela y en todos lados fui el puto, el marica y vivía de bajón en bajón, de depre en depre, y siempre salí".
Recuerda que en la escuela primaria siempre jugaba con las nenas y que una vez lo retaron y obligaron a jugar con los varones, quienes siempre se reían de él.
Jeffrey lleva las uñas larguísimas, aros inmensos y unos auriculares inalámbricos donde se recluye para no escuchar a quien no quiere.
Ilusiona formar pareja, se define como "ladrón de cuna" porque dice que no le gustan los hombres mayores y que se siente "feliz" al bailar. De hecho ya será parte de la carroza para la Semana del Orgullo, el próximo 7 de octubre, donde tanto él como Madeline y Stefano celebrarán, cada uno a su modo: marcharán entre cientos de pares del movimiento trans y LGTB, por sus derechos, de manera ruidosa y colorida.
Primeros pasos trans en Rosario
La Asociación Civil Varones Trans y Nobinaries Santa Fe es un lugar de contención e información entre pares, un buen lugar para dar un primer paso para salir del clóset y sentirse que "no se está solo". Así lo dejó en claro Santiago Quizamas, quien le dijo a este diario que cuando se reunieron por primera vez eran "apenas ocho y ahora somos una organización con 300 adolescentes y niños trans, más sus familias. Aquí brindamos acompañamiento y asesoría junto a profesionales para conocer y defender nuestros derechos".
El presidente de la "Aso", como dicen Stefano y Madeline, es crítico sobre la periodicidad de las cirugías.
"Hay lugares en Rosario y profesionales, pero se están haciendo a cuentagotas y hay compañeros que hace 4 años que esperan una intervención. El Estado debería acelerar estos procesos, porque la espera es muy angustiante".
Desde la Secretaría de Género y Derechos Humanos del municipio, el tocoginecólogo Daniel Teppaz asesora sobre qué primeros pasos puede realizar un niño o niña trans para acceder a la atención sanitaria pública.
Este profesional trabajó y capacitó a los agentes de salud en distintas áreas del municipio y la provincia, y remarcó: "El Estado debe hacerles una oferta para acceso a la salud de manera integral. Nuestra recomendación es que acudan a los centros de salud barriales del municipio, porque allí hay gente que conoce cómo tomar la situación, englobarla y buscar especialistas para su derivación. Ellos se encuentran en el Centro de Niñeces y Adolescencias Trans del Hospital de Niños Zona Norte, que es provincial, o en los Consultorios de Diversidad Sexual del Cemar, que son municipales".
Según Teppaz, en estos lugares se ven y escuchan los pedidos de modificar algún aspecto del cuerpo por hormonas o por cirugías, pero "no siempre existe esa necesidad: no debe reducirse la salud de las persona trans a las cirugías", que a nivel público se realizan en el Hospital Roque Sáenz Peña, Municipal, y en el Centenario, provincial, como también y en sanatorios privados.
"En el Zona Norte -añadió Teppaz- se realizó por mucho tiempo trabajo con los equipos pediátricos, de salud mental, endocrinólogos y hasta administrativos para mejorar la accesibilidad de púberes y jóvenes trans".
En Argentina por mucho tiempo las cirugías de reasignación sexual no se hacían. Las personas trans que decidían realizárselas acudían a Chile, donde el urólogo del Hospital Carlos van Buren de Valparaíso, Guillermo Rolando Mac Millan Soto, se especializaba en estas intervenciones.
"Luego el vino a enseñar acá y varios profesionales viajaron allá para formarse. Hoy hay profesionales capacitados, no son muchos aún, y es cierto que hay más demanda que posibilidades de realizar las cirugías, pero se va cumpliendo de a poco" con la ley. Es que según este médico, "hubo que aprender mucho y sobre todo desaprender lo que creíamos saber sobre identidades y sexualidad humanas".