La enfermedad renal crónica afecta a más del 12% de la población argentina, según los últimos registros oficiales. Las causas son múltiples y van desde las genéticas hasta un estilo de vida no saludable: mala alimentación, falta de actividad física regular, y enfermedades previas como la hipertensión y la diabetes.
A lo largo del tiempo, los médicos utilizaron distintos recursos para intentar frenar el avance de problemas renales y evitar así que las personas lleguen al tratamiento de diálisis, que es invasivo y bastante difícil de sobrellevar. Ahora, de la mano de drogas que se utilizan para la diabetes, los nefrólogos, que son quienes atienden las afecciones del riñón, cuentan con más recursos para ofrecer a sus pacientes.
Un 9,5% de ese 12,7% de personas con enfermedad renal crónica estaría en condiciones de recibir estos medicamentos y obtener resultados esperanzadores.
Este es uno de los temas que se abordará en el próximo Congreso Argentino de Diabetes que tendrá lugar en Rosario desde el 28 de septiembre al 1º de octubre, con la presencia de referentes nacionales e internacionales.
Esos fármacos, que nacieron para el tratamiento de los diabéticos, se indican actualmente para mejorar la salud renal. Y no solamente, porque estas drogas ya son recetadas en forma frecuente por los cardiólogos porque mostraron impacto benéfico en el corazón.
Tienen un nombre complicado. Se denominan Inhibidores del cotransportador de glucosa tipo 2 dependiente del sodio. "En ese grupo están la dapagliflozina y la empagliflozina", explicó a La Capital el nefrólogo Gustavo Lavenia, quien disertará en el congreso sobre este tema.
"Estas drogas actúan reduciendo la reabsorción de glucosa (en el túbulo proximal renal). Al actuar de manera independiente de la insulina, son complementarias a aquellas terapias basadas en la insulina", detalló.
"Existen estudios que confirman que reducen de manera eficaz los parámetros glicémicos, de manera mantenida a lo largo del tiempo. También se asocian con una reducción significativa del peso y de la presión arterial, con muy bajo riesgo de hipoglucemias (descenso del azúcar en sangre debajo del nivel normal)".
Incluso, agregó el especialista, muestran mejoría en la posibilidad de muerte por causas cardiovasculares, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, hospitalización por angina inestable y hospitalización por insuficiencia cardíaca.
Al sumarse al tratamiento habitual de la diabetes, los médicos e investigadores se dieron cuenta, por medio de estudios poblacionales, que la enfermedad renal crónica "mejoraba mucho" en relación a quienes no tomaban estos fármacos.
Por el momento la Anmat las aprobó para personas de 18 a 75 años.
Lavenia comentó que estas drogas se encuentran en las guías internacionales de diabetes y enfermedad renal sugeridas como primera línea de tratamiento "por lo tanto obras sociales y prepagas deberían cubrirlas sin problemas". En el ámbito público de la salud aún no se suministran "pero creemos que es cuestión de tiempo ya que todos los pacientes deben tener derecho al acceso".
Detección rápida
El nefrólogo puso el acento en la necesidad de que la enfermedad renal se detecte lo más rápido posible (se puede hacer un diagnóstico con examen clínico más análisis muy simples de laboratorio ya que no suele dar síntomas hasta que no avanzó demasiado). Además, esta batería de drogas no permite "que la persona deje la diálisis, si ya está en esa etapa, sino que deben darse antes para evitar que la patología progrese".
"Desde hace muchos años los especialistas en nefrología esperamos nuevos tratamientos en la progresión de la enfermedad renal crónica, que modifiquen además las consecuencias en otros órganos", señaló el médico.
"Teníamos drogas para la diabetes con mejorías en el riñón pero alguna con demasiados efectos no deseados", señaló.
La historia de estos nuevos tratamientos comenzó en 2008, cuando la FDA, debido a inconvenientes en la seguridad cardiovascular que presentó una droga que se utilizaba en el tratamiento de la diabetes, propuso que para aprobar el uso clínico de una nueva droga antidiabética "ya no era suficiente demostrar que es capaz de controlar los parámetros glicémicos (glicemia y hemoglobinaglicosilada) sino que además debe demostrar que presenta seguridad desde un punto de vista cardiovascular".
En el diseño de los estudios para aprobar nuevas terapias, a partir de ese momento, se incluyó este requisito "que llevó al descubrimiento de tratamientos más seguros que demostraron, además, mejoría de las complicaciones cardiovasculares en este grupo de pacientes. Esto llevó a que en el 2015 se publique un estudio con esta nueva clase de drogas: inhibidores del cotransportador de glucosa tipo 2 dependiente del sodio", señaló Lavenia, y enfatizó que, distintos ensayos "mostraron seguridad cardiovascular y resultados a nivel renal".