Podría decirse que la relación entre la escritora Angélica Gorodischer y el teléfono fue siempre como la de un mal matrimonio. Nada que ver con el romance que logró a lo largo de los años con la escritura y la computadora.
Por Laura Vilche
Podría decirse que la relación entre la escritora Angélica Gorodischer y el teléfono fue siempre como la de un mal matrimonio. Nada que ver con el romance que logró a lo largo de los años con la escritura y la computadora.
Hace unos ocho años esta pionera de la ciencia ficción en la Argentina y ciudadana ilustre de Rosario -que en julio próximo cumplirá 94 años- escribió una irónica carta de lectores que publicó La Capital, donde relataba el corte del servicio telefónico en su casa de siempre, en barrio Tiro Suizo, al sur de la ciudad.
Luego, en 2015, admitió en una entrevista: "El teléfono celular es para mí una especie de esclavitud: «¡Ay, el teléfono, dónde lo puse!». Mis hijos me retan porque no me cuesta nada olvidarme de él". Y como si fuera una saga de infortunios con la telefonía, la semana pasada quién tomó la posta de su calvario fue el mayor de sus tres hijos, Sergio Gorodischer.
En una carta de lectores que se publicó el 21 de enero, bajo el título "Padeciendo a Telecom", Sergio confesó que si bien su madre se adaptó a los tiempos al pasar de la escritura a mano a la computadora "no puede ni desea acostumbrase al uso de la telefonía celular". En diálogo con este diario, precisó que el teléfono negro inalámbrico que posee Angélica junto a su cama y que le permite trasladarse por la casa, tanto como el gris con cable de su escritorio, quedaron completamente silentes en noviembre del año pasado.
Lo peor es que la mudez no solo se apoderó de los aparatos de Angélica sino que parece haber contagiado a unas 300 líneas de zona sur, a pesar de los incansables reclamos que han realizado los usuarios.
De hecho el domingo 23 de enero se publicó otra carta de lectores firmada por María Rosa Muriel y Enrique Ruggeri bajo el título "La comunicación es un derecho social" donde reclaman también a Telecom que los vecinos de J.M Gutiérrez al 2700, desde el 7 de octubre del año pasado están sin línea telefónica, a pesar de pagar el servicio hace 40 años.
"Esta empresa privada se degradó muchísimo: no cumple con su servicio, atiende con poca cortesía o no da respuesta a los reclamos, pero además el Estado también incumple porque no la controla. Las personas mayores necesitan del teléfono fijo aunque las empresas se los quieran sacar de encima, esto no es un reclamo caprichoso es una necesidad que tiene mi mamá y muchos adultos mayores, es un pedido familiar que hacemos por su frágil estado de salud y su seguridad ", aseguró Sergio, el médico de los Gorodischer, hermano de Horacio y Cecilia.
Angélica tiene una relación cercana con el escritor y periodista chaqueño, Mempo Giardinelli. Entre ellos se dicen que son "hermanos", y según Sergio, hace poco Giardinelli llamó a su hermana Cecilia preguntándole si le había pasado algo a Angélica porque no le contestaba sus llamados. Lo mismo ocurrió con la editora de la cuentista rosarina por opción y autora de Kalpa Imperial.
"Varios amigos del país y del extranjero creen que les hacemos una mala broma cuando les contamos que otra vez se rompió el teléfono de Angélica. En 2021 se rompió cinco veces y tardan un montón en arreglarlo", contó Sergio también en la carta.
Comunicarse por teléfono no es algo menor. Es sencillamente la conexión en tiempo, el espacio y los afectos. Para Angélica, que perdió hace poco a su marido Sujer Gorodischer o simplemente Goro, como lo llamaba ella cariñosamente, o que recibió hace poco el "mazazo", según su hijo, de enterarse del fallecimiento de su amiga Hebe, el teléfono también es un artefacto que ayuda a hablar, a tramitar las pérdidas.
Ojalá que la carta de su hijo sea leída y pronto le restablezcan el servicio que pagan tanto Angélica como sus vecinos. Y ojalá pueda esta mujer feminista, irónica y batalladora recomponer relaciones con el teléfono, con quien la une un trato conflictivo pero que a pesar de eso incluye casi como venganza en cuentos, como "Absit" (publicado en 2013 en el centenario El Ateneo, en Antología de cuento argentino) fragmentos como el siguiente:
"Señora -dijo Don Leyes-, ¿me permite el teléfono?
Ya otras veces se lo había pedido y ella lo había hecho entrar a la cocina. Era un buen hombre Don Leyes, grandote, moreno, con una sonrisa agradable, muy bien educado. Hasta le había pedido disculpas por el ruido que a veces hacían con la excavadora o las sierras.
-Pero sí, Don Leyes, pase. ¿Quiere un café? Acabo de prepararlo".
El diálogo es solo una parte de un magnífico y siniestro relato de Angélica que debería leerse o escucharse entero. Tiene como protagonistas a un adulto que es empujado por una nenita al fondo del aljibe.
El teléfono es casi lo de menos en este cuento, en la vida de Angélica no lo es.