“La mejor expresión de mí mismo fue aquel muchacho de 20 años porque nunca volví a ser tan
buena persona. Nunca volví a ser tan generoso, tan crédulo, tan valiente. Los que considero valores
resplandecientes de la condición humana en mí fueron empeorando”, sentencia Rafael Bielsa en
una entrevista con la revista 7 Días.
–No me lo reprocho, pero al mismo tiempo no me entusiasma. Tampoco siento que puedo ser de
la misma manera en que fui entonces porque hoy no es aquel entonces. Cuando en mis hijos mayores
veo esas condiciones aflorar lamento no haberlas conservado en esa magnitud. Pero también sé que en
mí eso sería un anacronismo. No tendría demasiado espacio donde practicar el coraje físico, por
ejemplo.
–¿Cuál es el peor error que cometió en su vida?
–Como diría Borges, no haber sido feliz.
–Está siendo muy duro con usted mismo.
–Bueno, pero te digo la verdad...
–¿Está en la búsqueda de la felicidad o ya se resignó?
–Nosotros fuimos educados en una escuela donde la felicidad no figuraba en el orden de
méritos. Estamos educados para cumplir con nuestro deber, para destacarnos, para modificar el curso
de las cosas hacia lo que creemos que es el bien. Si te toca una madre de Atenas es difícil que
salgas espartano. Salís como te tocó tu madre.
–¿Recibió alguna vez un mimo de su madre?
–Sí, pero, por ejemplo, ser mejor alumno era tu obligación y entonces no tenía ningún
mérito. “Hoy me tocó izar la bandera”, le contaba, y ella me respondía: “Es su
obligación, m’hijito”. O sacaba una canción complicada en la guitarra y le preguntaba:
“¿Te gustó?”. “Sí, pero podría sonar mejor”. Con ese tipo de educación
nunca llegás y eso después se traslada a la vida.
–¿Cuál era el escape?
–Había miles. La literatura, que es un enorme sosiego. La poesía, el cine, el arte en
general, las charlas intensas con amigos. El recuerdo es otro gran apaciguador, las utopías, los
sueños. Hay muchas compensaciones, pero en la vida cotidiana es palo y palo.
–¿Jamás renegó de sus orígenes?
–No, porque vivía una vida bastante bipolar. De lunes a viernes estaba con mis viejos en
un barrio arrabalero donde nos reuníamos con los muchachos en la esquina y nos agarrábamos a
trompadas. Los sábados y domingos iba a la casa de mi abuelo que tenía una biblioteca oceánica y me
sumergía en otro mundo, el de las letras, el de la aristocracia del conocimiento. Entonces, me
siento cómodo tanto en la cancillería como en una villa.
–Vayamos a lo importante. ¿Qué le sirvió más a la hora de la conquista?
–Te diría que las dos cosas. El mundo arrabalero te da sentido del humor y eso conquista
mucho. Y el poder también abre las piernas femeninas. Haber tocado la guitarra también ayudó. Era
una época en que no te levantabas una mina sino recitabas a Vallejos, a Guillén, a Gelman...
–Entonces, tenía todas las herramientas necesarias.
–Y las usé a todas. Por eso me casé tantas veces.
–¿Se considera buen poeta?
–No. En realidad no considero que haga definitivamente bien nada de lo que hago.
–¿Hay algo de autocompasión en usted?
–Nada más alejado de mí que la compasión por mí mismo. En todo caso seré un crítico
severo. No me merezco sentir piedad por mí mismo porque nunca me faltó ningún insumo.
Pasión rojinegra
A Bielsa, su debut en la pantalla chica (conduce “Café Las Palabras”, todos los
viernes por Canal 26) lo entusiasma, la lealtad ideológica lo conmueve, pero lo único que realmente
le calienta la sangre es el maridaje de dos colores: negro y rojo.
“Los dos mayores eran de Newell´s y me acompañaban a la cancha, pero poco a poco dejaron
de ir. Un día le pregunté al mayor por qué y me respondió: ‘Papá, después de seis años de
bancarlo al tío como técnico de la Selección veo una pelota de fútbol y la quiero cortar con una
tijera’”, cuenta algo triste.
–¿Y usted padeció o disfrutó los años de Marcelo como entrenador nacional?
–Creo que pasé por todos los sentimientos. Muchos momentos disfruté y otros tantos los
padecí. También me enojé mucho. Si vos me preguntás si quisiera volverlos a vivir te contestaría
que no.
–¿Qué lo enojó?
–Esa decena de empresarios de la pluma que usan el periodismo para hacer negocios. Decir:
“ese individuo es un subnormal” o “que se cree ese infeliz”, como dijo una
vez el Tano Fazzini sobre mi hermano me produce un profundo enojo.
–¿Son los mismos que despertaron la ira de Maradona?
–Exactamente los mismos. Uno puede decir que no te gusta el planteo táctico de Maradona,
incluso hasta decir que no tenía el rodaje suficiente para ser técnico de la Selección. Pero decir
que no entrenaba a la mañana porque se drogaba a la noche me parece una canallada.
–¿La salida es dar un paso al costado entonces?
–Es una opción. Marcelo no se fue a dirigir al Real Madrid, se fue preso a un campo donde
estuvo tres años encerrado meditando sobre su propia capacidad, el azar, la vida y Dios. Para mí es
injusto. Se puede ser irónico o punzante sin necesidad de ser grosero, indiscreto o buchón.
–¿Qué le legó a Marcelo como hermano mayor?
–El sentido de compañerismo. Nosotros éramos muy compinches durante la adolescencia y la
primera juventud y eso es algo que le transferí. Nosotros compartíamos hasta la ropa. Era una muy
linda relación fraterna.
–Se habla de bautizar como Marcelo Bielsa al estadio de Newell´s. ¿Va a exigir aunque
sea una platea con su nombre?
–No hace falta. Yo decía que no había felicidad mayor que el hermano de uno sea técnico
del equipo que ama. Pero que el estadio se llame para siempre Marcelo Bielsa es algo superior. Es
un orgullo y una felicidad indecible.