Esta vez el vuelo de regreso no fue tan decepcionante como la vez anterior que Barack Obama viajó a Copenhague.
Esta vez el vuelo de regreso no fue tan decepcionante como la vez anterior que Barack Obama viajó a Copenhague.
A principios de octubre intentó en vano en una visita relámpago a la capital danesa convencer al Comité Olímpico Internacional de que Chicago debía ser la sede de los Juegos Olímpicos de 2016.
Esta vez, el presidente estadounidense al menos pudo convencer a los chinos en uno de los puntos de conflicto más importantes y allanar así el camino para un acuerdo de mínimo.
Wen Jiabao, el primer ministro chino, aceptó tras un largo duelo que las medidas de protección del clima de su país sean supervisadas por instancias internacionales. Esa era una condición en la que insistía Estados Unidos para lograr un acuerdo.
Según informaciones del “New York Times”, Obama prácticamente dinamitó un encuentro a puertas cerradas de chinos, brasileños e indios.
Efectivos de seguridad chinos incluso protestaron cuando apareció Obama delante de la puerta, pero el presidente estadounidense dijo que él no quería que se negociara en secreto y por eso entró al salón.
Las conversaciones que siguieron fueron, al parecer, las que llevaron al acuerdo.
Obama fue esperado por muchos durante días en la cumbre sobre clima como el gran salvador. Cuando el presidente llegó el viernes, último día de la cumbre, desapreció de inmediato en los largos pasillos del gigantesco centro de congresos.
Obama fue de una reunión a otra: con los poderosos del mundo, solo on el primer ministro chino, Wen Jiabao, o con la canciller alemana, Angela Merkel. En el medio, ofreció uno de sus acostumbrados discursos brillantes ante el pleno, donde instó a la comunidad internacional a actuar.
Pero, al final, a los estadounidenses les faltó resolución en el accionar propio.
Muchos esperaban que los estadounidenses dieran un nuevo impulso a la cumbre en el último día.
El jueves la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, eliminó un obstáculo importante al acuerdo y anunció que los estadounidenses estaban dispuestos a hacer un aporte considerable al fondo de ayuda a los países en vías de desarrollo. Pero eso fue todo.
En fuentes de las delegaciones se había especulado, entre otras cosas, con que los estadounidenses podrían poner a disposición dinero para salvar los bosques tropicales, lo que se podía interpretar como similar a una reducción de las emisiones de CO2.
De esa manera, Estados Unidos habría llegado a una reducción del 30 por ciento y ejercido presión sobre otros.
Pero Obama abandonó la nevada capital danesa con un logro pequeño. El gran avance, que muchos esperaban de él, no se produjo.
Por María Laura Cicerchia