El Papa Francisco cerró ayer su breve visita a El Cairo en la que defendió la caridad contra el extremismo ante miles de fieles y entre fuertes medidas de seguridad, tres semanas después de los atentados contra la minoría cristiana de Egipto.
El Papa Francisco cerró ayer su breve visita a El Cairo en la que defendió la caridad contra el extremismo ante miles de fieles y entre fuertes medidas de seguridad, tres semanas después de los atentados contra la minoría cristiana de Egipto.
El pontífice argentino, que llegó el viernes a Egipto para promover la paz y la concordia entre musulmanes y cristianos, consideró durante la misa que la verdadera fe es la que conduce "a vivir la cultura del encuentro, del respeto y de la hermandad".
Esta consiste en "ver en el otro no a un enemigo al que hay que vencer, sino a un hermano al que hay que amar", insistió. Pues "¡el único extremismo admitido por los creyentes es el de la caridad! ¡Cualquier otra forma de extremismo no viene de Dios y no le gusta!".
Unos 15.000 fieles asistieron a esta ceremonia religiosa, según la Santa Sede, que recibieron al Papa con globos de los colores blanco y amarillo del Vaticano lanzados al aire.
Tras esta misa y un almuerzo con obispos egipcios, Francisco se reunió con futuros sacerdotes en un seminario copto católico.
Luego, el presidente egipcio, Abdel Fatah Al Sisi, lo saludó por última vez al pie de su avión, al término de una visita de 27 horas, su primera a este país de mayoría musulmana.
El viaje del Papa se produjo tres semanas después de que el grupo yihadista Estado Islámico (EI-Isis) perpetrara dos ataques contra iglesias coptas ortodoxas que dejaron en total 45 muertos. Por lo que adquirió un carácter simbólico para los cristianos del país.
Egipto cuenta con una comunidad católica de unos 272.000 fieles, es decir el 0,3 por ciento de la población egipcia. Los católicos están presentes en Egipto desde el siglo V.
La misa de ayer se celebró en un ambiente cálido, a pesar del inmenso y omnipresente dispositivo de seguridad con helicópteros y cientos de policías y militares del ejército, en cada una de las entradas del estadio.
El pontífice, de 80 años, dio una vuelta al estadio, sonriente, a bordo de un coche eléctrico descapotable, parándose a besar a un grupo de niños vestidos con trajes dorados inspirados en el antiguo Egipto.
Al son de cantos religiosos, Francisco subió a un gran estrado e inició su homilía, pronunciada en italiano y traducida al árabe por un intérprete.
Desde primera hora de la mañana, los fieles llegados en autobuses pasaron varios controles de policía para llegar al estadio militar.
Monjas con sotanas, familias, hombres en traje, jóvenes vestidos con vaqueros, curas ortodoxos y católicos o personas mayores avanzaban lentamente por las entradas del recinto.
"Me gusta el Papa, sonríe, se implica, es guapo. Sus palabras son fuertes y me llegan", explicó Wessam Adel, un scout de 21 años.
"Es muy importante que esté aquí. No tenemos miedo de ir a la iglesia en Egipto", afirmó un fiel, Nabil Shukri, que seguía la ceremonia en árabe, sujetando una bandera con los colores del Vaticano.
La concentración religiosa reunió ante el Papa a todos los ritos católicos del país, especialmente las iglesias coptas, armenia, maronita y melquita.
Dignatarios religiosos musulmanes también asistieron a la misa.
Tras su llegada el viernes a El Cairo, el jefe espiritual de los católicos en el mundo abordó asuntos de importancia en Oriente Medio como la proliferación de las armas o los "populismos demagógicos".
Por Lucas Aranda