Centenares de alcaldes, estrellas de cine como Leonardo di Caprio o Robert Redford y numerosas ONGs presionaron ayer en París para que las negociaciones sobre el clima no queden encalladas en discusiones semánticas.
“Somos capaces de encarar los mayores desafíos, trabajando juntos”, declaró Di Caprio ante los responsables de casi 1.000 ciudades congregados en la alcaldía de París. La cumbre se desarrollará hasta el viernes 11. La aparición ayer de la gran estrella de “El lobo de Wall Street” concitó la atención de los medios internacionales.
Nueva York, Río de Janeiro, Madrid, Accra (Ghana), Sídney... las urbes de los cinco continentes dijeron presente en esta cumbre, en la que se comprometieron a que sus ciudades, en las que viven 600 millones de personas, funcionen hacia 2050 con un 100% de energías renovables.
El presidente francés, François Hollande, invitó a los alcaldes del mundo a participar en la lucha contra el cambio climático y elogió a los que ya dan ejemplo con edificios de bajas emisiones y políticas de transporte público. “Ninguna región del mundo puede sentirse protegida del desorden climático”, afirmó Hollande.
En las afueras, varios activistas simularon una muerte colectiva derrumbándose sobre el pavimento para representar a las poblaciones vulnerables amenazadas por la subida del nivel del mar y los fenómenos climatológicos extremos provocados por el calentamiento global causado por el hombre.
“¡Justicia climática ahora!”, corearon dos docenas de activistas, algunos en el suelo y otros en pie mientras sostenían fotografías de países empobrecidos que sufren los efectos del calentamiento global. Los activistas quieren que el futuro acuerdo global climático de la cumbre incluya promesas de ayuda para compensar las pérdidas y daños causados por el calentamiento global.
Entre tanto, los negociadores de 195 países elaboraban un documento que se agrandaba y achicaba como un acordeón, según los corchetes que se iban poniendo o sacando como reflejo de intereses geopolíticos y económicos en los que se juega nada menos que el futuro del planeta.
El tiempo, sin embargo, apremia, dado que hoy deben entregar un borrador a los ministros que la semana que viene tratarán de dar un contorno definitivo a un acuerdo que pretende limitar el calentamiento global a un máximo de 2º C respecto a los niveles de la era preindustrial.
La directora de la agencia de cambio climático de la ONU dijo que las negociaciones van según lo planeado y que su mayor preocupación es que los negociadores descansen lo suficiente y se mantengan concentrados.
Christiana Figueres insistió en que un acuerdo internacional para combatir el calentamiento global debería incluir partes legalmente obligatorias y dijo que es imposible cuantificar cuánto le costará al mundo limpiar y proteger poblaciones afectadas por el cambio climático.
“Estamos en donde deberíamos estar”, dijo Figueres. Las conversaciones concluirán el 11.
Las líneas de discusión son las tradicionales: la financiación, el carácter vinculante de un acuerdo y sus mecanismos de verificación.
La cuestión de la financiación opone los países del Norte industrializado, los mayores emisores históricos de gases de efecto invernadero (GEI), a los del Sur, los principales afectados por el calentamiento global.
Los industrializados se habían comprometido en 2009 a movilizar a partir de 2020 fondos públicos y privados por un total de 100.000 millones de dólares anuales, para ayudar a los países pobres a adaptarse a las consecuencias del calentamiento global y a asegurar su transición hacia energías verdes.
Pero la procedencia y la atribución de esos fondos son por el momento cosas poco claras u objeto de controversias.
El propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, tomó el jueves cartas en el asunto e instó desde Nueva York a los industrializados a “reconocer la responsabilidad que les corresponde”.
Amenaza. El calentamiento global acentúa la frecuencia y la intensidad de huracanes, sequías e inundaciones y amenaza la existencia misma de Estados insulares del Pacífico, a causa de la subida del nivel del mar.
Por eso, varios expertos recomendaron ayer a los negociadores de París que el acuerdo incluya la noción de “refugiados climáticos”.
Según el observatorio de situaciones de desplazamiento interno (Idmc), una ONG noruega, en promedio unas 26 millones de personas debieron dejar sus tierras cada año entre 2008 y 2014 a causa de fenómenos climáticos o meteorológicos extremos.
La conferencia del clima se inauguró el 30 de noviembre en presencia de 150 jefes de Estado y de gobierno, que buscaban de ese modo exorcizar el fantasma del fracaso de la COP15 de 2009 en Copenhague.
También alentaba a cierto optimismo el hecho de que Estados Unidos y China, las dos mayores economías y los dos mayores contaminadores del planeta, hubiesen presentado metas de reducción de gases de efecto invernadero, algo esperado.
Pero las contribuciones que cada país se dijo dispuesto a hacer se revelaron insuficientes para limitar el calentamiento global a 2º, un tope que los países más amenazados quisieran reducir a 1,5ª.
“Los negociadores y los ministros tienen que estar a la altura del impulso dado por los jefes de Estado y de gobierno. Y por el momento, las cuentas no están dando”, dijo ayer el ministro francés de Relaciones Exteriores y presidente de la COP21, Laurent Fabius.