La madrugada del sábado 14 de octubre de 1973 el bioquímico, vicepresidente del Banco Municipal y dirigente del peronismo rosarino Constantino Razzetti, de 58 años, llegó al volante de su Valiant 3 verde clarito a su casa de San Lorenzo 2674, junto a su esposa, la farmacéutica Nélida Gitrón, y su hijo Fernando. La luz de la mitad de cuadra estaba apagada -una lamparita de 75 que mal iluminaba en medio de los frondosos plátanos que se habían salvado del intendente Luis Cándido Carballo- y Nélida y su hijo bajaron y entraron, pero cuando Constantino descendió del auto fue sorprendido por al menos tres atacantes (identificados por la querella como Aguilera, Garcilazo y Echeverría, cuadros del Sindicato de la Carne) que lo esperaban en la oscuridad, escondidos detrás de los árboles, y le dispararon cuatro tiros, tres de los cuales lo dejaron malherido junto al auto. Nélida salió corriendo de la casa a los gritos a ayudarlo y los sicarios también le dispararon. Ella se tiró arriba de su esposo, le pegaron dos disparos y un tercero dio en un árbol. “El empleado judicial que participó en la última medida escribió que a mi viejo lo habían matado de un tiro de bajo calibre. No tiene la menor idea. Fueron siete tiros de calibre 9 milímetros: cuatro a mi viejo, uno al auto y dos a mi vieja”, aclara ahora Carlos Razzetti, de 69 años, el hijo de Constantino que investigó el crimen y logró una carga probatoria tan abrumadora que en la Justicia rosarina y de la región nadie comprende cómo los autores materiales e intelectuales todavía no fueron condenados medio siglo después.
En ese contexto, a Constantino Razzetti lo seguían e investigaban desde al menos 1972 grupos de inteligencia -posiblemente del Ejército-, en épocas en las que la doctrina de la seguridad nacional con sus tareas de guerra contrarrevolucionaria comenzaba a ser aplicada por distintos sectores militares y policiales, en los que también participaban dirigentes y cuadros de la extrema derecha del peronismo, algunos de cuyo grupos confluyeron en octubre de ese año en la creación de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).
“Hay una denuncia de 1972 con la presentación de un hábeas corpus por Constantino Razzetti y su familia por un allanamiento” confimó un vocero de la investigación. “Nos allanaron la casa un año antes. A mi viejo lo venían siguiendo, por eso presentó un hábeas corpus”, ratifica Razzetti.
Perón había vuelto del exilio de 18 años y el 20 de junio de 1973 la Triple A hizo su presentación en sociedad con la masacre de Ezeiza, conducida por el coronel Jorge Osinde, que en la época fue bautizado como “asesino del pueblo” por ordenar a sus cuadros disparar a mansalva desde el palco oficial sobre las columnas del peronismo que llegaban a abrazar al líder allende el conurbano bonaerense.
La última cena
El dirigente del peronismo de derecha Luis Scarazzini -“un tipo muy oscuro”, según un portavoz judicial con acceso a la causa- organizó el viernes 13 de octubre de 1973 la Cena de la Victoria en el Club Sarratea, del barrio Alberdi, en nombre de las unidades básicas Juan Perón y Coronel Cogorno, con un asado para 150 personas, al que Constatino Razzetti fue invitado como el principal orador, al extremo que se sentó en la cabecera de la mesa principal, junto a su esposa y a su hijo Fernando, de 21 años.
Fiel a su estilo, Razzetti dio un discurso fervoroso, en el que rescató “el valor y heroísmo de la juventud en la lucha por la vuelta del general del exilio” y fustigó a “los traidores de la burocracia sindical”, en una unívoca referencia a Luis Rubeo padre y a los culatas del Sindicato de la Carne, que lo observaban con cara de poco amigos desde una mesa del fondo, con los brazos cruzados y sin soltar un aplauso. Ante esa frase, el propio Rubeo hizo a sus adláteres la seña de “bajarle la caña”.
En este punto, una fuente consultada por este diario disiente con Carlos Razzetti sobre si el crimen -que a todas luces había sido planeado con anticipación- iba a ser ejecutado en otro momento, pero ese discurso encendido precipitó la decisión de asesinarlo esa madrugada. “El crimen de mi viejo estaba planeado desde hacía mucho tiempo, por eso Scarazzini organizó esa cena y lo invitó como orador”, advierte Razzetti. “Para mí no iban a matarlo esa noche, pero el discurso de Constantino Razzetti los hizo calentar y alguien tomó la decisión de asesinarlo. Por eso la demora en la que participaron Ana Farhed de Mansilla y su esposo -vinculados al Sindicato de la Carne- para darles tiempo a los sicarios a preparar el terreno de la emboscada”, arriesga un vocero de la investigación.
“Yo no sé para qué me invitaron. Acá hay gente que no me gusta”, confió Constantino a su esposa y su hijo, ofuscado cuando volvió a su mesa. Antes de irse el (exdirigente de la Resistencia Peronista) “Chancho” Lucero le ofreció un arma o, en su defecto, acompañarlo con varios compañeros, algo que Razzetti rechazó de plano.
“Mi viejo nunca pensó que lo iban a matar así. El tenía miedo de que le pusieran una bomba, por eso siempre nos decía que si veíamos un paquete raro no lo tocáramos y llamáramos a la policía. Yo no estaba todo el día calzado, pero tenía dos armas, un revólver y una pistola, y sabía tirar, iba a practicar tiro regularmente. Siempre le decía que yo lo iba a cuidar y que mientras estuviera conmigo no le iba a pasar nada, pero mi viejo me decía que de ninguna manera iba a aceptar que me expusiera para defenderlo, que si me pasaba algo él se iba a morir”, recuerda Carlos, en una pregunta sin respuesta que repite como un mantra.
“A los pocos días del crimen de mi viejo un sábado a la tarde aparecieron dos muchachos por mi casa, que preguntaron por mí. Eran Silva y Tettamanzi, que me dijeron que eran del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), que si quería saber quién había matado a mi viejo tenía que acompañarlos. Yo pensé que no venían a matarme porque si no me habrían pegado un tiro directamente, así que me subí a su auto, donde me hicieron acostar en el piso del asiento de atrás con los ojos vendados y dieron un montón de vueltas hasta que me bajaron en una casa, donde en una pieza tenían secuestrado a Pedro Saucedo, un pata de plomo de Luis Rubeo padre, que estaba atado a una silla, con una bandera del ERP atrás. Le pregunté quién había matado a mi viejo y Saucedo me contó que fueron ellos, los del Sindicato de la Carne, por órdenes de arriba. Los del ERP me llevaron a hablar con él, a quien al poco tiempo liberaron, para desmentir unos volantes que decían que Constantino Razzetti había sido ajusticiado por el ERP”, confía Razzetti uno de los primeros capítulos de su extensa investigación.
A los pocos días Silva y Tettamanzi fueron detenidos y finalmente asesinados por la policía en un confuso operativo desarrollado en el barrio La Guardia, en la zona de España y Echeverría, donde fueron sorprendidos cuando volanteaban en un auto, junto a dos mujeres militantes del ERP. “A Silva y Tettamanzi los detuvieron y los mataron, pero en un operativo tan irregular que ni siquiera existe una causa judicial -ni provincial ni federal- por los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el aparato represivo estatal”, advirtió Razzetti.
A los pocos días del crimen, el juez provincial Raúl Iturraspe recibió la visita del coronel Jorge Osinde, junto a otros militares integrantes de la Triple A, quienes también se entrevistaron con el intendente Ruggieri, entre otros funcionarios. “Cuando fui a ver al juez Iturraspe, éste fue muy clarito sobre que no iba a investigar nada cuando me dijo: «Mirá, pibe, yo te aconsejo que te corras de esto porque es un fierro caliente y yo por un sueldo no me voy a jugar el pellejo». Entoncés le reputeé y no lo vi nunca más”, recuerda Razzetti, quien coincide con un portavoz judicial sobre la inocultable presión que hicieron Osinde y su patota de la Triple sobre el juez y otros funcionarios rosarinos de la época.
En este punto sobre la increíble falta de declaración del crimen de su padre como delito de lesa humanidad, que se basa en la probada participación de organismos estatales en la persecución de la víctima y hasta en el ocultamiento de sus autores, Razzetti y otra fuente coinciden en que “no existen motivos para decir que el crimen no fue hecho por la Triple A, cuando en realidad ese organismo asesinó Colombo, el jefe de Redacción de Diario El Norte, de San Ncolás, el 21 de septiembre de ese año, casi un mes antes, en una causa en la que sus autores materiales fueron condenados”.
Tras medio siglo de impunidad otorgada por la inexplicable inacción de la Justicia, Carlos Razzetti sostiene que “estoy harto de la denegación de justicia que le han hecho a mi familia el narcojuez (Marcelo) Bailaque, como lo defineron dos fiscales en La Capital cuando recibió varias denuncias de narcotráfico y no las investigó”.
“Aquella noche del crimen de mi viejo yo tenía 19 años y había ido a balar a Sambae, un boliche de San Lorenzo, y cuando volví encontré las cortinas corridas, como no estaban nunca, a mi tío materno en la cocina, que me dijo: «Hubo un problema, lo tirotearon a tu viejo». Hace 50 años que investigo su crimen, tengo una carga probatoria abrumadora, Bailaque declaró que no fue hecho por la Triple A para que no sea considerado de lesa humanidad y poder declarar la extinción de la acción penal que le permitió a (Luis) Rubeo (padre) morirse impune, pero te aseguro que no voy a parar hasta que la Justicia lo condene a Rubeo como autor intelectual y a la patota del Sindicato de la Carne como autores materiales del crimen de mi viejo”, advirtió el hombre que investigó el asesinato de su padre, durante medio siglo de impunidad.
Piden detención e indagatoria por el asesinato de Constantino Razzetti
“Un zurdito al que hice bajar”
El exagente de Inteligencia del Ejército, Eduardo Costanzo, declaró en sede judicial que el extinto dirigente Luis Rubeo padre le confió que ordenó el crimen de Constantino Razzetti.
Carlos Razzetti recordó que la declaración de Costanzo, a quien ahora el juez federal Marcelo Bailaque imputó por seis crímenes de lesa humanidad, se originó en un encuentro casual que Luis Rubeo padre y Costanzo tuvieron con el hijo de Constantino Razzetti, en la puerta de la sede del Club Provincial, cuando ambos salían de la fiesta de bautismo de un hjo del “Tucu" Costanzo, apadrinado por Rubeo.
Carlos Razzetti recuerda que “cuando lo vi a (Luis) Rubeo (padre) lo reputié y le dije: «Me vas a pagar el asesinato de mi viejo»”.
Esa versión fue ratificada por Costanzo, en el tribunal: “Cuando salíamos de Provincial con Rubeo apareció un tipo que le insultó, yo me quise meter, pero Rubeo me paró. Después le pregunté quién era ese y me dijo «Razzetti». ¿Y quién es Razzetti? «El hijo de un zurdito al que hice bajar».