Será la “ciudad del futuro” y la más enorme y ambiciosa construcción...de hacerse realidad. Por ahora no pasa de las pantallas de las computadoras, donde luce muy bien en las imágenes 3D de los arquitectos. Es el proyecto que impulsa el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed ben Salman, The Line (La Línea) un enorme edificio de casi medio kilómetro de altura y dos cuerpos separados por jardines que recorrerá 120 kilómetros del desierto saudita. Y deberá ser hogar de hasta nueve millones de personas, nada menos. El rey de hecho de Arabia afirma sin tapujos: “serán mis pirámides”. Pero los urbanistas se muestran escépticos, tanto sobre el concepto como sobre su viabilidad, y sobre todo, su sustentabilidad: ¿cómo proveer de agua potable a cinco millones de personas en medio del desierto saudita?, es una de las muchas dudas y preguntas que surgen sobre el faraónico proyecto del príncipe saudita.
El ampuloso proyecto trae a la memoria el crecimiento inmobiliario de Dubai, que edificó en el desierto construcciones multimillonarias que captaban la atención mundial. Pero lo que quieren hacer los sauditas no tiene comparación, es de otra escala. Y esto es lo que crea dudas sobre su viabilidad, en un ambiente que es uno de los desiertos más extremos del planeta, con temperaturas que casi todos los días salvo en invierno superan los 36/42º C.
La Línea será una enorme ciudad lineal de 120 kilómetros con capacidad para acoger a unos 9 millones de habitantes. Estará compuesta por dos edificios paralelos de hasta 487 metros de altura que serán conectados por pasarelas, que correrán en una línea a través del terreno costero, montañoso y desértico, según los documentos de planificación que exponen la idea por primera vez en detalle y a los que The Wall Street Journal (WSJ) tuvo acceso. Si llegara a construirse, The Line será la estructura más grande del mundo. El costo, un aspecto para nada menor: entre un billón de dólares y tres, según sea la fuente que estime el precio final. Salman les dio una idea o directiva bien clara a los proyectistas: “que sean mis pirámides”, ordenó el monarca absoluto de Arabia. Parece que el proyecto personal de pasar a a la historia como los faraones egipcios supera a la racionalidad de base que debería ser el punto de partida del proyecto.
Entre los detalles que se conocen, un tren de alta velocidad pasará por debajo de los edificios en espejo. Para alimentar a sus residentes, el proyecto prevé una agricultura vertical integrada en los edificios. Los residentes pagarán una suscripción para que se les sirva el desayuno, el almuerzo y la cena. No se explica con claridad de dónde saldrá la enorme cantidad de agua que se necesitará para regar esos jardines y huertas verticales, ni para dar de beber a los habitantes.
También habrá un estadio deportivo colgado a más de 300 metros de altura y contará, en su extremo occidental, sobre el Mar Rojo, con un puerto para yates, que quedará bajo un arco de los dos edificios. Los dos bloques paralelos unirán el Golfo de Aqaba, sobre el Mar Rojo, con el desierto saudita a través de una cadena montañosa, otro desafío para el proyecto.
“La Línea de Espejos forma parte de una serie de proyectos de alto nivel que conforman Neom, un desarrollo del tamaño de Massachusetts concebido por el príncipe Mohammed para diversificar la economía del reino y dejar de depender del petróleo”, señala con entusiasmo el WSJ.
No habrá autos ni contaminación, aseguran los impulsores del proyecto. En el desierto habrá algo que llaman “aerotrópolis”, un suburbio construido en torno a un aeropuerto futurista que unirá a la nueva ciudad con el resto del mundo.
La Línea ocupará una superficie de apenas 34 kilómetros cuadrados. Con ello se busca que cada uno de sus vecinos pueda cubrir todas sus necesidades diarias con un paseo de cinco minutos. Su sistema de transporte público será un tren de alta velocidad capaz de desplazarse de un extremo a otro en 20 minutos.
El faraónico plan “ofrece un nuevo enfoque para el diseño urbano: la idea de superponer las funciones de la ciudad verticalmente mientras brinda a las personas la posibilidad de moverse sin problemas en tres dimensiones: hacia arriba, abajo o transversalmente”, elogia la agencia estatal saudita SPA.
Los residentes “contarán con un microclima templado, suministros de energía y agua 100% renovables” y una posición estratégica que le permite conectarse con el 40% de la población mundial con un vuelo de unas cuantas horas, agrega la agencia estatal del reino saudita. Son afirmaciones optimistas, que aún esperan confirmación de fuentes científicas independientes. Hay que explicar que el príncipe y monarca de hecho no es un rey al estilo europeo, sino un dictador absoluto: tiene el mismo poder de un rey europeo del siglo XVI, o incluso más. Todos en Arabia Saudita temen contradecir a su majestar, Mohammed ben Salman. El príncipe se hizo siniestramente famoso por ordenar el asesinato y desaparición del periodista opositor Jamal Khashoggi el 2 de octubre de 2018. Pero el peso estratégico y económico de Arabia Saudita hizo que rápidamente las demás naciones readmitieran al príncipe en las reuniones internacionales, como las del G-20. Ayer estuvo con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien lo recibió con honores en París.
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El príncipe Salman develó por primera vez su idea de una ciudad lineal, sin coches y con cero contaminación, en enero de 2021. Durante el lanzamiento de The Line el príncipe dijo que con el proyecto el país “se compromete con una revolución civilizatoria que pone a los humanos primero sobre la base de un cambio radical en la planificación urbana”. Neom o The Line es propiedad del fondo soberano de Arabia Saudita, que es el fondo de inversión más grande del planeta. Con la iniciativa, quiere atraer fondos extranjeros, crear miles de nuevos puestos de trabajo y sobre todo dar una imagen futurista y progresista de Arabia Saudita, un país que es de los más retrógrados del mundo en materia educativa y de libertades personales. El clero islámico de línea ultraconservadora maneja la educación, la cultura y todo lo vinculado a vida diaria y costumbres.
El plazo de finalización para el proyecto es el año 2030. Según WSJ, antes se deben resolver muchas cuestiones, como la gestión de la migración de millones de aves a través de los corredores que cruzará el enorme edificio. Una evaluación inicial del impacto de The Line elaborada en enero de 2021 señalaba que el proyecto tendría que construirse por etapas y podría tardar 50 años. También hay preocupación por la posibilidad de que la gente evite vivir en un entorno a casi medio km de altura tras la pandemia de coronavirus y por el hecho de que el gran tamaño de la estructura altere la dinámica del flujo de aguas subterráneas en las napas del desierto y restrinja el movimiento de las aves y otros animales.
La Línea fue diseñada por el estudio estadounidense Morphosis Architects, fundado por el ganador del premio Pritzker de Arquitectura Thom Mayne, y cuenta con la participación de al menos otros nueve consultores de diseño e ingeniería, como WSP Global, de Montreal, y Thornton Tomasetti, de Nueva York, entre otros. Todos cobran honorarios famosos por su gran cantidad de ceros, pero esto no preocupa al príncipe saudita ni a su fondo soberano de inversión.
La propuesta es construirlo por etapas, creando estructuras de 790 metros de largo que se conectarán a lo largo de una línea, con alturas variables de hasta 487 metros, más altas que el Empire State o la torre Eiffel. “Encarna lo que serán las comunidades urbanas en el futuro, con un entorno libre de carreteras, autos y emisiones. Funcionará con energía 100% limpia y priorizará la salud y el bienestar de las personas sobre el transporte y la infraestructura”, declaró el príncipe.
El reino tiene unos ingresos económicos inesperados gracias a los altos precios del petróleo, lo que ha permitido al príncipe seguir adelante con sus proyectos ambiciosos. Por ello, da igual lo que cueste el proyecto. Mohammed ben Salman ya se lo dijo a los ingenieros: “Quiero construir mis pirámides”.