Mientras aún se está definiendo si el vacío que ha dejado el gas será reemplazado por energías renovables, reafirmando el espíritu de la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático, o si volverá a entrar en escena el carbón y el desarrollo nuclear, retrasando los compromisos ambientales asumidos por las potencias europeas, las consecuencias de la Guerra entre Rusia y Ucrania se empiezan a notar en el mundo.
A nivel regional, América Latina ya está sintiendo las consecuencias del conflicto con un sustancial aumento del precio del petróleo. Al mismo tiempo, se encuentra en alza el desarrollo de soluciones para el almacenamiento de energías renovables como baterías e hidrógeno. Esta evolución tecnológica posiciona de manera estratégica a la energía solar y eólica que históricamente fueron puestas en dudas por sus problemas de variabilidad.
Por otro lado, antes de que comenzará el conflicto bélico en Ucrania, el mercado de las energías renovables europeo se encontraba “saturado”. Esta situación beneficiaba a los países latinoamericanos, ya que el acceso a las tecnologías tales como paneles solares y los aerogeneradores se notaba cada vez más alcanzable. Desde el inicio del conflicto, sin embargo, se pudo observar un alza en el costo de la logística de embarques, lo cual se refleja directamente en las inversiones de parques eólicos y solares en nuestra región.
Es indispensable destacar que al día de hoy se consume más energía que nunca antes en la historia. Es por ello que la discusión no debería rondar únicamente en el tipo de energía necesaria para suplir la demanda, sino en la necesidad de reducir su consumo. La eficiencia energética, cuyos beneficios son tanto económicos como ambientales, debería ser transversal a cualquier plan que se proponga para la salida de esta crisis bélica y ambiental.
El panorama a futuro de las energías renovables, entonces, continúa sin ser claro. A pesar de los compromisos asumidos por los países en las conferencias internacionales, como por ejemplo el caso de Argentina, continúa sin definirse la hoja de ruta para alcanzarlos. Nos encontramos en un momento en el que más que nunca se observa la fragilidad del sistema de cooperación internacional para la protección ambiental y esto tendrá un impacto enorme en la próxima Cumbre Climática que se llevará a cabo en Egipto en noviembre de este año.