“El camino del esfuerzo siempre tiene su recompensa y en la facultad la mayoría de las veces triunfa la constancia y el compromiso diario con uno mismo, nadie estudia ni se forma por vos”, sostiene Tomás Mingarlo, estudiante de derecho. Su reflexión resume el sentimiento que tiene la mayoría de los y las estudiantes en la etapa final de la carrera. Así lo expresan también Brenda Ojeda, terminando de rendir las últimas materias de clínica para recibirse de médica y Lucía Pérez Goiri, a punto de obtener el título de licenciada en comunicación social.
Tienen entre 23 y 25 años y son conscientes que muy pronto dejarán de ser estudiantes y ese día que imaginaron cuando ingresaron por primera vez a la universidad, ya no será un sueño. Los jóvenes que este año aspiran a convertirse en profesionales conversaron con La Capital sobre sus desafíos, las experiencias más gratificantes y cómo llevaron los dos últimos años de la carrera en pandemia. También contaron qué los deslumbró de la carrera, su vocación de servicio y los proyectos por delante.
A Lucía le quedan solo dos materias para graduarse en la Facultad de Ciencia Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En su trayecto por comunicación social, la diversidad de áreas en la formación es lo que más la sedujo. “También es súper enriquecedor contar con muchas herramientas teóricas para pensar desde diferentes lugares”, reconoce la estudiante interesada especialmente en la comunicación interna de las organizaciones.
La joven reparte su tiempo entre el estudio y el trabajo, al principio dedicada a la comunicación y producción de contenidos para redes sociales y páginas web, y hoy realizando tareas en el área de investigación clínica, un sector que no se vincula con su profesión pero que también disfruta.
“Cuando uno sale a buscar trabajo tal vez no cuenta con tantas herramientas en sectores que tienen mucha competencia, y el avance de lo digital suele dejar un poco atrás a la carrera. Por eso es importante delimitar un área para especializarse y formarse, sino tenemos esa sensación de que sabemos un poquito de cada cosa que nos permite postularnos a varios empleos pero no alcanza”, aconseja. También destaca que la mayoría de las pasantías que ofrece hoy la carrera se realizan en sectores de la Municipalidad y que la universidad podría ofrecer otras específicas en comunicación.
Para la futura comunicadora social, el cursado durante la pandemia fue enriquecedor. Asume que quizás ocurrió porque transitaba la etapa final de la carrera y ya tenía un grupo de estudio formado, hacía ayudantías de cátedra, tenía contacto con profesores y un recorrido en la universidad. “Además contaba con herramientas para poder cursar de manera virtual y aunque faltaba ese complemento del contacto en el aula, en lo personal me sirvió para organizarme con el trabajo y rendir materias”, dice. Una oportunidad además para pensar en el uso de las tecnologías, el tema que eligió para la presentación de la tesina.
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Dudas y certezas
Aunque asegura que siempre se mostró segura de su elección, en cuarto año sintió que la carrera ofrecía poco contenido: “Había algo que no me estaba dando, incluso empecé los cursillos para estudiar medicina porque quería hacer algo más. Al cursar las materias electivas enseguida retomé el entusiasmo”.
Estudiando medicina, Brenda Ojeda también narra su experiencia en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR. Aunque reconoce que muchas veces sintió dudas del camino elegido, la vocación se hace cada vez más fuerte y permite superar los miedos. “La medicina es una experiencia única, donde aprendés mucho en lo profesional tanto como en lo personal, y significa atravesar obstáculos constantemente. Me encontré con muchas cosas que me motivaban a querer seguir y otras en las que tuve que dar un freno. Por suerte tengo mi familia y mis amigos que me ayudan a no bajar los brazos y seguir haciendo esto que tanto quiero”, expresa la chica que aspira a ingresar a la residencia de pediatría.
Su objetivo más próximo es rendir las últimas cuatro materias y aprobar las prácticas en el hospital, y así obtener el título de APS (Atención Primaria de la Salud). Luego de dos años atravesados por la tecnología, dice que le costó mucho acomodar los horarios y adaptarse a las nuevas aplicaciones. “Al principio resultó abrumador no tener ese contacto físico pero las cosas se fueron dando a partir de una cooperación entre estudiantes y docentes. En los picos de la pandemia, todos nuestros profesores estaban haciendo guardia y muchas clases las daban con su celular desde el hospital. De a poco retomamos el cursado de seminarios y tutorías, y rendíamos los exámenes desde nuestras casas”, relata la chica.
El avance de la pandemia coincidió con el cursado de cuarto año, una etapa donde empiezan las primeras experiencias en el hospital escuela. “Habíamos comprado el ambo para nuestras prácticas, y con mis compañeras nos habíamos preparado para este momento pero debimos volcarnos a la teoría, y muchas prácticas debieron ser virtuales para no quedarnos atrasados en nuestro aprendizaje. Lo bueno de esto que nos pasó es que además de los libros, ahora los estudiantes podemos acceder a mucho material de estudio que no se borra”. Cuenta que retomar las prácticas significó una gran movilización y reclamo de parte del centro de estudiantes. Al principio fueron con muñecos en el hospital simulacro instalado en la facultad y unos meses más tarde continuaron en el hospital.
“Elegí la carrera motivada, quizás como le pasa a la mayoría de los estudiantes, por el deseo de ayudar al otro. También porque de chica me imaginaba siendo doctora y desde distintas profesiones en la familia nos comprometimos con la salud. Mi mamá es enfermera y mi hermano, veterinario”, continúa la joven.
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Foto: Silvina Salinas / La Capital
Disfrutar el camino
Tomás Mingarlo es el más joven del grupo, tiene 23 años y terminó de cursar la carrera de derecho en la Universidad Católica Argentina (UCA). Consciente de que todavía le quedan por rendir algunas materias de cuarto y quinto año, más allá de los aprendizajes su objetivo también es disfrutar del camino, de los amigos y reflexiones. “Me gustaban las ciencias sociales y aunque me anoté en varias carreras, entendí que el derecho es omnicomprensivo y aporta una cultura general. Además me cautivó que sea un instrumento al servicio a la comunidad, que apela al sentido común y que no es solo litigio”, argumenta sobre esta carrera que también eligió incentivado por una amiga de sus padres.
“Cuando estudiamos una profesión debemos asumir ese proceso de formación con mucha responsabilidad, porque en el caso del derecho trabajamos con la libertad de la gente y su patrimonio”, explica Tomás, quien también es músico.
Apasionado por la docencia, el joven es ayudante de cátedra en la facultad y da clases de ciudadanía y derecho en el colegio Santísima Trinidad. Desde hace unos meses, también trabaja en un estudio jurídico. “Considero a este empleo como una etapa más en mi proceso de formación, una práctica profesional necesaria”, destaca el estudiante que integra además un equipo de investigación junto a un docente de la universidad y planea hacer un posgrado.
“Es importante transitar esta etapa enfocados en también en otras actividades que no sean solo el estudio, porque si en la facultad no te va como esperabas la desilusión puede ser muy grande. Esta manera de pensar me permitió transitar el camino aprendiendo otras habilidades y conseguir un trabajo. Uno elige qué profesional quiere ser, y aquel que se formó y llenó su mochila de herramientas tendrá otras posibilidades en el mercado laboral”, agrega.
Para Tomás, el mayor desafío de la carrera lo experimentó en pandemia. “Como estudiantes debíamos romper la barrera de la pantalla y asimilar que en los videos que estábamos viendo por YouTube había una persona de carne y hueso dando clases”, relata. También valora la oportunidad que tuvo de regresar a las aulas de manera presencial durante las últimas semanas de cursado y poder despedirse de la universidad.