Dillom rompió un nuevo récord tras agotar en 10 minutos las entradas para su primer show en el Estadio Luna Park, en el que cerrará la primera parte de la gira de su exitoso álbum debut Post Mortem.
Dillom rompió un nuevo récord tras agotar en 10 minutos las entradas para su primer show en el Estadio Luna Park, en el que cerrará la primera parte de la gira de su exitoso álbum debut Post Mortem.
"Por primera vez se presentará en el legendario estadio Luna Park el miércoles 12 de Octubre”, anuncia el texto promocional, que define al estadio porteño como “un 'venue' más que atractivo para sumergirse en la profunda propuesta del artista que a lo largo del año está demostrando ser la revelación de la escena musical argentina”.
Es que lo largo de este año, el joven músico ha demostrado ser una de las grandes revelaciones de la escena nacional, consagrándose en festivales como el Cosquín Rock y el Lollapalooza Argentina y brindando cuatro funciones en el Teatro Vorterix entre abril y mayo, además de agotar todas las funciones de su gira por el interior del país.
El rapero, que estuvo en Rosario el pasado 20 de mayo en La Sala de Las Artes, se encuentra ahora de gira por España, donde concretará su debut en la presente edición del festival Primavera Sound.
Dillom es Dylan León Masa, nació en Once y se crio en Colegiales. Desde muy pequeño se interesó por el arte, empezando primero con exposiciones de arte plástica en sus años de escuela primaria. A los nueve años, se adentró en el mundo de la música y comenzó a tocar el bajo. Tiempo después formó parte de bandas punk y hardcore. Pero fue precisamente dentro del hip hop donde potenció sus dotes e imprimió su estilo.
Ya para los 15, por medio de MH, un pibe que conoció en la plaza donde solía parar, empezó a frecuentar un estudio de grabación en la Villa 31, Retiro. Allí se transformó en el beatmaker y DJ del grupo La 31.
Mientras tanto, lo que pasaba en su casa iba marcando su personalidad. Padres separados y madre alcohólica, el pequeño Dillom rebotaba entre ambos hogares y en ninguno lograba estar a gusto. En uno lidiaba con la violencia y las drogas; en el otro lo hacían sentir afuera por no adaptarse a las reglas y la dinámica de la nueva familia.
“Mi vieja, pobre, hizo lo que pudo y entró en algunas medio oscuras de adicción y depresión. Tenía varios novios que eran medio violentos. Y, bueno, un día, de toda esa mala junta, terminó ella pegada en un caso medio turbio y terminó presa”, contó Dillom a la edición estadounidense de la Revista Forbes. Como vivía con su madre, que había quedado detenida después de un allanamiento, Dillom tenía chances de terminar en un instituto de menores. Para evitarlo, se mudó con su padre y su nueva familia. Pero la disciplina religiosa del “nuevo hogar” colapsaba con su espíritu inquieto, y se terminó escapando antes de que su padre lo termine echando. Esa noche durmió en la plaza.
Las opciones fueron Ushuaia o Misiones, en casas de otros familiares. “Yo lo único en lo que pensaba era en vivir de la música. Entonces dije ‘ni en pedo me voy, allá lamentablemente no hay la misma cantidad de oportunidades que puede haber en Buenos Aires’”, explicó también a Forbes. En ese marco, un amigo de la infancia le dio cobijo en su casa. Entre los 15 y los 16, Dillom los pasó como huérfano, así lo describe él. Fueron años ásperos, de profundización de su consumo y de un resentimiento fuerte. “Si no me pasa nada bueno a mí, ¿por qué tengo que ser bueno con el resto?”, confesó a Julio Leiva en el ciclo Caja Negra.
Mientras tanto, siguió componiendo bases instrumentales de las canciones del grupo La 31, al mismo tiempo que chocaba con la cultura musical del momento en Argentina. Pero fue a finales de 2017 cuando tomó coraje y decidió intentarlo. Dio un paso al frente con temas propios y al año siguiente apareció Dripping, su primer single, y en 2019, el segundo, Superglue.
Con furia punk abrazó un trap tan oscuro como psicodélico: “Era lo que más escuchaba al momento de hacer música por mí mismo. Además, dentro de todo es un género más fácil, no precisás muchas herramientas para llevarlo a cabo. No necesitás muchos instrumentos ni un súper estudio de grabación”, dijo al Suplemento No, de Página/12.
Fueron los primeros esbozos del estilo que supo pulir con el tiempo: una voz filosa y sucia con letras cargadas de sexo, drogas, vehemencia y una ironía particular característica de su humor. Su aparición fue novedosa y significó una incomodidad en la escena: lo señalaron como un outsider. Dillom lideró la segunda oleada fuerte del trap argentino -que ya tenía a Duki, Neo Pistea e Ysy A como principales figuras- y renovó la escena local.
Sin embargo, Dillom dice no compartir estilo con los traperos del momento. Por lo general, suele mostrarse algo más alejado de ese movimiento, aunque lo celebra.
En ese sentido, Dylan y sus amigos fundaron la Rip Gang, un colectivo artístico que incluye a productores, diseñadores gráficos y un equipo de audiovisuales con el que se autogestionaron hasta alcanzar el reconocimiento popular tras realizar colaboraciones con artistas como Bizarrap y L-Gante. Así, con "Dillom" como nombre y bandera, el joven nacido en once y sus colegas soñaron en grande.
"Bohemian Groove Corp" fue entonces el sello discográfico de corte independiente que fundó Dylan junto con otros miembros de la Rip Gang con el que emprendieron la utopía de sacar un disco sin caer en los intereses de los comerciantes de la música. De esta manera, desligados de cualquier presión ajena a su estilo, produjeron "Post Mortem", álbum debut del artista.
El fallecimiento simbólico del trapero de 21 años, lejos de ser un momento trágico, fue la reinvención definitiva de un artista que se arriesgó y salió victorioso con un disco conceptual brillante, heterogéneo, pero por sobre todo emotivo, conformado por 14 canciones y cuatro interludios.
Post Mortem es la obra de su vida narrada en canciones autorreferenciales, con versos que van al hueso sin dar muchas vueltas. Para algunas de ellas, el trapero contó con la colaboración de artistas y colegas como L-Gante, Muerejoven y Saramalacara, y la participación de Mario Pergolini en uno de los interludios. Cada uno, desde su lugar, aportando lo justo y necesario para que la canción fluya armónicamente.
Recorriendo oscuros escenarios, entre muertes, drogas y asesinatos, el disco no es más que la exteriorización de los demonios con los que tuvo que luchar el artista que se sienten desde su sonoridad, repleta de texturas y ritmos variados. Gran trabajo de los productores Evar, La Madrid y Fermín, que transformaron este lanzamiento en algo mucho más grande que un simple disco de trap. En él dialogan el pop, el reggaetón, el house, el rock industrial y la electrónica experimental con total fluidez, naturaleza y cohesión. Todo confluye en un vaivén de emociones vehementes, pero genuinas, con origen en los síntomas que marcaron la vida Dylan León Masa.
Aunque en sus letras se toquen temáticas habituales como el 'flexing', el éxito y la plata, esta es la primera vez que Dillom realmente se muestra vulnerable. Lejos de victimizarse, se abre a hablar sobre su pasado, su familia, el amor y también la muerte. No reniega de las cosas que atravesó y se burla de ellas de forma caricaturesca e irónica.
El álbum, es un paseo por la muerte de un pasado que ya fue. Morir para volver a nacer.