"Es curioso. Nadie ha votado y, sin embargo, los resultados ya están", se rió Lyubomir Boyko, de 43 años, de Golo Pristan, un pueblo de la provincia de Kherson, ocupada por Rusia, mientras esperaba frente a una oficina de ayuda de las Naciones Unidas con su familia en un centro de recepción de refugiados. Este jueves, el presidente ruso Vladimir Putin proclamó en Moscú la anexión de cuatro provincias ucranianas a Rusia, entre ellas Kherson. Según los números oficiales rusos, la población de las 4 provincias votó abrumadoramente en favor de incorporarse a Rusia. Pero además de los porcentajes altisonantes, de 95% en la provincia de Donestk, por ejemplo, la realidad es que una gran parte de la población de las zonas anexadas huyó hace meses de la zona, por la guerra y la ocupación rusa, y últimamente por el temor de los hombres de ser enrolados en el ejército ruso.
Rusia anexó una franja de territorio ucraniano del tamaño de Portugal tras organizar los falsos referendos en Lugansk, Donestk, Kherson y Zaporiyia. Las cuatro provincias están ocupadas por Rusia desde el inicio de la guerra el 24 de febrero, pero parcialmente y en las cuatro hay actualmente feroces combates que incluyen armas pesadas.
Los ucranianos que han podido escapar describen un panorama que sería divertido si no fuera tan amenazador. "Pueden anunciar lo que quieran. Nadie votó en el referéndum, salvo algunas personas que cambiaron de bando. Fueron de casa en casa, pero no salió nadie", relató Boyko a la agencia Reuters en la zona libre de Zaporiyia. Él, su mujer y sus dos hijos habían llegado el día anterior al centro de ayuda situado en el aparcamiento de una tienda de artículos para el hogar en la ciudad de Zaporiyia, controlada por los ucranianos, después de esperar dos días antes de que las fuerzas rusas les permitieran salir a través del último puesto de control. Muchos, más allá del centro, no tienen a dónde ir.
Los que huyen del territorio controlado por Rusia dicen que el referéndum fue llevado a cabo por hombres armados que obligaban a la gente a votar en la calle. El mayor temor era que, en cuanto Moscú declarara que el territorio es ruso, cosa que hizo hoy Putin, comience inmediatamente a obligar a los hombres para que se enrolen en sus fuerzas. De hecho, el enrolamiento más o menos forzado de hombres ya era normal en Lugansk y Donestk, ocupadas parcialmente desde 2014.
Por ahora, las fuerzas rusas han dejado salir a algunas personas de las partes ocupadas de las provincias de Kherson y Zaporiyia a través del único puesto de control. Nadie sabe cuánto tiempo permanecerá abierta la ruta, especialmente para los hombres en edad de servicio militar.
Cientos de personas llegaron el martes a Zaporiyia en coches y furgonetas después de que se les permitiera salir. El miércoles por la mañana, algunos seguían en el centro, sin ningún lugar al que ir, tratando de conseguir alojamiento tras pasar la noche en una escuela. En Zaporiyia sonó una sirena antiaérea y una lluvia empapó el estacionamiento de una tienda Epicenter, que alberga un centro de recepción, con refugios de plástico. Una organización benéfica con sede en Estados Unidos, World Central Kitchen, ofrece comidas calientes dentro de una tienda de campaña.
"Mucha gente está dejando todo atrás. Hay lugares que están completamente desiertos", relató Boyko. "Todo el mundo quiere estar en Ucrania, y por eso todo el mundo se va. Allí es un lugar sin ley. Pueblos enteros se están marchando". Los oficiales del FSB, el servicio de seguridad e inteligencia de Rusia, les habían dicho a él y a otros en el último puesto de control que si se iban a Ucrania nunca se les permitiría regresar. No sabía si todavía se permitía salir a los hombres en edad de servicio militar.
"La fila de vehículos era tan larga que no se podía ver el final", relató otro hombre, Andriy, de 37 años, que no quiso dar su apellido, junto al minibús amarillo salpicado de barro en el que llegó con su mujer, sus dos hijos y sus padres. "El 70% de la gente se está yendo por el referéndum. No había luz, ni gas, ni trabajo y, de repente llega el referéndum", relató este trabajador agrícola de Beryslav, en la provincia de Kherson. "Es un completo sinsentido. No conozco a una sola persona entre mis conocidos que haya votado". Dijo que vio a transeúntes obligados a rellenar las papeletas de voto de rodillas en un cruce de Bereslav.
"Si viniera a tu casa y te dijera: 'Ahora este lugar es mío', ¿qué harías?", comentó Viktor, el padre de Andriy, de 60 años. "¿Lo entregarías? No, los echarías con una pala. Los rusos son moralmente feos. Todo esto está bañado en sangre".