Al igual que pasa con la desinformación y las fake news, los discursos de odio ganan terreno en los medios digitales. "Los discursos violentos, discriminadores o estigmatizantes circulan con mucha velocidad. Por eso, y para tratar de neutralizarlos y proteger a los sectores más desfavorecidos, estamos en un proceso de empoderamiento de las audiencias", señala Miriam Lewin, periodista y titular de la Defensoría del Público, un espacio que se propone "promover, difundir y defender el derecho a la comunicación democrática de las audiencias de los medios de comunicación audiovisual" en todo el país.
Bajo esta premisa, los días 28 y 29 de junio la ciudad de Paraná será sede de la audiencia para la Región Centro, un encuentro convocado por la Defensoría del Público para debatir acerca de la concentración de la propiedad, los nuevos medios digitales y el derecho humano a la comunicación. El encuentro será en el Auditorio Rodolfo Walsh de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos (Uner). Para participar —de forma presencial o virtual— es necesario residir en las provincias de Entre Ríos, Córdoba o Santa Fe. Hay tiempo para anotarse hasta el 23 de junio. Para inscribirse, hacer click aquí.
En la previa al foro en Entre Ríos, Lewin habló con La Capital sobre las problemáticas que suelen surgir en las audiencias, advirtió sobre los peligros de los discursos de odio y aseguró que "las chicas y los chicos no están representados en los medios".
—¿Qué implica pensar a la comunicación como un derecho humano?
—El derecho a la comunicación tiene que ser considerado como un derecho a acceder a información y a emitir opinión e información, pero no solamente por parte de comunicadores profesionales. Es decir, el derecho a la comunicación no es un derecho exclusivo de las personas que ejercen el periodismo ni de las empresas periodísticas. Se considera que la comunicación tiene que ser ejercida por todos y todas las ciudadanas, que tiene que haber una una equidad. Tiene que haber una equidad de género, las personas con discapacidad tienen que poder ejercer su derecho a la comunicación, los pueblos originarios también; y niños niñas, adolescentes y adultos mayores tienen que verse bien representados y poder expresar su voz en los medios de comunicación. Verse reflejados y emitir sus intereses, reivindicaciones y opiniones. Con el advenimiento de lo digital y la modificación del ecosistema de medios se podría decir que en un principio hubo una suerte de ilusión acerca de que esto iba a profundizar y ampliar el derecho a la comunicación. Y si bien esto ha sucedido _hoy en día con un celular y con acceso a datos podemos subir un video o subir un audio a las redes y comunicar lo que que nos interesa, nos conmueve o nos motiva_ también es verdad que han surgido aspectos negativos en el entorno digital, como la difusión de discursos de odio, discriminatorios, violentos y sexistas.
—¿Qué tipo de problemáticas surgen en las audiencias?
—Las audiencias se han apropiado de la Defensoría del Público como un canal para hacernos llegar sus reclamos con respecto al rol de los medios de comunicación, en principio radio y televisión, pero también los medios digitales sobre los cuales todavía no tenemos competencia. Lo real es que hay una gran franja etaria que ya no consume más radio televisión por los canales tradicionales, si no que consumen contenidos en lo digital y esto es un problema.
—¿Por qué?
—Entre un 18 y un 20 por ciento de los reclamos que recibimos se refieren a lo digital. Pero las plataformas digitales se autorregulan, son empresas supranacionales con sede en otros países, y cuando las audiencias se sienten vulneradas en sus derechos no hay posibilidad que obtengan un canal como es el de la Defensoría del Público, que actúa sin poder sancionatorio, con una vocación de diálogo, una vocación pedagógica, como puente con los medios de comunicación. Las audiencias reclaman una comunicación con perspectiva de derechos, que no se vulneren los derechos de mujeres y LGBT, que se le de acceso a la información a las personas que tienen alguna dificultad o discapacidad; que niños, niñas y adolescentes, pueblos originarios y personas adultas mayores tampoco se vean invisibilizadas; que no se tengan en consideración son sus puntos de vista. En el caso de las personas adultas mayores, por ejemplo, que se las infantilice. También recibimos reclamos de acceso a internet, que ha probado ser un servicio esencial y sin embargo hay grandes extensiones de nuestro país en las que la población no tiene acceso a internet. Eso representa una dificultad en el acceso a otros derechos fundamentales como el derecho al trabajo, a la educación, a la salud y a la libre expresión.
https://twitter.com/DefdelPublico/status/1537447793811304457
—¿Hay una preocupación de la Defensoría frente a los discursos de odio que circulan en medios tradicionales y redes?
—Sí, sobre todo en los medios digitales y en redes, los discursos de odio, violentos, discriminadores o estigmatizantes circulan con mucha velocidad. Siempre existieron, pero como la desinformación, ahora se viralizan con mucha velocidad. Por eso, y para tratar de neutralizar estos discursos y proteger a los sectores más desfavorecidos, estamos en un proceso de empoderamiento de estas audiencias. ¿Cómo lo hacemos? En alianza con la Unesco, con lo que se llama Alfabetización Mediática Informacional. Un nombre muy complicado pero qué tiene que ver con dotar a la ciudadanía a lo largo de la educación formal y fuera de ella, desde muy temprana edad, de aquello que le permite acceder al bienestar digital. Es decir, a desempeñarse en los medios, recibir y emitir mensajes con cuidado y responsabilidad. Estamos lanzando, en alianza con el Ministerio de Educación de la Nación, un curso virtual sobre Alfabetización Mediática Informacional que va a alcanzar a alrededor de 2 mil docentes en una primera instancia, y estamos participando también con el Centro Ana Frank en una iniciativa internacional sobre qué hacer con los discursos de odio que también tienen que ver con la banalización del Holocausto, tienen que ver también con el negacionismo de aquello que ocurrió durante la dictadura. Hay muchas expresiones de discursos de odio y la verdad es que está bastante naturalizado. La legisladora porteña Ofelia Fernández suspendió durante varios meses su cuenta de Twitter y Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, abandonó un capital político de 1.500.000 seguidores porque consideraba que Twitter era una cloaca. Este fenómeno es más común en Twitter, pero también está presente en los medios de comunicación tradicionales, que a veces recogen estos debates cargados de odio, de resentimiento, de prejuicio, de discriminación, y los utilizan como fuente. Lo preocupante es que según quién lo emita este discurso de odio se puede transformar en violencia en el mundo real. Un ejemplo fue el asesinato de un joven mapuche en Cuesta del Ternero, en la comunidad de Quenquentrew. Los medios de comunicación estaban propalando acusaciones como “mapuches terroristas”, “mapuches amenaza”, “mapuches delincuentes, violentos”, y finalmente la violencia no partió de la comunidad mapuche sino de unos tiradores que cargaron con la vida de un joven de 20 años.
—¿Cree que las voces de chicas y chicas están representadas en los medios?
—Las chicas y los chicos no están representados en los medios. Más allá de qué no consumen en su mayoría más radio y televisión, si no que se informan y se entretienen por otras vías, por pantallas digitales. Lo real es que tampoco encuentran contenidos atractivos que los y las representen. Estamos trabajando con Defensorías de la Niñez de las provincias. Acabamos de tener una reunión en Córdoba porque consideramos que no se puede invisibilizar y silenciar a niños, niñas y adolescentes con la excusa de protegerlos. Nosotros tuvimos una experiencia cuando se discutía en la Ciudad de Buenos Aires la presencialidad educativa y la vuelta a las escuelas. Hablaban la ministra, hablaban directoras de escuela, docentes, padres y madres, pero nunca hablaban los chicos o las chicas. Nunca se les preguntaba qué pensaban, cómo se sentían, si tenían ganas o se sentían inseguros y preferían seguir estudiando desde sus casas. Es decir, los directos interesados sujetos del proceso educativo estuvieron ausentes y nuestros monitoreos en la Defensoría demuestran que cuando aparecen —y aparecen muy poco en los medios de comunicación— lo hacen como víctimas o presuntos perpetradores y perpetradoras de delitos