El gobierno de la ciudad de Buenos Aires, junto con el Ministerio de Educación a cargo de Soledad Acuña, decidió prohibir el uso del lenguaje inclusivo en el contexto escolar. Las autoridades argumentan que esta nueva normativa pretende “facilitar el proceso de aprendizaje de los/as estudiantes, deteriorado durante la pandemia por el coronavirus”. Destacan que la comunidad docente debe respetar las reglas del idioma español y señalan que “la Real Academia Española ha sostenido que el uso de la “@” o de las letras “e” y “x” como supuestas marcas de género inclusivo es ajeno a la morfología del español”. Expresan, además, que esta decisión “se basa en la premisa de que las reglas de la lengua española brindan diversas opciones para comunicarse de manera inclusiva sin necesidad de tergiversarla, ni de agregar mayor complejidad a la comprensión y fluidez lectora”.
Estos argumentos exponen diferentes errores conceptuales y, desde luego, sus concepciones acerca de las infancias, las adolescencias, la educación, el lenguaje y la lengua escrita. El primer error remite a considerar que los/as hablantes deben guiarse por los regímenes de normatividad impuestos por la Academia. Es decir, desconocen que las lenguas les pertenecen a los sujetos y a las comunidades. Dice el poeta Octavio Paz que “el lenguaje humano es imprevisible y no está fijado de antemano; es una diaria invención, el resultado de una continua adaptación a las circunstancias y a los cambios de aquellos que, al usarlo, lo inventan”. Los usos del lenguaje nunca son azarosos ni ingenuos. Las palabras, que los/as hablantes eligen, expresan su mirada acerca del mundo, su época, sus ideas, su subjetividad, su cultura, su origen, su territorio.
El segundo error se expresa en su concepción acerca del proceso de alfabetización. Es importante recordar que el aprendizaje de la lectura y la escritura es un extenso proceso de apropiación cultural; ello implica dominar un nuevo sistema de representación lingüística, una herramienta simbólica y cultural que permite la comunicación. En palabras de Emilia Ferreiro, “la escritura es un incesante proceso de reconstrucción por el cual el sistema de marcas socialmente y culturalmente constituido se transforma en propiedad colectiva de cada nueva generación”.
"Las palabras que los y las hablantes eligen, expresan su mirada acerca del mundo, su época, sus ideas, su subjetividad, su cultura” "Las palabras que los y las hablantes eligen, expresan su mirada acerca del mundo, su época, sus ideas, su subjetividad, su cultura”
La lectura y la escritura son actividades complejas, voluntarias y conscientes, que convocan a la construcción e interpretación de mensajes de distinto tipo y diversa complejidad. Se trata de prácticas sociales y culturales que nunca son ajenas a la época y la sociedad de la cual son parte los sujetos. Es por ello que las instituciones educativas deben promover la apropiación de la lengua escrita mostrando sus usos cotidianos, las diversas tipologías textuales y los diferentes soportes materiales. Si la preocupación reside en el derecho a la alfabetización, podrían comenzar por transformar las prácticas educativas que suelen reducir a la lengua escrita a la enseñanza de una técnica. De este modo, la escritura no es más que la correcta reproducción del diseño de las letras y la lectura implica el desciframiento de las marcas gráficas. Estas propuestas pedagógicas vacían de significación a la lengua escrita, reduciéndola a un código de transcripción, y convierten a los/as estudiantes en copistas antes que en sujetos alfabetizados, capaces de construir e interpretar textos de manera reflexiva y crítica.
El tercer error remite al desconocimiento de los marcos legales que garantizan los derechos de las infancias y adolescencias. La ley nacional de educación Nº 26.206 establece que “la educación brindará las oportunidades necesarias para desarrollar y fortalecer la formación integral de las personas a lo largo de toda la vida y promover en cada educando la capacidad de definir su proyecto de vida, basado en los valores de libertad, paz, solidaridad, igualdad, respeto a la diversidad, justicia, responsabilidad y bien común”. Además, diferentes convenciones internacionales y legislaciones nacionales destacan la importancia de escuchar las voces de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Ello implica respetar el modo en que desean comunicar y expresar sus ideas y sentires.
"Si la preocupación reside en el derecho a la alfabetización, podrían comenzar por transformar las prácticas educativas” "Si la preocupación reside en el derecho a la alfabetización, podrían comenzar por transformar las prácticas educativas”
El cuarto error, el más grave de todos, implica arrogarse el poder de prohibir determinados usos del lenguaje. La maravillosa escritora María Teresa Andruetto expresa que “en la lengua se libran batallas, se disputan sentidos, se consolida lo ganado y los nuevos modos de nombrar —estos que aparecen con tanta virulencia— vuelven visibles los patrones de comportamiento social. Palabras o expresiones que llegan para decir algo nuevo o para decir de otro modo algo viejo, porque el lenguaje no es neutro, refleja la sociedad de la que formamos parte y se defiende marcando, haciendo evidente que los valores de unos (rasgos de clase o geográficos o de género o de edad) no son los valores de todos (...). Este código compartido, este contrato entre hablantes, esta libertad tiene siempre por límite el deseo de ser comprendidos, porque no hablamos solos ni para nosotros sino para comunicarnos con otros. Ante esa complejidad, sólo caben la diversidad y la flexibilidad”.
No caben dudas, la lengua es un sistema de comunicación, que establece determinadas convenciones, pero que fundamentalmente permite expresar la subjetividad y el pensamiento de sus hablantes. Por eso es imprescindible respetar los diferentes modos de decir, como así también las decisiones que cada persona toma al momento de comunicar lo que piensa y siente.
Las palabras tienen poder y nos permiten transformar la realidad, muchas veces, con el deseo y la intención de lograr que este mundo se convierta en un lugar más justo y más amable. La juventud de estos tiempos lo sabe muy bien y lo pone en práctica permanentemente desafiando al poder colonial, al orden patriarcal y a sus aliados, que se adjudican la potestad de controlar, vigilar y castigar a las personas que se atreven a desobedecer las normas del “buen decir”. Tal como lo expresa el lingüista Santiago Kalinowski, el lenguaje inclusivo no pretende cambiar la gramática, sino cambiar la sociedad. Quizás por eso se molesten tanto con estos nuevos modos de decir, y entonces consideren que la única alternativa posible es silenciar y prohibir.