Más de 40 editoriales especializadas en literatura infantil y juvenil (LIJ) reclamaron una “urgente regulación” sobre el valor del papel necesario para “poder seguir produciendo en nuestro país todos esos libros que hacen que las editoriales de libros infantiles y juveniles de Argentina sean destacadas en el mundo por la variedad y la calidad de su propuesta”. Mediante un comunicado advirtieron que “los precios del papel, la cartulina y el cartón impuestos por un puñado de empresas” son “escandalosamente altos, prácticamente los más altos del mundo”, lo que hace que los libros impresos en el exterior tengan costos más bajos que los que se imprimen en el país.
“Este escenario —advirtieron— se da en un contexto de una profunda crisis económica, en el que las ventas de libros descienden mes a mes y el dinero que ingresa va perdiendo sensiblemente su valor. De esta manera, las editoriales no logramos reunir el dinero necesario para imprimir novedades o realizar reimpresiones y vamos vaciando nuestros cuidados catálogos de manera irremediable y, probablemente, irreversible”.
A la solicitada la firman, entre otros, el Fondo de Cultura Económica, La brujita de papel, Del naranjo, Riderchild, Iamiqué y Niño Editor. Acompaña con su firma el escrito la editorial rosarina Libros Silvestres, que publicó obras como Cabeza de flor (Carolina Musa y Laura Klatt), Caserío (Laura Oriato) y Siete niñas (Jorge Luján y Chiara Carrer).
José “Perico” Pérez es editor de Homo Sapiens y explica a La Capital que si bien el problema es general a toda la industria editorial, la situación de los libros de la LIJ tiene otro agravante, ya que se utilizan materiales más caros, como papel ilustración o cartoné, para las tapas de los libro-álbum. Según datos de la Cámara del Libro, mientras que en los últimos doce meses el papel obra —que se utiliza en los libros comunes— aumentó cerca del 150 por ciento, el de ilustración subió un 300 por ciento. Además, mientras Celulosa y Ledesma exportan el papel a 900 dólares la tonelada, la venden a las editoriales a 2.500 dólares la tonelada. Y mientras quienes importan papel lo hacen a 1.400 dólares la tonelada, la venden entre 6 mil y 7.500 dólares.
“Siempre que hay escasez puede encarecerse un poco el precio, pero no en estos niveles”, dice el titular de la editorial rosarina, donde se publicaron, entre otros, libros como Aguamarina (de Inés de Mendoça e ilustraciones de Paloma de Rentería) y La banda está revuelta (de Emilia Cadoppi y Nerina Canzi), además de un extenso catálogo vinculado a la docencia y la educación . “El tema —dice el responsable de Homo Sapiens— es que la literatura infantil y juvenil tiene que ver con la formación y el futuro de los chicos, donde el libro como objeto es muy importante para que se vayan familiarizando con lectura”. Y advierte que si bien en la última década la cantidad de editoriales que publican libros infantiles ha crecido en cantidad y calidad, con propuestas temáticas diversas, el problema actual hace que solo las editoriales más grandes sean las que van a quedar con capacidad para producir.
Plan de lectura
“Una buena muestra de la grave situación del papel es lo que acontece con las compras públicas de libros: en los últimos años, los editores celebramos el retorno de los planes de lectura y de un importante volumen de adquisición estatal de libros para escuelas y bibliotecas. Sin embargo, nos enfrentamos hoy a la absurda situación de no poder encarar, por la coyuntura descripta, la producción de ejemplares para atender esas compras”, dice el comunicado al que adhieren también los sellos Limonero, Calibrospopio, Libros del Zorro Rojo y Arte a babor.
Para los editores, “la situación requiere de medidas urgentes, pues las consecuencias son y serán alarmantes: por un lado, el deterioro del ecosistema del libro, que involucra a miles de autores, profesionales, organizaciones, empresas e industrias de distinto tipo y tamaño; y, por el otro, el empobrecimiento de la oferta cultural para las infancias, con menos variedad de libros, menos prácticas de lectura, menos desarrollo de las funciones cognitivas asociadas... ¡y la lista sigue!”.
“Queremos seguir creando libros bellos, interesantes, estimulantes... de cartón, de tapa dura, de papel ilustración, de cartulina... Es imperioso que se implementen políticas que nos permitan seguir produciendo en nuestro país todos esos libros que hacen que las editoriales de libros infantiles y juveniles de Argentina sean destacadas en el mundo por la variedad y la calidad de su propuesta”, cierra el comunicado.
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Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Respecto de estos reclamos, Perico Pérez afirma que piden un mayor control desde el Estado, a través de la Secretaría de Comercio Interior, sobre los precios que cobran las grandes productoras del papel —Celulosa y Ledesma—, y que si bien el Estado ha comprado millones de libros de LIJ para distribuir en escuelas, bibliotecas e institutos de formación docente, “sería interesante que consiga un papel más barato, porque eso le abarataría los costos al propio Estado”.
“Si esto no cambia —alerta el titular de Homo Sapiens— nos vamos a encontrar con que las editoriales que han crecido muy bien en este tiempo van a empezar a desaparecer, es cuestión de tiempo”.