Este fin de semana, miles de mujeres de todo el país nos reunimos en Rosario, como lo venimos haciendo desde hace tres décadas, en el 31º Encuentro Nacional de Mujeres. En un hecho inédito por sus características, en casi trescientos talleres que abordan 69 temas diferentes, se produce un enorme ejercicio de educación popular que constituye una experiencia apasionante para cada una de las mujeres.
Siguiendo a Paulo Freire, "la educación popular es un enfoque educativo que analiza las experiencias cotidianas de manera colectiva y crítica, a la vez que fortalece la concientización en pos de la organización y la construcción de movimientos, movilizando una visión política contra la injusticia a partir de los intereses de los más marginados". Y esto es justamente lo que sucede año tras año. Tanto las viejas "encuentreras" como las participantes novatas se encuentran cara a cara y, a partir de sus vivencias, comprueban que lo que les sucede no es privativo de una mujer sino que se enraiza en la condición de cómo se es mujer en un sistema patriarcal donde el poder ha estado históricamente ejercido por los hombres.
El conocimiento de las causas estructurales de la desigualdad entre hombres y mujeres permite comprender los factores económicos, políticos, sociales y culturales que dan sustento a la discriminación que constituye la base de la violencia hacia las mujeres.
Entender que las causas de esa discriminación son esencialmente culturales y no del orden de lo biológico nos da la pauta de que pueden ser transformadas y que todas y cada una somos sujetas de derecho que debemos exigir. El ámbito del Encuentro resulta también propicio para proponer y establecer estrategias para el logro de esos derechos.
Capacidad transformadora
La metodología de la educación popular resalta la capacidad transformadora que cada ser humano tiene, más allá de su condición social o conocimientos académicos. El Encuentro somos todas y todas aprendemos de todas.
Es un espacio en donde se despliega la diversidad de mujeres. Fuera de los estereotipos de género que pretenden categorizar a "la mujer", se muestran en una variedad inabarcable: jóvenes y adultas, criollas y de pueblos originarios, urbanas y rurales, politizadas e independientes, heterosexuales, travestis, lesbianas y transexuales, académicas y amas de casa...
Resulta interesante ver cómo cientos de mujeres descubren de pronto que los mandatos culturales impuestos en la casa, la escuela, las distintas instituciones sociales han sido instituidos para someterlas, para que hagan "lo que se espera de una niña, de una joven", pero que no inexorablemente es su destino. Pueden elegir otro, pueden optar por otras formas de relacionarse, pueden, en suma, ser lo que deseen.
Quienes participan de la experiencia de un encuentro se van empoderadas, con la conciencia de que es posible cuestionar las estructuras patriarcales, que resulta conveniente definir agendas comunes —más allá de diferencias partidarias o metodológicas— para mejorar las condiciones de vida de las mujeres y convertir la democracia formal en una democracia sustantiva. Es en este sentido que en 2003, el Encuentro Nacional realizado en Rosario parió la Campaña Nacional por el Derecho al aborto legal, seguro y gratuito que se inició dos años después y que aún hoy sigue trabajando por una ley que le dé a todas las mujeres el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, uno de los últimos bastiones del patriarcado.
Encuentros crecientes
En cada edición, el Encuentro fue creciendo: si en el 2003 fuimos diez mil se calculan sesenta mil para el presente. Este crecimiento da la pauta de lo adecuado de la metodología así como del grado de conciencia de muchísimas mujeres, quienes cada femicidio sienten como propio, cada violación les enciende la bronca, cada discriminación las indigna y tienen la convicción de que con solidaridad en la lucha la realidad puede ser transformada.
La sola organización del Encuentro da cuenta de un esfuerzo inmenso que, en cada lugar donde se realiza, reúne a un conjunto de mujeres dispuestas a poner toda la energía y el tiempo necesario para garantizar su concreción.
Entusiasmo, debate, consenso, participación y movilización son los ingredientes que cocinan este encuentro multitudinario como sólo las mujeres sabemos hacerlo, conscientes que cuanto más somos más posibilidades tenemos.