La idea es encontrarse —al menos una vez por semana— en un espacio de enseñanza y aprendizaje que rompa el aula. En un escenario donde en forma colaborativa estudiantes y docentes investigan, debaten y construyen conocimientos sobre problemáticas contemporáneas que los atraviesan. De eso se trata el proyecto de Aulas Integradas, del que participan alumnos de 4º año del secundario del Instituto Fisherton de Educación Integral.
La iniciativa comenzó a germinar en septiembre de 2020, en plena pandemia del coronavirus. “Había que buscar alternativas a la forma tradicional del docente que enseña y los estudiantes realizan actividades, sobre todo para integrar saberes”, cuenta a La Capital la profesora María Gabriela Gentiletti, psicopedagoga y asesora del colegio de Morrison al 7900.
La educadora cuenta que ya había un antecedente en la escuela de un trabajo similar con los de 5º año, pero en ese caso más orientado a la articulación con la educación superior y a realizar proyectos de investigación relacionados con las carreras que tenían pensado seguir. “Hay un entrenamiento en los docentes para realizar diseños y técnicas de investigación. Y ese bagaje fue base para esta nueva experiencia”, apunta la docente. En esa puesta a punto del proyecto, Gentiletti destaca además las instancias de capacitación para docentes, donde se profundizaron nociones de pensamiento complejo y creador, a fin de sumar “herramientas conceptuales y procedimentales acerca de cómo desarrollar este tipo de propuestas con los estudiantes”.
“Aulas Integradas por centros de intereses ecosóficos” es el nombre completo del proyecto. Está inspirado en el concepto de ecosofía del filósofo francés Félix Guattari, quien habla de tres ecologías: una ambiental, otra social orientada a recomponer lazos sociales y una vinculada a la propia subjetividad. En este proyecto, la convocatoria es a que chicas y chicos asuman un mayor protagonismo en la construcción de conocimientos, vinculados a tópicos que viven cotidianamente, y recuperen en ese camino las voces, historias, recuerdos y vivencias de otras generaciones.
Cuatro ejes
De lunes a jueves los chicos y chicas de 4º asisten a clases de forma tradicional. Pero desde marzo pasado los días viernes los 60 estudiantes —divididos en cuatro grupos de 15 cada uno— asisten a las Aulas Integradas. Cada aula tiene un eje previamente establecido —las nuevas condiciones juveniles, corredores biohistóricoculturales, los modos de transitar el mundo y las vivencias de los lugares— y a partir de una obra de arte como disparador, comenzaron a indagar sobre un tema puntual, siempre con el acompañamiento cercano de docentes de la institución.
El camino que siguió es el debate y la aplicación de distintas técnicas para abordar el trabajo, como grupos de discusión, historias de vida, entrevistas en profundidad, paisajes sonoros o cartografías sociales. Hasta una exposición final realizada por medio de posters académicos y la recreación de una obra de arte. Entre fines de junio y principios de julio realizaron las primeras presentaciones de lo trabajado durante la primera parte del año, donde docentes, estudiantes y familias de la institución pudieron conocer el resultado de cada investigación. Así aparecieron trabajos sobre los jóvenes del barrio Fisherton, la influencia de la música a través de las generaciones, las huertas orgánicas en Fisherton y Hostal del sol, el potencial turístico y recreativo del Bosque de los Constituyentes, historias de jóvenes rosarinos que emigran a España o los vínculos entre naturaleza y tecnología a través de las generaciones, entre otros. “Buscamos que se encuentren con las narrativas de otros referentes sociales, que escuchen o documenten lo que sus abuelos tienen para contarles de cómo vivieron su juventud”, dice la psicopedagoga.
Gentiletti apunta que la experiencia guarda semejanzas con el aprendizaje de un oficio, donde si bien los estudiantes parten de un diseño preformado, hay una búsqueda para que revisen, indaguen, exploren y desarrollen conocimientos sobre las realidades locales contemporáneas. Pero siempre con el acompañamiento cercano de los docentes: “Ellos van aprendiendo al lado nuestro, somos tutores que los vamos orientando en los distintos pasos de la investigación, pero nunca se los deja solos”.
Desde la Integral de Fisherton sostienen que la línea pedagógica que orientó al diseño de estas aulas también tiene referencias de la psicología cultural y de la obra Aprendices del pensamiento, de Bárbara Rogoff. “Concebimos —explica Gentiletti— que se aprende participando junto a otros, en actividades sociales y culturalmente valoradas”, y para eso se indagan y elaboran conocimientos “sobre los entornos en los que se vive para luego compartirlos con la comunidad”. Para el segundo semestre del año prevén la rotación de los estudiantes por las aulas, con nuevos ejes de trabajo.