Hace ciento cincuenta años la Argentina se hallaba empeñada en una de las más prolongadas y sangrientas guerras del siglo XIX, sólo comparable por el número de combatientes y las víctimas y daños que produjo entre los contendientes con la de Secesión de los Estados Unidos que acababa de concluir y la de Crimea que había enfrentado entre 1853 y 1856 a varias naciones de Europa. Nos referimos a la conflagración denominada "de la Triple Alianza", que enfrentó a nuestro país, Brasil y Uruguay con el Paraguay.
Repercusión en Rosario. El 16 de abril de 1865 llegó a Rosario la noticia de la toma de los buques argentinos Gualeguay y 25 de Mayo que se hallaban anclados en la ciudad de Corrientes, y de la ocupación de buena parte de la provincia de ese nombre por parte de un poderoso ejército paraguayo. Rosario recibió la noticia tres días más tarde a través del capitán del buque brasileño Esmeralda, y el vecindario se lanzó a las calles reclamando la pronta acción del gobierno nacional.
El gobernador Nicasio Oroño, que era adversario político del primer mandatario, adoptó diversas resoluciones para cumplimentar la movilización de la Guardia Nacional. En pocos días se reunieron solo en Rosario los 500 hombres pedidos. Además, los rosarinos, con guardias nacionales de los otros tres departamentos de la provincia, remontaron el Ejército de Línea, integraron un escuadrón de artillería a las órdenes del comandante de la Frontera del Norte de Santa Fe, teniente coronel Leopoldo Nelson, y formaron parte de dos batallones más de infantería, un regimiento de caballería, el "Blandengues de Belgrano", otro de voluntarios de la misma arma y Compañías de Matrículas para vigilar las costas.
El coronel José María Avalos, designado por el gobierno nacional para comandar el batallón 1° de Santa Fe o Santafesino, íntegramente formado con vecinos del Departamento Rosario, escribiría a su vez al presidente Mitre el 30 de abril de 1865: "Nunca, excelentísimo señor, en la provincia de mi nacimiento, ha habido mayor entusiasmo ni tan completa decisión para hacer una campaña". Y agregaba: "Con orgullo puedo decir, excelentísimo señor, que la oficialidad del batallón será compuesta de lo más brillante y distinguido de la juventud santafesina".
Esa juventud, en su mayoría sin experiencia militar, se puso de inmediato a la altura de las circunstancias, y estuvo preparada para instruir a los soldados-ciudadanos a sus órdenes. Las tareas de alistamiento del 1° de Santa Fe se realizaban en las afueras de la ciudad. Poco después se agregó el batallón Libertad, a las órdenes del coronel José Ramón Esquivel. Ambos cuerpos estuvieron preparados para marchar a campaña en menos de dos meses.
Uniformados y provistos de armamento por cuenta del gobierno nacional, los batallones rosarinos necesitaban banderas. La del 1° de Santa Fe fue costeada por un destacado núcleo de damas y bordada por la señora Dolores Guerra de Medina y la señorita Angela Cardozo. Era de gran tamaño, con franjas iguales celestes y blancas. Llevaba bordado un gran escudo de hilos de oro y un sol enjoyado, con la inscripción "Batallón Santafesino — 1865". En esa oportunidad surgió la idea de dotar de una enseña al batallón Libertad, ofreciéndose para bordarla la señora Delfina Fernández de Almeyra, con la colaboración de la señorita Angela Cardozo.
En el frente de batalla. Al llegar el 1DEGREE_SYMBOL de Santa Fe a Concordia, el 13 de julio de 1865, después de cinco días de viaje por el río Uruguay, el presidente Mitre, que había asumido el mando del ejército como generalísimo de las fuerzas aliadas de la Argentina, Brasil y Uruguay escribió a su ministro de Guerra, general Juan Andrés Gelly y Obes: "En la mañana de hoy fondeó el Pampero, desembarcando poco después el batallón de Santa Fe, al que visité en seguida. Los jefes y oficiales nada dejan que desear y presiento que este batallón ha de saber cumplir con su deber en el campo de batalla".
El 17 de julio partió desde Rosario el Libertad, llevando su bandera recientemente bendecida y entre ese mes y fines de 1866 lo hicieron las demás unidades. A poco de llegar al campamento de Ensenadita, en la provincia de Corrientes, fue fusionado con el "General Paz", formándose el Regimiento Rosario, comandado por el coronel Esquivel.
De aquí en más correspondería a los cuerpos rosarinos una honrosa actuación en toda la campaña. El 1° de Santa Fe, que había sido designado escolta del general Mitre y participado en la rendición de Uruguayana (18 de septiembre de 1865), cruzó entre los primeros al territorio paraguayo por el Paso de la Patria, formando parte del Primer Cuerpo del Ejército Argentino. En cuanto al Rosario, que integraba el Segundo Cuerpo, combatió con valentía en Estero Bellaco, el 2 de mayo de 1866, contribuyendo a rechazar un arrollador ataque del ejército paraguayo. La bandera del ex batallón Libertad, destrozada por las balas, fue guardada en un cofre de honor y enviada a Rosario.
Apenas veintidós días más tarde, el 1° de Santa Fe tuvo un comportamiento heroico en la batalla de Tuyutí, la más grande librada en Sudamérica por el número de efectivos intervinientes en ambos bandos y por la mortandad que en ella hubo. También entraron en fuego el Rosario y la Brigada de Artillería, que rechazó las continuas cargas de la caballería paraguaya.
Curupaytí. Luego de las acciones de Yataytí Corá (10 y 11 de julio de 1866), en que combatieron los rosarinos, y de Sauce o Boquerón (17 y 18 de julio), se tornaba necesario tomar un punto clave del dispositivo de defensa del Paraguay: las trincheras de Curupaytí. El 22 comenzó el ataque. Correspondió al 1DEGREE_SYMBOL de Santa Fe ser la vanguardia de todo el Ejército Argentino; el Rosario formó en la tercera división del Primer Cuerpo. La noche anterior, el abanderado Mariano Grandoli le escribió a su madre: "Mañana seremos diezmados por los paraguayos pero yo he de saber morir por la bandera que me dieron".
El Santafesino, con su portaestandarte al frente, intentó en vano tomar la trinchera inexpugnable. Uno a uno iban cayendo los oficiales y soldados, y el abanderado, luego de clavar la enseña al tope casi del baluarte, cayó acribillado a balazos. En esa oportunidad, el periodista y poeta Pedro Nicolórich, que se había incorporado como capitán voluntario de la compañía de granaderos del batallón y se encontraba accidentalmente en la Legión Militar, corrió con el fin de salvar el emblema y lo consiguió, arrojándolo hacia el sitio donde los batallones argentinos intentaban infructuosamente escalar la trinchera. En el momento de hacerlo, un casco de metralla lo hirió gravemente en el brazo: fueron vanos los intentos por salvarle la vida y murió días después en el hospital de sangre de Corrientes. Después de cuatro horas de intentos infructuosos, se ordenó la retirada del Ejército, que tuvo un total de 2.082 hombres fuera de combate.
El país perdió aquel día su mejor juventud, y Rosario a muchos de sus hijos. El Santafesino tuvo dos oficiales y 36 de tropa muertos; un jefe, seis oficiales y 118 de tropa heridos; un jefe, ocho oficiales y 28 soldados contusos.
En la última etapa de la guerra, tras una inacción de largos meses derivada de la gravedad de las pérdidas sufridas en el ataque del 22 de septiembre, los cuerpos rosarinos tuvieron destacada intervención en distintos hechos de armas. El 27 de diciembre de 1868, en la batalla de Lomas Valentinas, las dos unidades rosarinas tuvieron un comportamiento heroico, del que da cuenta en vibrantes páginas el general Garmendia en sus Recuerdos de la Guerra del Paraguay.
Después de otros combates el 1° de Santa Fe y el Rosario, que recibieron orden de regresar a la patria, ya virtualmente terminada la guerra, a principios de enero de 1870. El 21 de ese mes, llegaron a Rosario y fueron recibidos por el presidente Domingo Faustino Sarmiento, quien exaltó los méritos de la Guardia Nacional santafesina. Más de mil hijos de Rosario habían quedado en las trincheras y las selvas del Paraguay.
Por encima de las complejas motivaciones de política interna e internacional que llevaron a aquella trágica lucha, corresponde honrar a los que dieron su vida por la patria en los campos de batalla.
Miguel Ángel De Marco / Historiador
El autor, ex presidente de la Academia Nacional de la Historia, es ciudadano ilustre de Rosario.