Una noticia publicada en La Capital el pasado 28 de mayo, me ha llenado de júbilo. Allí se informa de un toro, al que he bautizado "El Vengador", que ha cogido por fin al torero. Lo bueno del caso es que éste se encuentra en grave estado. Me explico: de siempre he estado a favor del Ferdinando de Disney, en esta salvaje muestra de bestialidad humana, tan cara a ciertos intelectuales, que pretenden dar visos de trascendente liturgia a algo que no es más que un acto de crueldad gratuita y de total cobardía. Los partidarios de este moderno circo romano (ver similitud en el diseño de la plaza con el del circo), se han esmerado en esconder una cantidad de vergonzosos detalles, todos ellos perfectamente medidos y organizados. Entre los elementos de tortura, creados seguramente por un émulo de Torquemada, se encuentran las picas y las banderillas, diseñados de manera tal que produzcan el máximo dolor lacerando las carnes del animal, pero sin debilitarlo tanto como para que éste pierda cierta agresividad. Pocos conocen, por otra parte que el toro, desde antes de entrar al ruedo, ha sido cuidadosamente preparado para disminuir su peligrosidad a favor del torero, personaje éste al que se ha pretendido presentar como un valiente. "El valiente" es acompañado por una cohorte de ayudantes que tienen por única función torturar al animal con el fin de debilitarlo para lucimiento del diestro, y defender al "héroe" en caso de peligro. Cuando al fin del lamentable y vergonzoso espectáculo, el torero se dispone a matar al toro, este es sólo una piltrafa del bravo bicho original. ¡Olé!