¡Qué tristeza! ¡Y qué lamentable! Sí, tener que ver que otros eran los protagonistas de una final, esa que hace un mes pensábamos que íbamos a disfrutar con la selección de Diego Maradona. ¿O acaso millones de argentinos no veíamos otra hazaña como la del 86? Otra vez nos quedamos con las ganas y sólo debimos observar este domingo 11 de julio el final de otro Mundial con protagonistas ajenos. Y conformarnos con "alentar" a España u Holanda, de acuerdo al sentimiento _poco o mucho_ que aparecía por una u otra selección. Quedó claro que era posible llegar hasta el séptimo partido y, por qué no, conseguir el ansiado y postergado título del mundo. No se logró, a pesar de contar con una formación plagada de estrellas que alimentaban las ilusiones. Argentina pegó la vuelta una semana antes del final, con un quinto puesto que se puede considerar positivo si se tiene en cuenta las participaciones en los anteriores mundiales. Pero buscábamos más y había material para llegar a la instancia decisiva. Quedó demostrado ayer en un choque emotivo por momentos, pero de pobre nivel futbolístico. La jornada triste y con aparición de la lluvia en los momentos finales incrementó la angustia y la tristeza inundó los corazones argentinos por no poder vivir, disfrutar y ver a la albiceleste dirimiendo la chance de ser el mejor del mundo. Veíamos, en el arranque de este certamen, a una Argentina con grandes posibilidades. Y el entusiasmo nos encegueció. El golpe fue terrible, tanto es así que ayer tuvimos que vivir un domingo eligiendo hacer fuerza por los naranjas o los españoles. Consuelo de pobres, como se dice en el barrio.