—Tengo cartas muy interesantes. Una de ellas es del abogado Eduardo De Loredo, quien me
escribe a propósito de una charla en la que aludí a la necesidad de que el Estado intervenga en
cuestiones como la de los alquileres. Dice: “Estoy en absoluto desacuerdo con su manera de
pensar al respecto. Nuestro país se halla decididamente estancado en su progreso respecto de otras
naciones ya hace varias décadas y la causa es precisamente la exagerada intervención en el sistema
económico por parte del Estado, que en procura a veces de una mayor justicia o distribución
equitativa de la riqueza han aniquilado la competencia necesaria e insustituible para que exista el
progreso y el bienestar de las personas. El sistema económico que ha posibilitado el desarrollo
actual del mundo es precisamente el fundado en la libre competencia, dejando para el Estado las
tareas que los particulares no pueden realizar o algunas mínimas regulaciones en sectores donde
florecen los monopolios. El resto es área de trabajo de los particulares que han demostrado siempre
una mayor eficiencia en su labor que el Estado. La competencia que existe gracias a los mercados
que la posibilitan es tan indispensable al sistema como la sangre al cuerpo humano o la savia en
los vegetales, sin ella no existe posibilidad de crecer, desarrollarse y progresar y lo que si es
seguro es el fracaso si de ella se prescinde. Las ganancias de los empresarios solo se ubicarán en
márgenes razonables mediante la competencia entre ellos. Es el único camino conocido. Los demás han
fracasado. Con el sistema propio de los países fascistas, donde el Estado todo lo controla solo se
logrará el resultado adverso al por usted propugnado, es decir ya no algunos sino todos los
habitantes de este espléndido país llegaremos a la indigencia, mientras los demás llevan día a día
más felicidad y bienestar a sus pueblos. Le solicito sepa interpretar mis palabras como una opinión
de una persona tan interesada como usted en el futuro y felicidad de nuestro pueblo”.
—Estoy de acuerdo con el principio económico de la libre competencia o libre
concurrencia a la que alude De Loredo. Pero para su implementación debe haber “libertad
responsable”. Lamentablemente, muchos (no digo todos) empresarios y operadores criollos y no
criollos han incurrido en el crimen de la libertad irresponsable que traducido significa libertad
para ellos, pero no para todos. El Modelo anglosajón tiene éxito porque conlleva responsabilidad,
orden y respeto. Jamás estuve de acuerdo con el principio de la plusvalía de Marx y la lucha de
clases a la que alude el doctor (coincido con él), pero tampoco puedo convalidar el libertinaje de
ciertos grupos económicos en detrimento de la paz interior de los seres humanos. Este
“libertinaje” es precisamente la génesis de la lucha de clases.
Candi II
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