Finalizaron los carnavales, sin pena ni glora, por lo menos así sucedió en nuestra ciudad. Muy lejos quedaron los corsos rosarinos que fueron punto de referencia para el país en décadas pasadas. Su mentor, en aquella época, fue el intendente Luis Cándido Carballo. Impulsó una alegría sin esfuerzo debido a una época pletórica en trabajo y muy lejos de la inseguridad de hoy. Tal circunstancia generaba un optimismo que se canalizaba en esos "cuatro días locos". Pero pasaron los años diluyéndose tales festejos masivos, justamente por las razones andedichas, con el agregado de una incertidumbre política que no cesa y que inevitablemente en lo anímico influye en la sociedad. En el año 2011, la señora presidente decretó dos días feriados por el carnaval, como si con el mismo se pudiera rescatar la alegría perdida por los atrasos bancarios, laborales e inconvenientes de toda índole. Por eso, señora, un modesto consejo: si quiere que su pueblo se sienta más feliz, sáquese de encima a su vicepresidente, cuestionado y corrupto, dialogue sin soberbia con la clase opositora, demuestre que usted y los suyos son ajenos al enriquecimiento ilícito, que la persona honesta y trabajadora pueda transitar libremente sin que la roben, entonces sí saldremos todos en febrero con serpentinas y matracas. Creo que el poeta Aragón estaría de acuerdo conmigo.