Las clases dominantes en nuestro país siempre han sido consecuentes con la subordinación de sus intereses y los del pueblo con los imperios de turno; primero han sido los ingleses con el curro de las carnes; luego los norteamericanos con sus inversiones, luego los rusos con el negocio de los cereales y otros rubros, y ahora nada menos que con los chinos con sus promesas de grandes inversiones (¿aliados estratégicos?). Nos adornan con unos mangos, nos meten empresas con llave en mano y se llevan las riquezas como en la mejores épocas de la sumisión de los pueblos originarios (llamada descubrimiento de América). Ahora, como no son tontos, los chinitos se instalan en un país que por su ubicación pueden controlar pasos estratégicos (Atlántico-Pacífico), las reservas del agua y otras riquezas en disputa con los otros imperios. El costo son treinta monedas como a Judas, más pobreza, angustias, desesperanzas y asfixia soberana para nuestro pueblo con un futuro de posibles conflictos por el control del Atlántico sur. Pero eso sí, los mercaderes de las clases dominantes seguirán gozando de sus privilegios.





























