Entre muchas otras cosas, la llegada de Cambiemos al gobierno en Argentina supone una revisión a fondo de la política exterior de las gestiones kirchneristas.
Entre muchas otras cosas, la llegada de Cambiemos al gobierno en Argentina supone una revisión a fondo de la política exterior de las gestiones kirchneristas.
También como en otros ámbitos, en la arena internacional todavía no queda claro si la mutación propuesta por el PRO será gradual o acelerada, ni si estará amparada en el “pragmatismo” de los CEOS que declaman desde el gobierno, o terminará sucumbiendo a decisiones más emparentadas con lo que Juan José Tokatlián denomina “el peligro del dogmatismo”.
Desde lo político, existen algunas pistas que abonan la teoría de una suerte de venganza ideológica de los recién llegados, con la nueva política hacia Venezuela como exponente más rabioso del antibolivarianismo de la Cancillería dirigida ahora por Susana Malcorra, volcada de lleno a recuperar lazos con los “socios tradicionales”, que son Estados Unidos y Europa, así como la sepultura del memorandum con Irán.
En lo estrictamente comercial también hay señales de cambio. En este registro se inscriben los renovados esfuerzos para reflotar junto a Brasil la posibilidad de firmar un tratado de libre comercio con la Unión Europea, así como el interés en acercarse a la Alianza del Pacífico, de la cual son parte Perú, Chile, Colombia y México.
El nuevo camino comercial será seguramente mucho menos (o nada) proteccionista, y apuntará —esta vez desde el pragmatismo— a encontrar en los mercados financieros globales y en la llegada de inversiones los dólares que ya no ingresan por la vía de las exportaciones.
El reestablecimiento de las negociaciones con los fondos buitres es un indicio de eso, así como la visita del presidente Mauricio Macri a Davos durante la semana pasada.
“La presencia de Macri en Davos quiere dar la imagen de un país que busca reabrir su economía al mundo y que sale a buscar inversiones. Hay que leerlo desde ese lado”, interpretó Federico Marke, especialista en Relaciones Internacionales en Flacso.
La elección de las políticas en materia exterior, por supuesto, no será gratis. Así lo consideró el docente e investigador del Conicet Esteban Actis: “Toda política comercial tiene un puja distributiva, hay sectores a nivel domésticos que ganan y otros pierden. Todo parece indicar que a diferencia de la década pasada los ganadores van a estar en los sectores ligados al agro, servicios y algún nicho tecnológico, y los perdedores vinculados a las ramas industriales tradicionales que necesitan de la administración del comercio para sobrevivir dado la falta de competitividad en un marco de economía abierta”.
La relación con China abre otra incógnita: si bien desde la Casa Rosada avisaron que piensan revisar las cláusulas no conocidas de muchos de los tratados firmados en los últimos años, también se mostraron a favor de continuar recibiendo inversiones y swaps de ese país.
Otro mundo. Sea bajo el enfoque que sea, lo cierto es que el nuevo gobierno deberá acomodarse a un escenario global muy diferente al que acompañó los años de las gestiones kirchneristas.
Durante los últimos dos o tres años la era dorada de los Brics (sigla que agrupa las iniciales de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), apalancada en buena parte en los altos precios de las materias primas, entró en crisis hasta instalarse —con diferencias según cada país—, en una actualidad marcada por caídas fuertes de las tasas de crecimiento.
Hasta hace poco tiempo atrás, los emergentes traccionaban el pobre crecimiento de los países centrales, que sufrieron y siguen padeciendo (sobre todo Europa) los coletazos de la crisis desatada en Estados Unidos en el año 2008.
China, un actor central en la economía del siglo XXI y un socio cada vez más importante para Argentina, ya no crece con cifras de dos dígitos y suma dudas respecto a su consistencia finaciera, como demostraron los derrumbes bursátiles que padeció durante la primera semana de enero.
El gigante asiático atraviesa con dificultades una transición de su modelo de desarrollo, durante mucho tiempo sostenido por la inversión y las exportaciones y ahora más volcado al fortalecimiento del consumo interno.
“Este año China crecerá a las menores tasas de los últimos 25 años, y eso significará un golpe en los emergentes”, señaló Merke. En ese tránsito, las nuevas debilidades de esa potencia asiática se traducen en menores compras de materias primas, lo que colabora para que los commodities ya no brillen como hace un lustro.
Brasil se lleva otro capítulo en esta historia. La caída de los vecinos es estrepitosa, si se tiene en cuenta que hace nada era el emergente estrella, y que hoy encadena los malos datos económicos y una fenomenal crisis política que todavía amenaza llevarse puesta a la presidenta Dilma Rousseff, que esquiva como puede los escándalos de corrupción que estallaron en el seno del oficialista Partido de los Trabajadores.
Gradualismo feroz. Para Actis, durante el primer mes de la presidencia de Mauricio Macri se vieron algunos ajustes en materia de política comercial “pero no grandes transformaciones”, al menos hasta ahora.
Para Actis, entre las medidas a tener en cuenta aparecen la reducción de las retenciones a la soja, la eliminación de algunas trabas al comercio y la devaluación, que debería “oxigenar algunas economías regionales y algún sector pyme para ganar cierta competitividad”. Por el lado de lo que todavía no se concretó, Actis destaca la promesa de abrir fuertemente las importaciones para ir hacia una régimen claramente liberal, así como el mantenimiento de los regímenes de promoción industrial como los de Tierra del Fuego.
“La plataforma liberal de Cambiemos ha sido clara en señalar que entre eficiencia (pagar mas barato por un bien final importado) o trabajo nacional (ensamblar piezas intermedias con un precio final superior) prefieren la primera”, dijo, para agregar que durante este primer año —al igual que lo que sucede con la política fiscal— “se verá un gradualismo”.
Pero a no engañarse: un poco antes o un poco después, los cambios serán profundos. En ese sentido, y según lo consideró el experto, el guiño de la administración de Macri para cerrar el acuerdo con Mercosur-EU y empezar a asociarse con la Alianza del Pacífico “prevé una reforma sustancial de la política comercial de Cristina Kirchner”.
“Lo peor que le puede suceder a la economía argentina es que el péndulo fluctúe hacia el otro extremo, es decir una apertura indiscriminada a una economía con las consecuencias al entramado productivo, las cuales han sido parte de nuestra historia”, alertó el investigador.
En la opinión de Merke, existen “señales” que si bien todavía no se convirtieron en políticas de Estado, muestran indicios de hacia dónde busca avanzar el PRO: reactivar el acuerdo con la UE, viajar a Davos, los contactos con los holdouts y la reunión de Macri con el presidente de Uruguay Tabaré Vázquez muestran la idea de “dejar atrás viejos conflictos”.
La vía financiera.Una de las claves de la política comercial hacia el exterior de Macri será la búsqueda de mecanismos para garantizar el ingreso de dólares al circuito económico nacional.
En este punto, existe coincidencia en Actis y Merke: ante la caída de los precios de los commodities agrícolas, la llegada de divisas no será por vía de las exportaciones, si no a través de una vía financiera.
Esto se dará tanto con la búsqueda de nuevas inversiones, como a través del ingreso a los mercados financieros internacionales en la búsqueda de créditos.
Según Actis, durante la última gestión de Cristina Fernández se reforzó la administración del comercio exterior “no como respuesta a las necesidades de los entramados productivos, sino para evitar la salida de dólares comerciales en el marco de la emergencia de un fuerte dolor de cabeza en la historia económica argentina: la restricción externa, es decir la escasez de dólares”.
En esto, la llegada del PRO significó un giro radical, ya que el aumento de las importaciones por una mayor liberalización y la baja de precios de los commodities llevará a un déficit comercial.
“La estrategia que planea aplicar el macrismo es financiar el déficit gemelo (comercial y fiscal) ya no con emisión monetaria sino con endeudamiento externo”, algo muy viable ya que el nivel de endeudamiento de Argentina es bajo. “En otras palabras, la inserción económica internacional de Macri va a ser principalmente vía la globalización financiera, subordinando la globalización comercial”.
Para Merke, el viaje de Macri con su gabinete económico a Davos se inscribe en esa estrategia de búsqueda de dólares “financieros”: “El viaje de Prat-Gay tiene que ver con la búsqueda de inversiones, eso está claro. Busca mostrarse como un país que abre su economía”, señaló.
En relación a la negociación con los bonistas por la deuda soberana, el experto de Flacso no garantiza que exista una “ruptura total” respecto a la anterior política.
Si bien queda claro que la forma es muy diferente, para Merke el gobierno de Macri “no accederá” a todas las pretensiones de los fondos, que subieron la apuesta al pedir más plata y exigir además una cláusula de confidencialidad.
“Yo creo que en este punto el gobierno es muy pragmático, sabe que los dólares no llegarán por exportaciones por eso salió a explorar rápidamente otras vías, como las inversiones y los préstamos”, sintetizó.
Socios nuevos y viejos. Otra de las incógnitas tiene que ver con la dirección que el PRO le dará a la relación con China. Actis estimó que el país asiático seguirá profundizando su relación comercial con América del Sur, en función de la complementariedad de sus economías.
Y si bien el nuevo gobierno habló de revisar los acuerdos firmados por el anterior —que dan preferencia a empresas chinas a la hora de participar en licitaciones estatales—, también solicitó la ampliación del Swap. “Parece difícil pedir plata y exigir revisar contratos”, explicó el especialista.
Con Rusia, habrá un distanciamiento político, pero seguirá siendo un buen socio para algunas empresas argentinas vinculada al agro. Con Brasil, algunas medidas como las eliminación de las DJAI funcionarán como alivio de viejas tensiones.
A su vez, la devaluación del peso junto con la eliminación de las restricciones para girar utilidades el exterior “anticipan la concreción de muchas inversiones de empresas brasileñas que estaban paradas”.
“El riesgo de pensar una relación con Brasil desde el mercado es que siempre ha sido mas competitiva”, dijo Actis.