La crisis externa, ninguneada peligrosamente por analistas y agentes económicos locales en los últimos años, crece día a día como el principal desafío para la economía argentina.
La crisis externa, ninguneada peligrosamente por analistas y agentes económicos locales en los últimos años, crece día a día como el principal desafío para la economía argentina.
El conflicto financiero brasileño se profundizó esta semana con el real tocando los mínimos desde su creación. El movimiento potencia la prédica de los devaluadores locales, más allá de que en el país vecino esté claro que no se trata de una política deliberada para ganar competitividad sino la consecuencia descontrolado de la fuga de capitales incentivada por un ataque especulativo. La promesa del presidente del banco central de Brasil de vender dólares directamente de las reservas, más las millonarias operaciones en el mercado de futuros, dan cuenta de esa visión.
Sin perjuicio de que un menor valor del real mejora la rentabilidad del complejo agrícola brasileño, competidor del argentino en el mercado global, la crisis del país vecino se transmite a la economía local, principalmente, por la caída de la demanda de bienes industriales y manufacturas regionales, que tienen allí un mercado de relevancia. La fuerte baja en las exportaciones de las automotrices reproduce casi automáticamente este escenario recesivo.
Esta semana se conoció que Smata y General Motors negocian la extensión de las suspensiones en la planta de Alvear. Es paradójico que al mismo tiempo las cifras del Indec y de consultoras privadas canten un repunte de la actividad, incluida la del sector automotor, respecto del año pasado. También que los indicadores de empleo nacionales y provinciales muestren en términos generales un repunte.
Hay que advertir que estas comparaciones comienzan a realizarse con el período de transición entre el segundo y tercer trimestre del año pasado, cuando al grito de guerra de los fondos buitres le sucedió una nueva corrida que frenó decisiones de inversión y consumo e impactó en la producción.
Sobre el final de año, el cambio de autoridades el banco Central, el swap chino y el funcionamiento de los planes de aliento al consumo interno cambió las expectativas y sembró la tibia recuperación de este año. Esa tendencia muestra su modesto esplendor en las estadísticas públicas y privadas en esta parte del año, sin perjuicio de que al mismo tiempo se tense el sustrato de la economía.
El almuerzo de Fisfe por el Día de la Industria fue una síntesis de esa situación. Los empresarios reunidos en el encuentro, la mayoría con raíces en las agrociudades, donde convergen la producción primaria y la industrial, dibujaron un mismo mapa.
Están muy golpeados los rubros vinculados al comercio exterior, directamente o a través de la provisión al campo. Y crecen los que están vinculados al mercado interno, por la reactivación de la construcción y os planes de estímulo al consumo.
La presencia del Estado a través de estas políticas, además de los Repro que amortiguan la presión laboral del sector metalmecánico, y la redistribución de subsidios productivos, fue reconocida en el encuentro, donde fue bien recibido el ministro de Economía Axel Kicillof. Lejos de Buenos Aires, el funcionario se mostró más suelto en la descripción de la situación, hizo guiños al campo y legitimó algunas de las demandas que se realizan desde ese sector, aunque subrayó la necesidad de "mantener los equilibrios entre todos los sectores".
Es precisamente el empresario agropecuario el gran ausente de la demanda en la economía regional, golpeado por la fuerte caída de los precios internacionales de los granos en los últimos dos años.
El impacto de esta caída de precios en las cuentas externas macroeconómicas fue confirmado por las cifras del balance comercial de esta semana confirmaron. El superávit prácticamente se esfumó. En la economía de la región, esa "deflación" está forzando ajustes en las cadenas agroalimentarias que alimentan una puja distributiva a la baja, donde los más vulnerables temen salir de la producción.
La principal crítica es que el Estado no los acompaña con una reducción de las retenciones a la exportación. Algo de eso campeó en el tractorazo que realizaron los chacareros santafesinos durante la semana que pasó al Monumento a la Bandera. Entronca ese movimiento, como en otras provincias, con una disputa de representatividad.
En esa disputa, la Federación Agraria Argentina realizó en Rosario su congreso anual, donde ratificó a su presidente y la estrategia gremial que la llevó a tomar distancia de la mesa de enlace y gestionar con el gobierno, a la par que se moviliza, medidas de alivio a los pequeños y medianos productores. Las compensaciones a agricultores y tamberos no recogen simpatía política en el sector. Pero comienzan a ganar peso en la economía de los productores, a medida que la rentabilidad baja cada día. Con todos los debates que genera, hay un entrevero de políticas públicas en este escenario de fuerte crisis externa. Un factor más importante quizás para el contexto electoral que la guerra de estadísticas macroeconómicas.
Un campo de disputa lejos del manual preconcebido y del éxito asegurado, pero que asume y expone la complejidad de un desafío mucho más profundo que el precio del dólar blue o las normas contables aplicadas a los fondos comunes de inversión.