El relanzamiento de la relación bilateral entre las dos economías más grandes de Sudamérica encarna una doble necesidad: la de Argentina de conseguir dólares o al menos dejar de perderlos, y la de Brasil de recuperar su perfil industrial exportando en el subcontinente.
Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, que a su vez sólo es superada por China y Estados Unidos como contraparte de los negocios brasileños.
De acuerdo al informe sobre la relación bilateral elaborado por el Centro de Economía Política (Cepa), los números que arrojan los últimos 20 años de conexión comercial así lo confirman. Cada vez que Brasil crece, Argentina lo hace. Ello demuestra el alto grado de correlación positiva entre el PBI brasileño y el argentino.
El vecino país se llevó, en el último año, el 14% de las exportaciones argentinas por un total de u$s 12.000 millones. Y el 20% de las importaciones, por u$s 15.000 millones, ubicándose en el segundo lugar después de China. Para Brasil, Argentina constituye el 7% de su comercio exterior.
Lejos de la tradición comercial primaria de Argentina, el perfil de los negocios con el país vecino es preponderantemente manufacturero. Con el relanzamiento comercial, Argentina busca encontrar una mejor complementariedad entre las industrias de ambos países, para que redunde en un balance más equilibrado del intercambio.
El Sistema de Moneda Local
En ese sentido, se intentará ampliar el Sistema de Moneda Local (SML) vigente desde 2008.
El SML, es un sistema de pagos que permite realizar negocios bilaterales en sus propias monedas, desvinculando al dólar de las transacciones. Profundizar el sistema permitiría a Argentina romper con los cuellos de botella que la falta crónica de dólares produce en el sector industrial.
Hasta el momento, el sistema es aplicable sólo a las operaciones de comercio de bienes, incluidos servicios y gastos relacionados con ellas, tales como fletes y seguros, con un período de compensación de monedas relativamente corto.
La propuesta actualmente en análisis es ampliarla de los 30 días actuales a un plazo mayor e incorporar el comercio de servicios. El cambio le daría mayor fluidez y volumen al comercio bilateral, reduciría el costo de las operaciones y descomprimiría las necesidades de reservas en billete verde.
Por lo pronto, el ministro de Economía, Sergio Massa, presentó ayer en el marco de un seminario con empresarios de ambos países, un acuerdo entre el Banco do Brasil y el Banco Nación para avanzar con un esquema de garantías que permita acelerar el proceso de abastecimiento y exportación de empresas de Brasil a la Argentina y de suministro de empresas argentinas con empresas brasileras. Apunta a eliminar, para los negocios con Brasil, la incertidumbre que genera el sistema de administración del comercio exterior en Argentina.
El crecimiento industrial argentino repercute fuerte en la exportación brasileña de bienes intermedios, fundamentalmente autopartes, pero también productos de extracción minera e hidrocarburífera, como el mineral de hierro. Con mayor holgura en términos de reservas, Argentina podría recibir manufacturas de origen brasileño sin que la cadena se interrumpa por el faltante de divisas.
Para potenciar el industrialismo es necesaria energía y Brasil apuesta a la Vaca Muerta, más aún si se tiene en cuenta la experiencia reciente con la guerra entre Rusia y Ucrania y su impacto en los precios y el desabastecimiento en el mercado energético internacional. El “gran acuerdo de integración” que se plantea no deja a este punto.
El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil evalúa el financiamiento del tramo final del Gasoducto Néstor Kirchner. La megaobra ampliará en un 25% la capacidad del sistema nacional de transporte de gasoductos troncales, y no sólo le permitirá a la Argentina poner en valor las reservas de Vaca Muerta, sino que a Brasil le posibilitará el abastecimiento dual frente al declino de los reservorios que lo proveen de gas desde Bolivia.
Estas posibles exportaciones de energía prometen incluir al sector energético entre los agentes proveedores de dólares, lo que posibilita al Estado nacional a diversificar sus proveedores de divisas, quitando la presión sobre la producción agropecuaria y también quitándole poder de fuego político a aquellos productores tradicionales.
Más allá del sesgo industrialista, los productos primarios y su primera transformación ocupan un lugar relevante en las exportaciones totales del Brasil y de la Argentina. La reinaguración de las relaciones bilaterales hace foco también en el sector, sobre todo en lo atinente a la producción de fertilizantes, para garantizar el autoabastecimiento regional, y en los agronegocios, donde el potencial de ambas naciones supera a cualquier otra del globo. El Mercosur, en su conjunto, detenta el 35% de las exportaciones de oleaginosas a nivel mundial y el 17% del volumen cárnico.
La suma de músculo productivo binacional permitiría exportar trabajo regional al resto del mundo, fortalecer el poder de negociación de las dos naciones en el concierto mundial y lograr un mercado de capitales con la profundidad suficiente para ampliar el perfil productivo de la región. La atraccíon del polo societario obliga a pensar el futuro del Mercosur y la integración sudamericana.
“Esta es una región que en el último año exportó más de u$s 600.000 millones y eso, reflejado en un instrumento monetario de comercio, nos puede dar libertad en términos de comercio bilateral y fortaleza a la hora de negociar con otros bloques”, dijo Massa.
Con la victoria de Lula y el regreso del Partido de los Trabajadores al país vecino recrea las condiciones para avanzar en una mayor integración entre los países miembros del Mercosur, en especial de Brasil y Argentina se espera que el gobierno de Lula implemente una política económica más expansiva en Brasil, con énfasis en la inversión pública, la promoción de la industria y la distribución del ingreso, y que ello redunde en un mayor crecimiento de Argentina vía el aumento de exportaciones hacia ese país, principal socio comercial.