Domingo 21 de Enero de 2018
La construcción de la obra musical resulta siempre, al cabo de los años, un esfuerzo de vertebración autobiográfica. Así el músico, a veces como un memorialista, escribe sus recuerdos y éstos, en el largo viaje que realizan desde el pasado hasta aquí y ahora, son adivinados por nuevos aires y el polvo del camino. Como el sueño, siempre vivo y saturado de sentido, la obra nueva llega indómita, y a la vez con un bagaje de signos reconocibles. La reflexión viene a cuento de todo lo que "recuerda" Sebastián Benassi en su último trabajo discográfico, Piano Pampa (Shagrada Medra, 2017), un disco de piano solo que, bello e introspectivo, expone a su autor —aunque él no lo sepa de antemano— como un intermediario entre notables mensajeros de su infancia y felices oyentes del presente.
Sebastián Benassi nació en San Jorge, provincia de Santa Fe, en 1966. A sus 51 años, su nombre no es nuevo en el vasto universo de la música popular argentina de raíz folclórica. Ya en el deslinde de los siglos veinte y veintiuno había publicado su primer disco solista, y una década antes de ese episodio era apuntado por músicos consagrados como una de las promesas a tener en cuenta (entre los que divulgaban esta profecía se contaba el talentoso guitarrista peruano Lucho Gonzáles).
Piano Pampa es un trabajo refinado por el aura sugerente de las composiciones originales; por cómo Benassi interpreta, con expresa gratitud, otras de Gustavo Leguizamón o Eduardo Lagos, pianistas cómo él, pero también porque resulta una magnífica evocación artística.
La gráfica que contiene al disco muestra una foto de 1975 en la cual el niño Sebastián aparece acurrucado, escondido debajo de un piano vertical en su casa paterna de San Jorge; la misma imagen muestra además fragmentos de un pianista que está tocando, sentado en la butaca, y de una tercera persona a su lado, fumando. Se trata de una imagen familiar y la sinécdoque sugiere que es una reunión social: "En mi casa se amaba la música tanto como se respetaba y admiraba a los amigos músicos que la visitaban. Por los años 50 mis padres conocieron a Edgar Tucho Spinassi y junto a él, luego, se hicieron amigos de escritores y músicos como Chacho Müller, Jorge Riestra, Adolfo Abalos Atahualpa Yupanqui, Remo Pignoni, Hilda Herrera, Simón Blech. Más tarde, en San Jorge, mis padres eran visitados por todos ellos".
Los legados de esos nombres, con su abigarrado repertorio de signos, noches y leyendas, están, nítidos, en los cinco bloques (o ideas, conceptos) en los que Benassi presenta Piano Pampa: Alma, Juego, Ruego, Gratitud y Despedida. Lo que el niño Sebastián, escondido bajo el piano, guardó en su caja negra sensible las noches de su infancia —los pareceres, las músicas, las voces de aquellos mensajeros— se libera ahora en su propia interpretación: su toque sutil (flota sobre las teclas), lo que extrae de su baúl secreto, tiene, a la vez que el hilván de su hechura, los matices que prueban su intimidad con aquel grupo privilegiado de músicos que frecuentaba su hogar.
"Aún resuenan en mi cabeza los romances de Guastavino para dos pianos interpretados por mi papá y mi mamá, hoy me emociono profundamente cada vez que escucho esa obra. La mía fue una infancia de mucho estímulo musical. Y sí: en las reuniones me escondía debajo de uno de los pianos verticales, elegía el Zimermann, que era el que tenía mejores bajos. La foto que publiqué en el disco es un testimonio de todo esto ...".
Breves algunas, complejas otras, cada una de las piezas incluidas en este disco de piano solo parecen salvar y preservar una emoción. Nuevamente aparece entonces la imagen del memorialista o de aquel que lleva un diario y sin saberlo salva para siempre un sentimiento o una imagen, rescatándola de la fugacidad del instante. La música de Benassi evoca el pasado, pero esa evocación, en un proceso tan intelectual como afectivo, licúa aquellos materiales, los interpela y los confronta con el presente: herramienta en mano de un gran artista, su linterna alumbra la tradición y la transforma.
"Bueno, si uno toma la tradición como eso que se transmite y se mantiene de generación en generación, mi herencia ha sido heterogénea. Desde mi abuelo materno, el maestro Aldo Gily, compositor y director de orquesta italiano, vengo recibiendo esa tradición. Y luego de mis padres, que también me dieron un vasto legado", apunta.
Justamente, papá Hugo y mamá Leda vivieron mucho tiempo en Rosario y se formaron en el conservatorio del abuelo Aldo: "Mi tradición ha sido escuchar a mi madre interpretando a Debussy o a mi padre tocando Chopin, Rachmaninoff o algún tango de Horacio Salgán, más la influencia de muchos pianistas y compositores de música clásica y popular que sonaban cotidianamente en mi casa. Recuerdo a mi padre con sus hermanos hablando de lo que ellos llamaban la Santísima Trinidad del Piano: Rachmaninoff, Salgán y Errol Garner".
En Piano Pampa desembocan piezas reconocidas del folclore argentino ("La Nochera", "Pampa de los Guanacos" o "De sólo estar", entre algunas) y otras compuestas por Benassi que exponen fronteras lábiles y formas libres que el piano y su fantasía cargan de encanto: "El piano es el escritorio donde trabajo, el lugar desde donde veo el mundo, donde traduzco un vientito del sur, un olor a tierra mojada, un rayo de sol en un acorde, en una frase que me entusiasme para que de ahí nazca una nueva composición. Siempre me pasa que las ideas musicales surgen inconscientemente con una lógica pianística. El piano es para mí una necesidad cotidiana, es el encuentro conmigo; cada día ahí veo cómo estoy, en qué ando ? Lo que me vuelve del piano es la verdad, a veces emocionante, otras preocupante. Pero siempre es la verdad".
Escritor testigo, con el piano como "escritorio", Sebastián Benassi vive en San Jorge, ciudad del centro oeste santafesino, donde ejerce la docencia; con idénticos fines viaja algunos días de la semana a la vecina Carlos Pellegrini. "San Jorge es una linda ciudad. Aquí doy clases en mi casa, en mi aula-piano, donde tengo dos pianos y un gran pizarrón. En mis ratos libres me gusta ir a jugar al 5 quilles (un juego de billar) al Club San Jorge. Toco y estudio todos los días, pero en público me presento poco, tres o cuatro veces al año. Ahora mis planes son seguir trabajando en lo mío y tener en dedos (bien ensayadas) las obras de este disco para presentarlas próximamente".
Este disco es el quinto de su discografía personal. Antes fueron Desde el silencio (2003), Canciones de llanura (2007), Piano I (2012) y Surlatino (2016). Con Piano Pampa, Sebastián Benassi parece haber regresado a un San Jorge exactamente igual al de sus recuerdos y hasta podría decirse que, así, el niño Sebastián no salió nunca de abajo del piano. "Creo que el tiempo, el silencio y la distancia ponen a prueba nuestros verdaderos sentimientos, y lo que estos tres términos implican es la esencia de Piano Pampa", musita. En la soledad de la llanura que ama, Benassi pinta sus arcanos.