Desde la casa de María Cristina "Polilla" Pagnanelli (a quien asesinaron junto a Eduardo); la de su compañera de militancia Marta Terradas, que envió la carta anónima respecto al asesinato de Eduardo; la de sus amigos en Constitución al 800 y hasta la casa de su tío, en Zeballos al 2400, entre otros sitios de la ciudad, componen el paisaje fotográfico. Sin embargo, la foto icónica que inaugura la muestra es la que se utilizó para realizar denuncias en la Conadep, en la que se lo puede apreciar a Mencho haciendo la V de la victoria en la cantina del colegio La Salle.
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Foto: Leonardo Vincenti / La Capital
Precisamente este proyecto nace en 2019, cuando volvió a Rosario para inmortalizar aquellos pasajes de la historia de su hermano asesinado por la Dictadura. Lo hizo a través de una Nikon analógica con rollo de 36 b/n. "Tuve una relación difícil con Rosario durante años. Era muy joven, prácticamente un niño y la veía como ese monstruo grande que pisa fuerte", reflexiona en una entrevista con La Capital, parafraseando a la canción "Solo le pido a Dios", de León Gieco. Y añade: "Haber venido a Rosario en 2009 con Ausencias (2006) fue el reencuentro emocionante y me permitió comunicarme desde otro lugar".
Explica que Contradesaparecido se basa en esa historia respecto de cómo se llega a la identificación de los restos humanos de su hermano después de 38 años (2014). "Fue a partir de las luchas de memoria, verdad y justicia", valora.
La historia también podría llamarse "Para una tumba sin nombre", en alusión a la novela del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, puesto que los restos de su hermano estuvieron desaparecidos y enterrados como NN por "muerte violenta" en la tumba 242 del solar 57 del cementerio ubicado en 27 de Febrero y Provincias Unidas. Sucedió que los restos de Eduardo fueron exhumados en 2011 y la identidad fue restituida en 2014. "Gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf) se confirma científicamente que todo aquello que sostenía la familia y los organismos de DDHH, era cierto", destaca.
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Eduardo era militante de la organización Montoneros en Paraná, donde se desempeñaba como dirigente estudiantil en el colegio La Salle. Fue secuestrado en diciembre de 1976 y asesinado de manera cruel junto a Polilla Pagnanelli en una esquina del barrio Fisherton. El primer indicio fue a partir de una misiva anónima que entrega una compañera de militancia, Marta Terradas, quien sugirió la fecha en que lo habían matado, el 26 de diciembre del '76. No obstante, Gustavo destaca el incansable recorrido realizado por su hermano Guillermo, que falleció en 2009: "Fue uno de los que más investigó en la causa; lamentablemente, el único que supo de la identidad de mi hermano fue mi otro hermano, Diego".
Más allá de su historia personal, Gustavo no se aparta de la militancia colectiva que vienen llevando adelante Abuelas, Madres e H.I.J.O.S. y que dieron paso a los juicios por lesa humanidad desde 2004 hasta estos días en el país. "Detrás de esta historia personal subyace toda la historia que vienen llevando adelante los organismos de derechos humanos y que sirvió para demostrar que el aparato represivo del Estado no estaba compuesto solo por las Fuerzas Armadas sino que existía un aparato burocrático, puesto que una vez consumado ese hecho en Fisherton, los bomberos llevaron el cuerpo mutilado de Eduardo a la morgue, el médico forense Angel Tomás Lungo firmó el acta de defunción y el área administrativa de la Municipalidad autorizó el ingreso del cuerpo a una tumba sin nombre", explica respecto a ese doble juego de blanqueo y de ocultamiento a la vez.
¿Dónde van los desaparecidos?
«¿Cómo se vuelve desaparecido? Cada vez que lo trae un pensamiento», cantan Los Fabulosos Cadillacs en nombre de Rubén Blades. Y es así como lo sostiene Gustavo. "Los desaparecidos vuelven permanentemente y la idea es un tanto más cruda. Porque hay que arrancarlos de esa condición y contradesaparecerlos. Y aún así, no pierden esa condición, puesto que ese siempre fue el objetivo del aparato represivo del Estado, que nunca se supiera respecto a su paradero", reflexiona.
En ese sentido, repasa que una de las cosas más sorprendentes de la edición del diario La Capital del martes 28 de diciembre de 1976, mediante el comunicado del II Cuerpo del Ejército, es que debajo de la nota en la que se habla de «dos terroristas abatidos en un enfrentamiento», hay un titular enorme que rezaba: «Se cumplen 85 años de la abnegada tarea de los Bomberos Zapadores». "Eso resultó absolutamente llamativo porque los bomberos, quienes resultan para la sociedad como los tipos más probos, eran los encargados de hacer la tarea sucia: recoger los cuerpos y darles salida para su posterior desaparición", lamenta.
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Por su parte, Sabrina Gullino Valenzuela Negro, quien acompaña la charla en la mesa del bar El Cairo, resalta: "Este proyecto condensa el soporte fotográfico e investigativo, que a su vez se sostiene sobre una lucha colectiva que llevan adelante los organismos de DDHH. Es un caso donde se restituye la identidad de un desaparecido y surge como ejemplo de toda esta tragedia: que todos y todas queremos saber dónde están nuestros seres queridos".
Nieta recuperada Nº96 en 2008, hija de Raquel Carolina Negro y Edgar Tulio Valenzuela, aún busca a su hermano mellizo. Ambos nacieron en cautiverio el 3 de marzo de 1978 en el Hospital Militar de Paraná. Tanto su hermano (se estima que con vida, porque fue cedido de manera ilegal a una familia) al igual que sus padres aún permanecen desaparecidos. "Me pasa con mi hermano, con quien tengo una conexión muy fuerte y aún lo sigo buscando", subraya.
La muestra en el Museo de la Memoria
En el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos, este sábado, a las 19.30, se inaugura en el Museo de la Memoria la muestra temporaria realizada en cooperación con el Centro Cultural Parque de España, con el auspicio de la vicegobernación de Entre Ríos y el apoyo del Instituto Ramón Llull, la Municipalidad y el propio museo. Junto a su compañera Vanina De Monte, narra en imágenes y documentos la historia de su hermano Eduardo, sus 18 años de vida, la desaparición forzada durante la dictadura cívico-militar-clerical y los 38 años de denuncia que siguieron hasta el juzgamiento del caso en mayo de 2020.
El concepto de la muestra radica en la noción de Contradesaparecido, entendiendo que las víctimas de desaparición forzada no vuelven ni aparecen: sólo la fuerza del accionar colectivo sobre los hechos puede sacarlas de su condición de desaparecidas. Por lo tanto, la memoria implica un proceso de reconstrucción sobre los pasos dados por el Estado represivo y su aparato burocrático, para desenterrar la verdad oculta en el plan sistemático que representó el terrorismo de Estado.
"Es la primera vez que vamos a exponer este proyecto que encaramos con mi compañera, Vanina de Monte, que es diseñadora gráfica. Tenía la parte estructural y ella se encargó de la curaduría de la muestra", apunta Germano.
Un espacio de articulación para las luchas colectivas
"La muestra que inauguramos relata una historia que es individual y colectiva a la vez y eso hace que se enlace con la historia del Museo de la Memoria y esta nueva etapa que comenzamos hace pocos meses de doble manera. Por un lado, Seguimos apostando al vínculo virtuoso entre el arte y los testimonios, documentos y la historia para construir memoria", reseña el director del establecimiento, Lucas Massuco.
En ese sentido, afirma que "la potencia política del arte, las imágenes y la evocación para rescatar el rol fundamental que tiene la voz de sobrevivientes y familiares en los procesos de memoria, verdad y justicia".
Respecto a la muestra del fotógrafo Gustavo Germano y Vanina De Monte, apunta: "Con esta muestra buscamos intervenir en la coyuntura y en el futuro cercano. Nuestra democracia se encuentra acechada por sus enemigos de siempre pero también por un desencanto que aún no hemos sabido contrarrestar", para subrayar: "A 40 años de recuperarla este es el principal dilema que enfrentamos. Existen elementos autoritarios dentro del propio sistema democrático y hemos olvidado que la democracia fue una conquista colectiva, es un proyecto colectivo".
"Esperamos, deseamos, que Contradesparecido sea un ejemplo de las formas en que el Museo puede transformarse en un espacio de articulación de las luchas colectivas que a veces actúan como si estuviesen solas, y lograr que la democracia se vuelva sustancial, antes que formal, comunitaria antes que individual, y vuelva a enamorar", valora.
Por otra parte, Massuco añade: "Nuestro Museo es una construcción colectiva. Hace 25 años los organismos de DDHH crearon junto con el Concejo con el objetivo de investigar la verdad de lo que pasó, reparar a víctimas, familiares y sobrevivientes y conectar con las nuevas generaciones para lograr el Nunca más. El Museo de la Memoria no tuvo, no tiene y esperemos que no tenga jamás objetivos personales. Contradesaparecido nos habla de la recuperación de las luchas colectivas como marco insoslayable para objetivos individuales y personalísimas como es, por ejemplo, la búsqueda de un hermano".
Sobre los artistas
Gustavo Germano nació en Chajarí, Entre Ríos en 1964. Es fotógrafo y actualmente reside en Barcelona. Se inició en la fotografía en 1986 cuando recorrió América Latina. Desde 1990 trabajó como fotoperiodista y editor grafico para medios de Entre Ríos y colaboró para diarios y revistas de Buenos Aires. Es creador de proyectos como Ausencias (2006), Distancias (2007), Búsquedas (2015) y Contradesaparecido (2022).
Vanina De Monte es diseñadora gráfica en Comunicación Visual egresada de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional del Litoral. En 2001 se radica en Barcelona, donde forma parte del Departamento de Diseño de diferentes agencias de comunicación locales. Desde 2007 trabaja en colaboración con el fotógrafo Gustavo Germano en el desarrollo y diseño de sus proyectos de memoria social y ciudadana: Ausencias, Distancias, Búsquedas y Contradesaparecido.