Vividas son las situaciones dramáticas, de ira, de impotencia y dolorosas, las que hacen cuerpo en nosotros, por ejemplo, en ocasiones que debemos ser usuarios de los servicios de salud. En este sentido hago referencia a lo que llamamos “una mala atención”, ya sea desde el primer sector de línea administrativa, así como en el interior de los consultorios. En el intento de dar respuestas solemos pensar que quizás esas personas que operan en el servicio pueden haber tenido un mal día, no han elegido bien su trabajo, no les queda otra, entre tantos pensamientos, antes del insulto o la impotencia. Pero debo decir que no estamos siendo justos con estos pensamientos que condenan a los operadores como a nosotros mismos. Dicho esto, me interesa proponer un momento y pensar la atención en salud desde otro lugar, aunque no se trata de negar que quizás hayan elegido mal su trabajo, no tenga otra opción laboral, o tengan un mal día. Después de todo, ¿a quién no le ha pasado? Pero aun así, no creo que esa sea la respuesta que debemos dar frente a una “mala atención”. Es en ese sentido, como bien marca el título, debo introducir el concepto de alienación, y quizás nos ayude a clarificar algunas situaciones. Es un concepto utilizado por Karl Marx en algunos de sus manuscritos para plantear una problemática en el trabajador y en la sociedad. Este concepto hace referencia a cómo el trabajador está despojado del objeto que produce. Dicho en criollo, es una forma en la que un ser humano produce algo que no le es propio, y sólo lo hace porque posee la fuerza de trabajo, el cuerpo y el tiempo. Quizás sea menester darle lugar a este concepto para pensar al campo o sistema de salud y a sus operadores. Podemos ver como la alienación en el campo de la medicina tradicional produce una fragmentación que garantiza el aislamiento de la realidad de aquellos médicos, administrativos, que mal nos atienden. Síntoma que jamás es reconocido dentro del propio sistema. Si los que producen salud se encuentran aislados de la realidad que producen, es lo que da lugar a una mala atención, siendo una de sus consecuencias el desinterés por la singularidad contextual en que se encuentra el sujeto sufriente. Se agrega además una distancia propia sobre los cuerpos que genera un cansancio y un desgano absoluto, incluso la pérdida del sentido en la propia práctica, que los invita a los profesionales a refugiarse dentro de sus consultorios con la justificación de que cada uno está realizando “su” tarea. Pero sin extenderme demasiado, ya que se agrega el problema económico de aquellos operadores del servicio de salud y eso implicaría otra reflexión un tanto análoga, mi intención es dar lugar a un pensamiento crítico que nos permita poder ver que hay tantas víctimas por fuera del mostrador como también detrás. La fragmentación y la alienación en la medicina es el enemigo número uno que atenta tanto contra aquellos que la ejercen como a aquellos que demandan. No somos otra cosa que víctimas y por contrato victimarios de un sistema que se ocupa de matar el sueño de aquel momento en que fuimos estudiantes y soñábamos con ser grandes profesionales de la salud. Esos sueños hoy parecen haber quedado tan atrás como la posibilidad de una buena atención en los servicios de salud. Desde este lugar sólo nos queda la utopía, pero a sabiendas de que perderla significa acostumbramiento y la pérdida de un acompañamiento solidario que pueda ser garante de salud. Pero desde mi humilde lugar, a mis compañeros les pido que si me detengo me empujen y si me caigo me levanten.