Ya es hora: los argentinos debemos darnos por enterados de que –básicamente– las reglas de juego del capitalismo ya están inventadas, y de que nosotros no estamos en condiciones de modificarlas. Desde una perspectiva económica somos un simple país en vías de desarrollo, y tenemos que adaptarnos lo mejor posible ¡Mucho más si tenemos en cuenta nuestra imperiosa necesidad de inversiones! Además, no hay un solo ejemplo en el mundo actual de algún país que se haya desarrollado sin racionalidad económica y continuidad. Resulta estúpido y soberbio pensar que podemos hacer lo que queramos sin pagar un alto costo socioeconómico, como pretenden hacernos creer los demagogos de turno. Es cierto que en política hay un gran margen de acción, pero también es cierto algo que ellos callan: las consecuencias de de-satender las reglas de juego del mundo desarrollado. Los que quieran refrescar su memoria pueden dirigir su mirada al decadente populismo venezolano actual. El realismo mágico en lo económico trae atraso, pobreza y sufrimiento. Eso no significa que abandonemos nuestras pretensiones en cuanto a la forma de desarrollarnos y a la distribución del ingreso. Pero sólo podemos tratar de consumarlas por otras vías –como los foros internacionales o las agrupaciones entre países de aspiraciones similares–, más racionales y menos limitadoras de un genuino y sostenible crecimiento, ese que nos debemos hace más de medio siglo.