Me pregunto si en algún lugar de la ciudad existe un árbol de yerba mate. ¿Cómo es la planta que provee sus hojas para nuestra bebida nacional? ¿Por qué no se le brindan justos honores en un cantero relevante de alguna de nuestras plazas o parques? ¿Somos irremediablemente indiferentes, con sensaciones adormecidas, sin que alcancen a producirnos curiosidad o asombro? En mi caso, un poco lo reconozco. Estoy mateando, así como otras veces tomo té o café, y ni se me ocurre internarme en pensamientos que se interesen por los orígenes y curiosidades de las cosas. Consumo, simplemente. Se me antoja esta reflexión, porque de repente vi un árbol en una vereda de la ciudad, que alguno habrá admirado y otros pasan sin mirarlo. Los árboles son personajes importantes que es bueno considerar y tener presentes en nuestro entorno. El que cito es un ceibo alto y frondoso (está en Carriego, llegando a Mendoza); ahora se lo ve florido, alfombrando la vereda con sus flores. Pero ellas, distinguidas como nuestra flor nacional, no lucen el rojo terciopelo. ¿Mantendríamos su título si tuviera otro color? El ceibo del que hablo tiene la copa colmada de flores anaranjadas y es muy bello. Aunque pierda su categoría, valoro su temple de diferenciarse de la especie. Vale la pena salir de paseo para verlo. Volviendo al árbol de la yerba mate: si alguien sabe de alguno nacido en algún sector de la ciudad, agradeceré la información ([email protected]). Sugeriría también al vivero del municipio que emplace un ejemplar en un lugar destacado, con placa alusiva. Seguramente, lo merece.