"Rosario está empezando a recuperar su orgullo como ciudad"
En el año del Tricentenario de Rosario, el intendente Pablo Javkin dice que “no hay nada peor en la historia que juzgar con la mirada de hoy hechos del pasado”.
En el año del Tricentenario de Rosario, el intendente Pablo Javkin dice que “no hay nada peor en la historia que juzgar con la mirada de hoy hechos del pasado”. Lo entusiasma debatir sobre el origen “plebeyo” de la ciudad, recupera las figuras de Juan Alvarez y Nicasio y reafirma su compromiso político para que Rosario sea declarada capital de la Argentina “porque es una deuda histórica que tiene el país”. Pero también piensa en la urbe del presente: “Hoy se logró una cultura de hacer ciudad, de hacer vecindad, de encuentro con el otro, como en ningún otro lugar”. “Es imposible hoy organizar un municipio desde la verticalidad, por eso florecen clubes de barrio, centros vecinales y de jubilados, es una población muy acostumbrada a autoorganizarse territorialmente, socialmente y culturalmente de una forma muy dinámica”, remarca a partir de su experiencia al frente de la Intendencia.
Valora la autonomía municipal porque se gestionará “con mayor libertad y menos burocracia”. Aunque le quedan dos años de mandato, se emociona cuando se le pregunta cómo quiere que lo recuerden los rosarinos y rosarinas. “No creo tanto en los legados personales, pero me gustaría que me recuerden como un buen tipo que trabajó mucho y ama a Rosario”.
El Tricentenario
—En 2024 volviste muy impresionado por los festejos de los 300 años de la fundación de Montevideo.
—Nosotros compartimos mucho con Montevideo más allá del vínculo marítimo que la hace distinta. Compartimos mucho la tipología de ciudad, la lógica de ser lugares alternativos al poder central de Buenos Aires, nuestra historia política, porque la Liga de los Pueblos Libres de Artigas nos unió precisamente en un debate sobre si la Argentina se iba a organizar federalmente o no. Hasta el punto de que aunque mucha gente no lo sabe o no lo recuerda, Santa Fe no participa del Congreso de Tucumán. Ni los gobernantes de la banda oriental. Me impresionó mucho Montevideo. Tiene un carácter muy común en relación al marco histórico: en relación con estos 300 años de Rosario, debemos subrayar mucho más cómo fue nuestra historia y aprovechar para difundirla, que es algo que a veces no lo tenemos tan marcado. Rosario tiene su origen, tiene sus características, precisamente muchas de ellas las tiene en el hecho de no haber sido fundada sino más bien ser parte de un proceso aluvional y con su esfuerzo propio, muy guacha en el sentido del término.
—Y te propusiste llevar adelante el Tricentenario de Rosario (1725-2025), a partir de la crónica escrita por Pedro Tuella.
—Estas fechas nos permiten reflexionar un poco sobre la historia y también dejar planteadas cosas a futuro. Y coincide con un periodo de Rosario en el que una vez más, como tantas veces hablando de la historia, la sociedad empieza a salir de un momento muy difícil. En este caso, vinculado al impacto de la violencia en la ciudad, al índice de homicidios, a lo que Rosario padeció en los años anteriores. Y como bien decías en tu libro de historia de Rosario, padeció incendios, saqueos, peste: recurrentemente Rosario ha tenido que enfrentar momentos muy difíciles, que sobre todo dañan su orgullo. Y nosotros pensamos el Tricentenario para aprovechar un momento en que estamos empezando a recuperar nuestro orgullo como ciudad. Salir de la ciudad que algunos comparaban con Sinaloa o Medellín muy injustamente, volver a ser la ciudad que siempre fue. Una ciudad plebeya, muy horizontal, de muchos antecedentes, de peleas sectoriales, y siempre, claro, la alternativa lógica dentro de un país a un modelo que concentró todo en Buenos Aires. De lo cual se salvaron pocas cosas, entre esas pocas cosas el puerto y Rosario como lugar de vinculación con el mundo.
—En rigor, vos nunca planteaste que este año se iba a recordar “una fundación” de Rosario.
—Acá se dio un debate histórico muy respetable con muchas personas de trayectoria académica. Tuella era un cronista, no era un historiador oficial, que relata la llegada de Francisco de Godoy y los indios calchaquíes, que lo recogés muy bien en tu libro. Ese hecho fue puesto en duda mucho tiempo después, un poco por Juan Alvarez, y un poco por la historiografía académica más contemporánea. Pero nadie puso en duda el festejo del Bicentenario de Rosario en 1925.
—Imagino que habrás hecho una lectura política de ese bicentenario...
—La Argentina de 1925, la del presidente Alvear, era la del crecimiento, no hay nada peor en la historia que juzgar con la mirada de hoy hechos del pasado. La Argentina en ese tiempo vivió un proceso de inclusión monumental, particularmente de los dos tercios de la población que fueron inmigrantes y que en ese periodo encontraron sus derechos cívicos, su primer acceso a la propiedad de la tierra, la organización de las colonias. Dame hoy la Argentina que absorbió dos tercios de su población. Pero independientemente de eso, lo que sucedió fue que encontramos un documento muy importante, de 1725 también, que es la designación por parte del Cabildo de Santa Fe de Francisco de Frías como primer alcalde del Pago de los Arroyos. Vos entrás hoy a la Catedral y está grabado 1725-1925 como el bicentenario de la ciudad, hubo un montón de acontecimientos ligados a ese bicentenario: la fuente de los españoles, el palacio de Correos...
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—Sumo el baile en el Jockey Club.
—Claudio Joison, por ejemplo, recuperó los menús de entonces, encontramos las medallas conmemorativas? Hubo dos libros del Bicentenario que están digitalizados en la Biblioteca Argentina y accesibles para cualquier interesado. Lo que nos interesa es remarcar un legado, que tiene un componente en la historia, un componente político, social, que tiene un agregado también en términos de cuáles son los desafíos que vienen. Rosario enfrentó un montón de desafíos en su pasado y es importante verlos. Y por eso también vamos a tener toda una serie de hechos hasta septiembre del año que viene, cuando se hagan los Juegos Suramericanos, donde la ciudad va a incorporar cosas que tienen que ver con ese legado hacia adelante en el deporte, en la educación, en la formación de nuestros pibes, en la inclusión social en el mundo del trabajo y también en el atractivo turístico de Rosario, ser una ciudad que atraiga gente.
—Volviendo al primer alcalde, es muy significativa su correspondencia con las autoridades del cabildo de Santa Fe, porque cuando lo nombran, Don Farías plantea que no sabe cuáles son los límites del Pago de los Arroyos.
—Rosario tuvo un crecimiento desparejo desde esa primera formación de un poblado a 1812 cuando Belgrano produce probablemente el acto más importante de nuestra historia (la creación e izamiento por primera vez de la bandera argentina) y también el paso de las tropas de San Martín para el combate de San Lorenzo en la lucha por la independencia.
—Y Rosario como un lugar de paso...
—Pero cuando Rosario es declarada ciudad, forma parte de una decisión estratégica de un país federal, que dejaba a Buenos Aires en otro punto al no pertenecer a la Confederación. La declaración de Rosario como ciudad, la consolidación como puerto de la Confederación inició un periodo donde pasamos en pocos años de ser 100 mil habitantes a medio millón. Es como que la historia de nuestra Nación se divide prácticamente en dos, y el crecimiento vertiginoso arranca en 1852.
—Volviendo a 1725 y al estimado Tuella, fue importante el trabajo de los Carrasco (Eudoro y Gabriel, padre e hijo), con su libro de historia “Anales?” donde señalaron que la fundación del Rosario fue un día de 1725 por parte de Francisco de Godoy.
—Los Carrasco hicieron un trabajo impresionante de los “Anales”, participaban en política, en la creación del escudo de la ciudad, en la idea de generar un mito de ciudad, que a veces es un factor aglutinante. Muchos mitos de ciudades tienen poco rigor histórico. Por ejemplo la segunda fundación de Buenos Aires, la mudanza de Santa Fe, cada uno tiene su elemento probado o documentado y los que no, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que Rosario es una ciudad de las más contemporáneas de la Argentina, que se inicia a partir del proceso constitucional del país y sin embargo hoy tiene el tamaño sólo igualado por Córdoba, que es una ciudad que tenía universidad en 1613 y estaba ubicada geográficamente en el corazón del Camino Real. Es impresionante lo que Rosario ha logrado en mucho menos tiempo que el resto.
—¿Cuál es tu mirada de la historia de Rosario según Juan Alvarez?
—Primero, nada menos, escribe una historia de Rosario. Junto al aporte de Wladimir Mikielievich hace grandes esfuerzos por explicar un poco de qué se trata este chiste del destino que es ser rosarino, como decía el eslogan de la revista Risario en términos de recuperar esa rosarinidad. Alvarez era una persona muy volcada al servicio de justicia, pero con mucha visión política. Lo que más destaco y ahora que está circulando la segunda edición de sus obras, que recomiendo mucho, es el esfuerzo que él hace por recuperar todos los documentos que reflejaban estudios sobre la historia de Rosario, de los anales de Carrasco hasta Tuella, y define muy claramente cuál fue el rol de Rosario desde que nace como ciudad para romper la macrocefalia porteña. Y yo lo destaco mucho porque es actual. Alvarez escribió hace más de ochenta años lo mismo que estamos viviendo hoy, el debate entre los gobernadores y el Estado nacional sobre los aportes del Tesoro nacional a las provincias. Y lo que hizo Alvarez fue ordenar los distintos hechos históricos que conforman el mito de la rosarinidad, en términos de su independencia, su carácter plebeyo, su lógica comercial económica, su lógica siempre contestataria con el poder de Buenos Aires.
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—Alvarez vivía en una casa en lo que sería hoy Córdoba y Juan Manuel de Rosas. Tuella había vivido antes en el mismo lugar, en una casa colonial. Lamentablemente no hay registro urbano, el patrimonio histórico llegó tarde. ¿Qué decía Alvarez de Tuella? Que era un tolerable autodidacta de la modestísima capilla del Rosario a fines del siglo XVIII. Un historiador contemporáneo que respeto mucho, Mario Gluck, escribió que para Alvarez era una discusión “intrascendente” la búsqueda de fundador del Rosario. Pero sí le resultaba legítima a Alvarez la creación de un onomástico de la ciudad. Es decir, una festividad que no necesitaba ninguna legitimidad de sanción de parte de los historiadores...
—Nicolás Charles (historiador y subsecretario de Cultura de Rosario) coordinó una reunión con historiadores como Alicia Megías, Camila Perochena, el mismo Mario... Ellos me dijeron “bueno, está bien, festejemos los 100 años del bicentenario” (risas). ¡Está bien! Yo creo que en definitiva lo importante es que no sea sólo una fecha, sino que ratifiquemos una esencia, una lógica de continuidad histórica. Rosario siempre fue así. Fue una ciudad bastante atacada, poco ayudada. Las mayorías del Congreso tres veces sancionaron una ley por la que Rosario era declarada capital del país, en 1867, 1869 y 1873. Y tres veces la vetaron presidentes como Mitre (con lógica) y Sarmiento, que en definitiva tuvo siempre una actitud medio hostil con Rosario.
—Eso me da pie para preguntarte si estás de acuerdo en reflotar el proyecto para que Rosario sea declarada capital de la Argentina.
—Por supuesto. Es una deuda histórica que el país tiene.
—Mirá que tu adorado Alfonsín pensaba en otra ciudad...
—Pero porque él lo pensaba más en términos del desarrollo regional. El siempre decía: “Me arrepiento por no haber agarrado un escritorio y una silla y haberme ido a Viedma”. Yo creo que Rosario podría ser la capital de la Argentina. Sería muy razonable que sea así. Lo más impresionante del libro de Alvarez es cómo empieza: describe la Argentina de hoy, en ningún lugar del mundo se da que tenga concentrado el distrito financiero, el distrito de gobierno, el índice económico más importante, la principal inversión. Ningún país federal del mundo funciona así. Seriamente la gente debiera discutir el traslado de su capital. Con el tiempo eso es lo que han hecho Estados Unidos, Australia, Brasil, Canadá. Incluso en esa lógica, dejame defender que Rosario no sea la capital de la provincia, porque es correcto que la capital sea Santa Fe, porque siempre está la lógica de compensar el núcleo económico más fuerte con el establecimiento del poder político y es una lógica que funcionó en los países federales.
—Alvarez representa la tradición liberal de la historia, estaba influenciado por Alberdi.
—Por supuesto.
—Tiene una frase en su libro que dice que Rosario es creación “de los blancos y no de los indios”. Rosario es una consecuencia del comercio, de los “emprendedores”...
—Siempre eludiendo el error histórico de usar o analizar palabras escritas hace cien años con el significado que tendrían hoy, no hay duda de que Rosario explota como ciudad con el fenómeno puerto-ferrocarril-comercio. Y claramente con la inmigración. Por algo el Negro Ielpi, en términos contemporáneos, fue un gran estudioso de la vida de la ciudad, maestro de todos nosotros. ¿Cuál es su gran creación en términos de política pura? La Fiesta de las Colectividades, que hoy reúne a la ciudad entera. Es probablemente de las fiestas que mejor reflejan esta idea de no importa dónde vivas, podés ir y compartir una fiesta superpopular como la del 20 de Junio. ¿Qué te marca eso?
—Hija de su propio esfuerzo...
—Y se hizo grande a partir de su designio como ciudad económicamente generada en su esfuerzo. Acá se hacen marchas de protesta hasta la Bolsa de Comercio, que no tiene absolutamente nada que ver con el análisis de lo que significa Wall Street. Es una bolsa de cereales, de gringos, hecha por un centro comercial, por iniciativa de Felipe Moré. Nosotros tenemos el único Banco Municipal que le queda a la Argentina y tiene casi 130 años. Era una ciudad que se pensaba a sí misma siempre desde su potencia económica.
—Y existen los ciclos, ¿no?
—Claro, ahora que veo un poco más en perspectiva la historia de la ciudad, los ciclos históricos nos parecen siempre presentes. Yo no tengo duda de que el ciclo de Rosario en el impacto de la violencia va a ser algo que superaremos como superamos montones de hechos históricos que fueron graves, incluida la pandemia. Yo creo que lo que tenemos que recuperar es a la gente que la pensó en términos de cuál era el sentido de la ciudad, en términos estratégicos?
—¿En quién pensás?
—En Nicasio Oroño (exgobernador de Santa Fe entre 1864 y 1868). Para mí fue un político (contradictorio como cualquier persona que haya participado en política) que tuvo una visión de la ciudad, después en la provincia, de integración de Rosario al mundo. Oroño resolvió algo muy importante antes de que se dé a nivel nacional, dos instrumentos básicos: el matrimonio civil que permitía mezclar a quienes venían y lo segundo, la educación pública, laica, que en Santa Fe estuvo mucho antes que a nivel nacional. Pero sobre todo fue el tipo que dijo “acá tiene que haber una jefatura política” y los convenció a Justo José de Urquiza y al gobernador Domingo Crespo de crear una ciudad (1852). También fue un gran impulsor de las leyes para que Rosario fuera declarada capital del país. Rosario tuvo un núcleo liberal progresista, obviamente su figura del siglo XIX fue Lisandro de la Torre y la Liga del Sur, y la autonomía municipal superadelantada en términos de pensamiento político que nacía de esa cultura, de la idea del emprendedurismo.
—Una ciudad libre...
—Es así, sin tanta verticalidad, es imposible organizar una ciudad desde la verticalidad y lo es aún hoy. Por eso florecen en Rosario clubes, centros vecinales y de jubilados, es una ciudad muy acostumbrada a autoorganizarse territorial, social y culturalmente de una forma muy dinámica. Y esa sí que es una característica muy nuestra.
—Otro tema que siempre retomás en tus discursos: la cuestión del federalismo, tu oposición a la centralidad, una discusión histórica que sigue abierta.
—Porque es la Argentina inconclusa. Hay muchos debates en el país. La gente ha probado de todo, ni hablar en los últimos años. Ha probado hasta cosas que uno jamás se iba a imaginar que íbamos a probar. Pero lo que nunca probó después del finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX es el debate geográfico, de dónde la Argentina tenía que concentrar o desconcentrar su infraestructura, cuánta ligazón iban a tener las decisiones políticas con los ámbitos donde se produce la riqueza. Saco al primer peronismo porque estuvo muy basado en la sustitución de importaciones que durante un tiempo generó un gran avance social, pero luego obviamente ese proceso de sustitución se fue agotando en términos de su impacto social. En definitiva es la discusión que la Argentina no ha podido retomar. Lo importante es no plantear la discusión sólo hacia atrás.
La sociedad futura
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—¿Hacia dónde vamos?
—A sociedades donde importa mucho la captación de talento, la sustentabilidad de la vida en una ciudad, la inserción en la economía del conocimiento. El mundo del conocimiento aplica dedicado al mundo productivo ya no con una barrera tan amplia, hoy la tecnología atraviesa el cambio de todos los modelos productivos. ¿Cuáles son las ciudades ideales? Rosario, Córdoba, ciudades de un millón de habitantes que tienen una doble virtud: no pierden vecindad, que es muy importante, pero tampoco les falta complejidad, que es lo que hace rica a una sociedad. Y el mundo está yendo hacia eso. La Argentina, no. Yo defiendo mucho esa idea del federalismo. Después va a haber tiempo que gane una opción u otra, porque la democracia implica alternancia, pero cuando vos mirás los movimientos políticos, esa alternancia no discutía una cuestión lógica que era el modelo de desarrollo, se sustentaba en base al vínculo de lo productivo con el poder político, que hoy está roto. Y la especulación gana mucha más influencia sobre las elecciones políticas que el mundo productivo real.
—Una vez un periodista de radio le preguntó al Negro Fontanarrosa qué opinión tenía de que Córdoba tuviera más habitantes que Rosario. El Negro le contesta: “¡Jódanse!”, en alusión a una de las particularidades que tiene Rosario, la cercanía. Yo no quiero vivir en una ciudad tan grande, no quiero vivir en una “San Pablo” argentina.
—Por supuesto que no. Para darte un ejemplo, Córdoba es en superficie una vez y pico más que Rosario. Se fue configurando y extendiendo, en muchos casos bajo un modelo de barrio cerrado, con lo cual también te complica el hecho de la condensación y la complejidad como ciudad. Rosario, como está entre dos arroyos y un río, tiene un límite geográfico muy claro. Yo soy bastante más partidario de que podamos densificar más determinados sectores de la ciudad porque eso da más oportunidades de vivienda y de desarrollo para mucha gente, que si no se va a vivir con menor calidad en ciudades satélite. Y eso es una cosa que también hay que tratar de evitar. Antes la escuela pública era muy predominante, el radio escolar definía mucho esa vecindad, ahora la pertenencia la define la cercanía con un club o con una colectividad. Esa riqueza que tiene Rosario es muy difícil de encontrar. Fontanarrosa fue un gran ordenador de todas estas cosas, además como lo hacía desde el humor era muy fino para eso, pero lo dijo con mucha claridad. Y, por supuesto, el fútbol y lo que implica la rivalidad, y así se va conformando una identidad. No hay muchas ciudades como esta.
—En otras ciudades argentinas no entienden la pasión por el fútbol que se respira acá.
—Es difícil de entender en el buen y en el mal sentido. Lo importante es que se entienda que una cosa alimenta a la otra, ¿no? Después los ciclos van cambiando.
—Sé que estás pasando un mal momento por tu equipo (risas).
—A mí me toca un mal momento, en otro tiempo fue al revés, pero es así. A excompañeros del secundario les recuerdo que se salvaron de que en los 90 no había WhatsApp, ahora es insoportable, todos los días te cuentan los clásicos pero eso no elude el peso que tiene la identidad de la ciudad. Hoy somos la capital mundial del fútbol, tenemos una foto del último Mundial que lo dice todo, Leo y Angel abrazados.
—Tu opinión sobre la nueva Constitución de Santa Fe...
—Muy importante, sobre todo para nosotros, porque fijate que de 1921 a hoy no tuvimos lo que habíamos ganado en 1921, que era la autonomía. ¿La autonomía qué refuerza?: el carácter libre de Rosario. Yo también lo siento con mucha responsabilidad. Enviamos al Concejo el primer instrumento dentro del marco del Tricentenario: la primera ordenanza de la autonomía y la convocatoria a la primera estatuyente municipal de Rosario.
—Tengo la sensación de que en general el ciudadano no termina de entender de qué hablamos cuando hablamos de autonomía.
—Es lógico. Al vecino al que hoy le estamos sacando la zanja porque estamos haciendo una obra de pavimentación a nivel definitivo, la estamos haciendo porque emitimos un bono con recursos nuestros y en el Mercado de Valores de Rosario lo compran inversores de Rosario o de la región, pero se perdían nueve meses por año en autorizaciones provinciales y nacionales. Yo tenía que informar a Santa Fe sobre cada árbol que intervenía. ¡Tenemos 420 mil árboles en Rosario! A veces no se toma conciencia del tamaño de Rosario, una contracara de la vecindad. A mí los vecinos me escriben como si fuéramos una ciudad de 30 mil habitantes, y está bueno... pero los desafíos que tiene Rosario son enormes, sólo comparables con Córdoba y quizás con San Miguel de Tucumán. Somos más grandes que otras provincias. Ahora seremos libres para manejar nuestros recursos, tener libertad en términos de eliminar burocracia, tener que dejar de pedir permiso para cuestiones que son absurdas.
—Una vez convocaste a rosarinos y rosarinas a ocupar los espacios públicos para confrontar contra la violencia urbana y remarcabas que apostar por la cultura pública es una inversión. Se percibe ese estado pero no alcanza para ganar elecciones.
—Yo no creo en eso, creo que tenés que planificar hacia dónde querés orientar la ciudad. ¿Cuál fue el desafío de nuestra época? El Tricentenario marcó un quiebre para arriba en eso. El desafío de nuestra época era ir hasta el fondo con las causas de la violencia y fue también atravesar la pandemia. El desafío hoy es reconstruirse después de eso. Si vos tenías funcionarios nacionales que decían que no había que controlar a los presos en las cárceles ni hacer inteligencia aun cuando te maten trescientos pibes al año en una ciudad, yo te puedo entender que tengas simpatía ideológica, no que seas ingenuo, sobre todo tomando en cuenta el origen social de esos pibes: algo te tenés que replantear. Y eso pasó. Y si tenías jueces federales que traían a Rosario por sus vínculos políticos con determinados gobiernos y se comprobaron vínculos con el narcotráfico, hay responsabilidad política. Y si le agregabas poca inversión en política de seguridad, poca presencia policial, qué lograste, matarle a Rosario el corazón de su vida, que es la calle.
En los 80/90 se produce la gran transformación de la costa central. A veces me río con una chicana pavota: “Ustedes las obras siempre las hacen en el centro”. ¿Quién se creen que usa el Monumento a la Bandera? ¿Los vecinos más ricos de la ciudad? Es al revés. Gente que vive en los barrios más alejados de la ciudad pueden disfrutar del Monumento, de la costa del río con el precio de un boleto de colectivo o la nafta de una moto. En qué ciudad del mundo vos podés venir y traer a tus hijos a un espacio como la Isla de los Inventos por 500 pesos la entrada, o disfrutar la apertura de la ciudad al río que pensó Hermes Binner o el Parque España en tiempos de Horacio Usandizaga. Había que ganar la calle, pero teníamos que jerarquizar los espacios públicos. Cuando empezamos a hacer las obras de las plazas se nos burlaban, hacíamos “placitas”. Sí, flaco, pero vos hoy vas a la plaza del Mercado y está repleta. Y esa gente que volvió a ir ahí se encontró con juegos e infraestructura nueva y lo mismo pasó en plaza Saavedra, que era una plaza con muchos problemas, sobre todo durante la noche, y hoy está llena hasta la una de la mañana.
Hoy se logró una cultura de hacer ciudad, de hacer vecindad, de encuentro con el otro, como en ninguna otra ciudad, lo perdimos durante un tiempo, lo estamos recuperando masivamente. Ahora hay que pensar cómo insertamos a esos pibes en el mundo del trabajo, porque estamos compitiendo con economías criminales, no le vamos a competir con un curso de soldador o de carpintería, le vamos a competir con las industrias creativas, con la inteligencia artificial. Y así como Binner armó el Tríptico de la Infancia, se viene la Tecnoteca, te aseguro que vamos a legar a la ciudad una escuela vinculada a la formación, una escuela no formal en tecnología y en habilidades para el mundo del conocimiento que no tiene ningún otro lugar en el país. Y no es lo importante la inauguración del edificio, será importante dentro de diez años ver lo que sale de ahí. Siempre así hay que pensarla a la ciudad. Poco verso, muchos hechos. La Argentina está sobreabundada de verso en todos los órdenes. A veces uno te puede caer más simpático, a veces te puede resultar más hostil pero el problema más grave es el verso. En esta ciudad eso no va. En esta ciudad si querés ganar elecciones, hacé. Y cuando vos te sentás en ese silloncito en calle Buenos Aires, tenés que hacer. Y te van a juzgar por lo que hagas. En algún momento mejor o peor, habrá perspectiva histórica o no la habrá. Y lo otro, cuidá el mango. Es otro mandato de los rosarinos porque es una ciudad austera, es muy uruguaya, en el buen sentido, en su forma de comunicarse y de manejarse. Y la manito limpia, cuidá el mango y hacé.
—En un contexto nacional preocupante, la derecha encabezada por Milei sale a proclamar “la batalla cultural”, impregnada de racismo, xenofobia y ataques a sectores del pensamiento de izquierda.
—Es difícil ser alberdiano y xenófobo, ¿no? Son relatos construidos. El kirchnerismo, a mi entender, pecó mucho de eso. Y ahora se están viendo cosas parecidas, pero sobre valores que ya rozan la bestialidad. Hoy tenemos un gran problema a nivel global vinculado a la democracia, a la idea de convivir con otros. Las respuestas que puede dar hoy un gobierno en este estado de desarrollo de la economía capitalista a nivel internacional y en este estado de insatisfacción generalizada que tienen los pibes (es la generación que ya no tiene asegurado vivir mejor que sus padres), genera mucho enojo. Ese enojo algunos lo justifican con Ernesto Laclau, otros lo justifican con la escuela austríaca. Yo creo en la democracia, el enojo no resuelve un carajo. Y si querés un ejemplo de la historia de esta ciudad, nunca creció a partir del enojo, tuvo hechos rebeldes, de crisis, de freno, pero el enojo no construye nada. Lo único que construye es alternancia entre enojados. Y es lo que se está viviendo en la Argentina ahora, el que viene es más duro que el anterior, ¿qué deja? Uno puede llevar a la inflación al 200 por ciento; el otro a dos de inflación, perfecto. ¿Mejora el ingreso? Hace 30 años no mejora el ingreso de un asalariado medio en Argentina. Hace años que no deja de crecer el índice de pobreza. En términos culturales y de acceso a la educación, mucho más, el grueso de nuestros pibes depende de que haya una oferta pública, que puedan imaginar y crear. Sobre eso hay que discutir y sobre esa base y sobre los hechos que vos generes podés discutir una política de ampliación de derechos. Reconstruir la democracia desde arriba hoy es imposible, va a ser desde las ciudades y desde las redes que las ciudades puedan anudar. Todo nuestro foco hoy está puesto en eso.
—Te hago una pregunta que ya te harán otros colegas, en otro momento. ¿Cómo te gustaría que te recuerden?
—Yo no creo tanto en los legados personales, pero me gustaría que me recuerden como un buen tipo que trabajó mucho y ama a esta ciudad. Estoy viviendo lo más lindo que puede vivir un rosarino, gobernar Rosario. Después de eso es difícil que algo lo supere. Por lo menos a mí, que me gusta estar acá. Cuando me tocó vivir en Buenos Aires (como legislador nacional) sufría. Como decía mi hermano Gerardo Rozín, cuando uno no vive en Rosario y ama esta ciudad, vive en el exilio.
—Es paradójico porque te vas de Rosario odiándola y después no ves la hora de volver.
—Yo quiero ser recordado como uno más de esos apasionados por la ciudad. Me gustaría terminar mi Intendencia y disfrutar de esta ciudad con libertad, no tengo otras expectativas.
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