La trama de irregularidades en los negocios que se tejieron desde el laboratorio Apolo tuvieron un capítulo en la Justicia paraguaya por contrabando de suero. ¿Cómo era el tráfico desde un pequeño pueblo de Paraguay hasta las venas de los argentinos con el sello del laboratorio rosarino?
El titular de la firma desde 2005 era Jorge Salinas, "que cae en el país del contrabando por suero, no por efedrina", ironizó uno de los tantos proveedores damnificados. Un grupo de personas que realizaron negocios con Salinas y que permitieron a La Capital reconstruir el recorrido que hacía al menos un camión a la semana desde la fábrica ubicada en Yaguarón con papeles falsos hasta el laboratorio de Alem al 2900. Y de allí hacia droguerías, principalmente de empresarios rosarinos, que también estuvieron salpicados por otras sospechas de negocios poco claros.
Cuentan que Salinas hizo su primera "plata grande" con el negociado en el Pami, denunciado por la ex ministra de Salud, Graciela Ocaña. Siempre con dinero en efectivo desembarcó en la ciudad en 2005 y desde el año siguiente ya buscó expandirse a Sudamérica. Fue en 2006 a Lima junto con varios empresarios rosarinos. También analizó negocios en Bolivia y Chile. Pero le atrajo la compra de un pequeño laboratorio casi quebrado a 57 kilómetros de Asunción, a las afueras de Yaguarón. Lo hizo con Rigecin, el laboratorio de Buenos Aires con la que entró al rubro.
Ahí, junto a un socio guaraní —dedicado al cambio de divisas en Ciudad del Este— emprendió una inversión de 25 millones de pesos y empleó a 120 personas. Los sueldos eran un cuarto que en Rosario. Para este pueblo al noroeste del departamento Paraguarí de 27.000 habitantes —dedicado a la agricultura, ganadería y algo a la fabricación de ropa— el emprendimiento era llamativo. Pero los consultados sólo hablaron del negocio del suero, aunque dentro del laboratorio había otra empresa que tenía permiso para importar hasta efedrina.
Las oficinas estaban en Asunción. Salinas viajaba seguido y paraba en la suite presidencial de un conocido hotel cinco estrellas.
Gerenciamiento. "Ninguna de las personas que estuvo a cargo de las gerencias de las empresas de Salinas eran personas instruidas. No quiere a ese tipo de gente, sino bichos para los negocios", reconoció una de las personas que operó con el empresario durante años hasta que los cheques ya no fueron ni cambiados por otros.
La planta de Paraguay, explicó una persona que siguió de cerca el exponencial crecimiento de Salinas, se levantó con dinero en efectivo que fluía de proveedores, que le adelantaban negocios. "Siempre trabajó a demanda, hasta que no pudo cumplir", añadió. Y fondos de nuevos proyectos, como acordó levantar en Chaco con un gobernador por dos millones de pesos. Era ideal, ya que quedaba también sobre la ruta 11. Una estación intermedia en la línea recta de mil kilómetros entre Clorinda y Rosario, que bordea el Paraná. Conocida como la ruta "verde" por un histórico ducto para el tráfico de marihuana.
Todo marchaba aceitadamente hasta la madrugada del 16 de septiembre de 2010 cuando el cruce de la ruta a Puerto Falcón (frontera con Argentina) y el tramo a Nanawa fue detenido un camión con alrededor de 10 mil unidades de solución fisiológica de cloruro de sodio. El comisario Rojas incautó la mercadería. Según medios paraguayos, se produjo un "incidente" porque el conductor del camión exhibió una factura de compra de las cajas de sueros de "Rigecin Laboratorios" de Yaguarón.
Ese día, la jefa de vigilancia laboratorial de la XV Región Sanitaria paraguaya, Josefina Ferreira, dijo que es criminal transportar un medicamento en las condiciones inapropiadas. "Puede resultar fatal", aseguró.
Según se pudo reconstruir, Salinas "pagaba" una ruta desde Yaguarón hasta Villa Hayes y cruzaba en balsa al lado argentino, donde se volvía a cargar en un camión hasta un distribuidor en Clorinda. De allí a Rosario. Pero el costo de los peajes comenzó a subir porque Salinas empezó a enviar más de lo "normal". Esas "diferencias" parecen que no habrían sido saldadas. Comenzaron los allanamientos y la persecución de Salinas en Paraguay.
Las fuentes consultadas señalaron que Salinas comenzó a contrabandear suero porque el laboratorio de Yaguarón no estaba habilitado para la comercialización, no contaba con la certificación de buenas prácticas de fabricación y control otorgado por la Dirección Nacional de Vigilancia Sanitaria de Paraguay.
"Llegó un momento que los depósitos rebalsaban de mercadería", admitió uno de los defraudados por el amante de los gustos suntuosos. Frente a esta situación, añadió, Salinas decidió falsificar las partidas de Apolo, incluso sin respetar la cuarentena luego de la cual el director técnico farmacéutico habilitaba o no para que pudiera salir a la venta. "Así empezamos la producción de duplicados o como se los conocían internamente: «mellizos»". Esas desprolijidades se sorteaban con la complicidad de supervisores, admitieron ex trabajadores y proveedores.
"Cuando engancharon el camión en Paraguay saltó todo, porque acá estaba todo bien pese a que era hasta burdo", se lamentó una de las personas afectadas por la caída en desgracia de la salud financiera de Salinas.
El ducto rosarino. "La droguería Comarsa era el principal ducto de Salinas, por esa vía salía el 80% de la producción, ya que pagaba por adelantado, por eso también los enganchó con cheques rechazados", explicó una persona que conoció el negocio.
Comarsa es de Roberto Zorzoli, un empresario local, denunciado en 2011 por un fideicomiso para construir un barrio privado en Pilar, que vende en todo el país. Un grupo de empresarios y particulares, cerca de cien, se vieron afectados.
Las droguerías son clave porque son un eslabón obligatorio en la cadena para llegar a farmacias y hospitales.
Caído en desgracia, Salinas habría sido desplazado por Ariel García Furfaro, quien apareció como una especie de alter ego del ex titular de Rigecin y hoy figuraría como titular de Apolo, junto a Marcela Vozza, y a su madre Nilda, todos domiciliados en el mismo departamento porteño cercano a la cancha de Ferrocarril Oeste. Los heridos de Apolo van más allá de quienes sufrieron en carne propia la explosión del laboratorio.