"Megusta transitar esos bordes, esas cosas que son bastante contradictorias pero que se dan bastante en la vida". Así definió Héctor Ansaldi su nueva creación, la obra "¿Conoce usted a Gumersindo?" que estrena hoy, a las 22, en Caras y Caretas (Corrientes 1518). El actor contó que esta obra con la que desembarca en Rosario luego de haberla representado en Valencia y Madrid, es un "drama-clown" o una "tragicomedia" sobre un hombre que "que se va y cuando vuelve pretende encontrar todo como lo dejó y encuentra todo cambiado en su pasado". Las funciones se reiterarán todos los sábados de octubre.
—Es un espécimen que se va y pretende encontrar todo como lo dejó y encuentra todo cambiado. Lo hago por supuesto con mi forma de humor. En realidad tiene mucho de stand up y depende mucho de lo que va pasando con el público. Es una obra, pero tiene partes que dependen del público. Tiene algo que pasa del humor a lo trágico casi, cuando el va descubriendo ciertas cosas que cambiaron totalmente en su pasado. Está hecho un poco con técnicas de clown. La puesta incluso tiene que ver con el estilo mío de trabajar bastante el espacio y la idea era hacerlo de acuerdo a lo que encuentre en los containers de allá. Desgraciadamente en Madrid hay de todo y en Valencia no. Ahí todo era mucho más limpio que Madrid y no encontré demasiadas cosas tiradas, porque son justamente elementos de desechos con los que me gusta armar a mí la escenografía y darle un carácter.
—¿Qué encontraste en los containers de Rosario?
—Acá yo tengo los desechos en el teatro, y tengo bastante (risas). Yo le doy bastante importancia al entorno, a la escenografía y a la puesta. Si bien este fue un desafío para mi porque dije que tenía que ir sin nada y ver cómo la armaba en el momento y la verdad que quedó bien.
—¿En qué te inspiraste?
—Me inspiré en mi mismo me parece (risas) porque a mi cada tanto me vienen las ganas de mandarme a mudar y después termino volviendo, y esta vez también me fui de gira allá porque hacía mucho que no lo veía a mi hijo. Y por suerte conseguí posibilidades de volver para seguir dando seminarios. En ese momento cuando lo pensaba, se me ocurrió con esto de que soy un poco yo, varias veces intenté irme.
—¿Hay una mirada de extrañamiento de este personaje cuando regresa?
—Yo siempre digo que cuando uno va, llega allá y está cinco horas adelantado y cuando vuelve se encuentra con 50 años para atrás. Eso a veces lo siento. No tanto en el teatro en sí. En Valencia y Madrid, aunque allá les cuesta muchísimo imponer el teatro gestual, son todas obras muy de Mar del Plata, de ese tipo. O sea que acá tenemos un teatro bastante más evolucionado por lo menos en los lugares que conocí en Madrid.
—¿Y en cuanto a lo social, lo cotidiano?
—A mi me afecta mucho la arquitectura. Así como digo lo del espacio en el teatro, a mí el espacio en sí, el urbanismo me afecta, y eso me encantaba. Madrid me gusta mucho. Hay algo con lo del respeto. Me pasó cuando estuve en Japón, cuando volví me sentí 100 años para atrás, no 50. El respeto más que nada, nada más ni nada menos, es como algo cultural, creo que eso es lo que más me afecta.
—Es una tragicomedia...
—Es un drama-clown en realidad. Clown casi siempre se toma para lo cómico, pero acá se ven cosas bastante profundas en algún momento y se quiebra la comicidad para pasar al drama abrupto por momentos. Creo que es un poco también mi estilo, ir a los bordes, de la comicidad a la tragedia. Es un poco mi forma, sin medias tintas a veces, de uno a otro lugar, me gusta transitar esos bordes, esas cosas que son bastante contradictorias pero que se dan bastante en la vida, pero en el teatro se puede jugar un poco más y lo aprovecho.
—Vos sos arquitecto...
—Sí, por eso trabajo mucho el espacio. También investigué en el Feng Shui que tiene mucho que ver con el carácter, la forma y la emoción de las personas y los lugares. Y realmente tiene mucho que ver donde uno está metido. La obra es como que está dividida en dos partes, el afuera y el adentro. El personaje está con el público y está afuera, pero después penetra el espacio y se encuentra con lo otro y eso se juega un poco con la escenografía.
—¿Buscar los elementos en los containers es una decisión estética o necesidad?
—Es también una decisión estética. A mi siempre me gustó cambiar los materiales, usar materiales que son escénicos. Vos podés poner un terciopelo y no se ve terciopelo, y sin embargo ponés una toalla y se ve como terciopelo. Y a veces hay elementos que son muy baratos y desechados y tienen una presencia escénica mayor que si ponés una tela carísima. Es un poco una decisión estética esto de cómo con algo muy simple podés hacer algo más complejo. Lo que pasa es que también hay que saber disponer esos elementos. No es ponerlos en cualquier lado. Esa es la historia, cómo lográs un equilibrio, un claroscuro, una sombra, y a mi me gusta trabajar la luz y la sombra, los contraluces. A veces es no qué ponés, sino cómo. A mi pasa cuando me vienen con el minimalismo, vienen al teatro y me dicen yo no pongo nada. Para no poner nada, tenés que saber poner todo y sacarlo. Hay quien no pone nada porque no sabe qué poner.
—Como el mar de la película "Y la nave va", un plástico para representar el mar...
—Si, la de Fellini. Yo creo que con Piripincho he tratado de hacer algo como eso, a los chicos darles algo muy cotidiano, pero lo uso un poco más fantásticamente; es ver cómo con algo muy usado y cotidiano se puede establecer una fantasía. Yo creo que el teatro es eso. El Teatro pobre de Grotowski no era poner todo rotoso sino justamente como sacás provecho de la pobreza en ese caso, como le podés dar riqueza a lo pobre. Es como transformar el polvo en oro, esa un un poco la parábola.
—¿Reutilizar los desechos de la sociedad es una decisión ecológica o ideológica?
—A mi me gusta aprovechar hasta lo último, No me gusta tirar las cosas, siempre pienso que todo me puede servir. Como me gustan las artes plásticas, también utilizo elementos para hacer esculturas o pinturas o escenografía. Creo que también tiene una forma ideológica.