Buenos Aires- En el inicio de la tercera serie de conciertos intimistas
“Serrat 100 x 100”, el cantautor ratificó anoche ante un Gran Rex colmado
que las visitas a su vasta obra constituyen una experiencia hermosa y placentera que su
público agradece con devoción.
Como ya lo hizo en 2005 y en 2007, Joan Manuel Serrat sumó a su histórico
compañero Ricard Miralles en el piano para juntos ir urdiendo un recorrido emocional por
canciones que, atravesando diferentes épocas y contando con los clásicos
imprescindibles, perfilan la magnitud de un repertorio maravilloso.
Podría decirse que el 100 x 100 de Serrat al que alude el título de estos
recitales tiene un peso específico de mucha mayor hondura que casi toda la canción popular de
autor que actualmente impera en los medios masivos.
Entonces, la falta de sorpresa de un cancionero transitado y el escaso
riesgo artístico desplegado a partir de una dupla que se conoce de memoria desde hace casi
cuatro décadas, se potencia ante la reafirmación del valor de lo que entrega y la audiencia
celebra el poder palpar esa certeza.
Más parecido al anfitrión picante que giró como “Dos pájaros de un
tiro” junto a Joaquín Sabina que a aquel que en enero de 2007 salía de una enfermedad
con más emoción contenida que ganas de chanzas, el artista manejó los climas de la noche con
gracia y sapiencia.
Apelando al latiguillo de citar “proverbios orientales” de
dudosa procedencia, construyó una velada que a lo largo de dos horas reunió 22 piezas capaces
de desatar la emoción de una platea dispuesta a dejarse cautivar nuevamente.
Apoyado en el impecable piano de Miralles, de pie, rasgando la guitarra o
sentado en una banqueta alta u ocasionalmente en una silla, el trovador sacó a relucir
algunas de sus creaciones que visualmente se acompañaron con sentidas imágenes proyectadas
en una tela blanca de formas irregulares.
A las 21.15 y tras una breve introducción pianística que permitió
descubrir la melodía de “Mediterráneo”, Serrat salió a escena y guitarra en mano
disparó de entrada con ese himno que es “Cantares”.
“Gracias por estar aquí y por abrir las puertas de sus casas y de
sus corazones”, dijo en el saludo de gentileza que sus devotos no precisaban pero que
festejaron como cada palabra vertida en el espectáculo.
“De vez en cuando la vida”, otro de los hitos de su cosecha,
dio paso a un segmento menos explícito conformado por el simpático “Los fantasmas del
Roxy”, “Me gusta todo de ti (pero tú no)” y la precisa crónica de “El
metro y la bella”.
En la única referencia a su lengua natal exhibió un alegato sobre
“el pecado de haber nacido mujer” que matizó con “Esos locos bajitos”
y con la prescindible “La mala racha” en que Miralles se atrevió a abrir la boca
para acometer una segunda voz.
Los himnos “No hago otra cosa que pensar en ti” (con un
fragmento de su lírica aggiornada) y “Tu nombre me sabe a hierba”, dieron paso a
un recreo instrumental de sólo piano y, enseguida, al pasaje más político de la lista con
“Disculpe el señor” y esos “pobres que no se han enterado que Carlos Marx
está muerto y enterrado”.
La canción romántica mostró la posibilidad de su peso con “Y el
amor” pero fue con “Mediterráneo” que la sala volvió a ponerse de pie desde
la apertura.
En tono de hilarante confesión contó que como producto de su unión con
Sabina “me hice adicto a la espesura y la negrura de los piringundines y a los
desayunos con Johnnie Walker etiqueta negra” y enseguida entregó una bella versión de
“Y sin embargo”.
En el tramo final del viaje la seguidilla incluyó “Hoy puede ser un
gran día”, “Aquellas pequeñas cosas”, el ovacionado “Para la
libertad” y “Bienaventurados”.
Entre idas y vueltas a escena, el griterío de los espectadores pidiendo
“una más” y un fragmento del poema “El viaje hacia Itaca”, del griego
Konstantínos Kaváfis, se despidió con “El horizonte”, “Fiesta”,
“Penélope” y “Lucía”.
“Serrat 100 x 100” estará en el Gran Rex hasta el próximo
domingo y luego también los días 5, 6, 7 y 8 de diciembre. Del 25 al 27 de noviembre se
presentará en el teatro Broadway de Rosario y el 29 lo hará en el estadio Orfeo de la capital
cordobesa. (Télam)